Pedro Zuazua.- El Real Oviedo descendió a Tercera en el año 2003. Lo hizo con un doble descenso -por méritos deportivos, primero, y de gestión, después-. Pasaron 22 años hasta que, en junio de 2025, el equipo carbayón regresó a Primera División. La historia ya ha sido suficientemente contada. El relato, como todos, está lleno de verdades, mentiras, medias verdades y medias mentiras. Lo que no ofrece duda alguna es que el principal mérito del oviedismo fue lograr que los apenas 4.000 que estuvimos aquel 31 de agosto de 2003 en el Tartiere para ver a nuestro equipo debutar en ligar frente al Mosconia nos convirtiéramos en decenas de miles por arte de magia: pasado el tiempo prudencial de la tibiez, todo el mundo aseguraba haber estado en aquel partido.
Pero el Oviedo no tocó fondo aquel día. Tampoco cuando no logró ascender a la primera. Ni tan siquiera la jornada en la que descendió de nuevo a Tercera, con Michu de titular. Seguramente sea parte del realismo mágico que acompaña la historia de cada club, pero hay quien dice que, aquella temporada, se amañó un partido y el equipo fue incapaz de ganarlo.
Nada de aquello supuso lo peor de estas más de dos décadas. La realidad es que el Oviedo tocó fondo en la temporada 2007-2008. Por aquel entonces, el club estaba en manos de un empresario local que pasó sus últimos días de mandato en paradero desconocido y en busca y captura por incumplir los pagos de dos condenas por fraude fiscal. Se llamaba Alberto González, aunque la gente lo conocía popularmente como “el bombillu”. El mote se lo había puesto él mismo, de forma involuntaria, después de explicar cómo se le había ocurrido alguna de sus peculiares ideas: “Se me encendió el bombillu”, dijo. Entre sus grandes éxitos están el anuncio de un convenio con la República Dominicana para traer jugadores de allí o la creación de una peña de animación -con la intención de silenciar a Symmachiarii, parte fundamental en la salvación del club- que se llamaban “los piratas del Tartiere”, que llegaban al estadio disfrazados -de piratas, se entiende-, en un vehículo descapotable y con la música de la película ‘Los piratas del Caribe’. Ahora podemos reírnos, pero de aquella nos enervaba bastante.
El mejor resumen de su gestión lo hizo él mismo un día, en una rueda de prensa: “Tenéis lo que os merecéis”, declaró desesperado ante las críticas de la afición, que llegó a crear el GLO (Grupo de Liberación Oviedista), que se dedicaba a pequeños actos de sabotaje a la directiva del club. Aquel “tenéis lo que os merecéis” le salió del alma y rozó lo filosófico.
El cénit de aquella desastrosa gestión se alcanzó con el fichaje de Lobo Carrasco como entrenador. Carrasco llegó en el mes de julio. En una de sus primeras fotografías como entrenador azul, aparece vestido con pantalón beige, americana azul… y un jersey blanco sobre los hombros. Aquello debió de hacernos levantar las orejas en una ciudad en la que otra cosa no, pero de ir bien vestidos -o de lo que se dice que es ir bien vestidos- sabemos un rato. Lo que pasa es que en provincias tendemos siempre a pensar que lo que viene de fuera es mejor. Y oye, si este hombre viene así vestido, será que es la moda o algo. Pero aquella imagen, con el tiempo, se convertiría en un resumen perfecto de la peor temporada de la historia del Real Oviedo.
Recién descendido y con un equipo hecho para ascender lo antes posible. Aunque el Oviedo se proclamó campeón de su grupo a falta de cuatro jornadas, todos los que íbamos cada domingo al Tartiere veíamos que algo no iba bien. Se notaba en la cantidad de veces que los rivales -equipos de localidades pequeñas, sin jugadores profesionales- se acercaban con claridad a nuestro área.
El equipo salía a competir en Tercera. Recién descendido y con un equipo hecho para ascender lo antes posible. Aunque el Oviedo se proclamó campeón de su grupo a falta de cuatro jornadas, todos los que íbamos cada domingo al Tartiere veíamos que algo no iba bien. Se notaba en la cantidad de veces que los rivales -equipos de localidades pequeñas, sin jugadores profesionales- se acercaban con claridad a nuestro área. Pero se percibía, especialmente, en las cosas que decía nuestro entrenador en las ruedas de prensa posteriores a los partidos.
Perdimos en Villaviciosa, frente al Lealtad, y Carrasco aseguró que habíamos “humillado al rival”. Se montó una polémica y quiso matizar sus declaraciones: “Me gustaría explicar que cuando digo humillar me refiero a que se ha controlado la faceta de dominar mucho terreno. Digo esto por la controversia surgida a raíz del encuentro de Villaviciosa. Por eso se puede cambiar ese concepto de humillar por el de conquistar”.
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