Elza Soares, la mujer del planeta hambre que cuidaba a Garrincha

El pasado enero moría a los 91 años la cantante negra Elza Soares, la voz del milenio, una mujer fuerte y luchadora. Un paradigma de la lucha feminista en Brasil por los ataques que recibió toda su vida por su relación con el ídolo de la piernas torcidas.

Raphael Caldas.- “Déjame cantar hasta el fin”, fue uno de los últimos mensajes de Elza Soares. Es parte de la estrofa de la canción ‘Mujer del fin del mundo’ y no podría estar en otra voz que no fuera la de la cantante brasileña, fallecida a los 91 años el pasado 20 de enero. El destino puso el fallecimiento de Elza justo 39 años después del de Garrincha, astro del fútbol brasileño que murió en 1983, antes de cumplir 50 años de vida. Fue al lado de Manoel Francisco dos Santos, el nombre de Garrincha -apodado así por un pájaro de nombre Garrincha- que Elza Gomes da Conceição (Soares era el apellido de su primero marido) conoció el amor y el odio de la gente. La desgracia de un país aún más racista, moralista y arcaico en los años 1960. 

Elza fue una artista que rompió con su voz única, fornida y potente en todo Brasil, cruzó continentes y fronteras. Ella cantaba para no volverse loca, como dice una de las biografias sobre Elza. Una niña que a los 13 años se casó y embarazó, tuvo y perdió a su primero hijo en la miseria. Otro niño también murió en la primera infancia. “Yo vi mucha muerte en mi vida. ‘Mané’ (apodo de Garrincha), mi madre, mis amigos que estuvieran conmigo toda la vida, personas queridas, pero nada es comparable al dolor de perder un hijo”, decía Elza en un libro de su vida en 2018.


PAREJA» Soares soportó la ira de la sociedad machista brasileña.  

Su primero hijo, desnutrido, murió en sus brazos. Fue la primera desgracia de una vida marcada por caídas que nunca la derribaron. Su primer marido la pegaba, celoso de su carrera musical y belleza, hasta el punto de utilizar un cuchillo y en una pelea dispararle dos veces. Uno de los disparos le rozó en el brazo. A los 16 años debutaba en el programa de radio de Ary Barroso, reconocido como autor de ‘Aquarela brasileña’, música que se escucha en algunos estadios del mundo. “El hombre que escribió ‘Aquarela brasileña’ no sabía que Elza era negra”, recuerda Fabio Fabato, periodista e investigador de la escuela de samba Mocidade Independente de Padre Miguel, que tuvo a Elza Soares como tema en el último desfile del Carnaval carioca en 2020. Elza se lanzó como cantante para poner comida en la mesa. Y se enfrentó a Barroso, que le provocaba con sus prejuicios sociales, algo que marcó a la cantante toda su vida. “¿De qué planeta vienes?”, le preguntó Barroso en su presentación al ver el aspecto de Soares. “Yo vengo del planeta hambre”, reaccionó Elza, en su lanzamiento al estrellato. “Ella era un agente distribuidor de la libertad. El destino de Elza, en la pobreza, en un país racista, machista, no le permitía grandes cosas. Con la fuerza de su voz, de su garganta, logró, a través de su complicadísima historia de vida, dar voz a todas las que pasaron por lo mismo y, sobre todo, a todas las mujeres negras”, agrega Fabato.

Esa mujer de 1,57 metros que llevaba una lata de agua en la cabeza de niña y nació en las cercanías pobres de Água Santa, en Rio de Janeiro, un día impresionó a Louis Armstrong -su hija musical, como él mismo decía-. Fue en la época que ejerció de madrina de selección brasileña en el Mundial de 1962 -la segunda conquista de Pelé y Garrincha- y cuando conoció a su segundo marido. Con ese talento parece inexplicable que pasara 10 años sin grabar, incluso que tuviera que trabajar en una guardería para ganar dinero y poder cuidar a sus hijos. Tuvo seis antes de conocer a Garrincha con quien adoptó una niña y tuvo a Garrinchinha.

 

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