En Inglaterra el fútbol suena de vicio

Nick Hornby nos descubrió en 1992 que el hincha cabía en la mejor literatura. En realidad todo forma parte de la cultura pop británica que nos enseñó también a cantar buena música en los estadios.

Fotografía Agencias

*Felipe de Luis.- Que Fever Pitch (Fiebre en las gradas) haya sido el libro sobre fútbol más exitoso de la historia moderna no es ninguna casualidad. Primero por el indudable talento de su autor. Nick Hornby, con un estilo refrescante y cercano, giró en 1992 el foco hacia el aficionado, y lo hizo de igual a igual, sin condescendencia, mostrándose sin pudor como un fan más. El escritor, además, tuvo la sensibilidad para percibir que su país, la tierra donde nació el fútbol, era el escenario idóneo para que se produjera una detonación que derrumbó los cimientos de la llamada alta cultura, mansión construida por unas pocas personas que poco o nada sabían de la gente. Hornby sí que comprendía a los tipos corrientes porque él era uno de ellos.

Era un colega que te hablaba del último fiasco del Arsenal pero también de lo maravillosamente accesible que parecía el mundo cuando tenías 20 años y escuchabas a The Clash mientras te acicalabas para una cita. Sí, Nick supo dar en la tecla y cambió el orden de las cosas: la música ya molaba de antes y el fútbol comenzó a molar entonces. ¿Por qué no podían ir de la mano? Todos los actores se adaptaron al nuevo escenario. Los clubes aprovecharon el magnetismo de las estrellas musicales, los artistas abrazaron sin reservas a su hincha interior y la afición compuso nuevos cánticos con las melodías que sonaban por la radio.

Sí, Nick supo dar en la tecla y cambió el orden de las cosas: la música ya molaba de antes y el fútbol comenzó a molar entonces. ¿Por qué no podían ir de la mano?

En España, en cambio, nos ha costado más encontrar puntos en común entre el guitarreo y los goles. Aquí la relación no ha fluido de modo natural, había que buscarla. Quizá por eso hemos encumbrado en el imaginario pop la imagen de Gaizka Mendieta tocando en el FIB con Los Planetas. No tenemos mucho más a lo que agarrarnos. En Inglaterra es otro rollo.

BANDAS Liam Gallagher rivalizando con Damon Albarn de Blur. Oasis y el Manchester City van unidos...

JOY DIVISION
La tristeza del ‘azul mancity’. Manchester, finales de 1978. Kevin Cummins, un fotógrafo amateur que se intenta abrir paso en la escena underground de la ciudad, tiene un encargo importante. La revista NME ha pedido unas fotografías de Joy Division, una banda enigmática y oscura que al parecer atrae a los jóvenes. Cummins lleva un tiempo trabajando con los chicos y cree haber captado parte de su esencia: la tristeza que desprende su música es similar a la que destila el cielo gris de la ciudad. Ya lo tiene: esa atmósfera tiene que sonar, de algún modo, a través de las imágenes, y el marco ha de ser Manchester. A la falta de medios, se añade otro problema: Ian Curtis, líder y vocalista del grupo, es seguidor del Manchester City y no quiere perderse sus partidos.

A Cummins se le echa el tiempo encima y propone hacer las fotos el primer fin de semana de enero. Curtis dice que ni hablar: el City juega un partido de la FA Cup en esa fecha. Pero entonces la nieve acude en socorro del fotógrafo: un violento temporal cubre de blanco el país y obliga a posponer el Rotherham-Barnsley (de ese encuentro saldría el rival del City en la tercera ronda) al 9 de enero. Así que ya no hay excusas: el sábado 6 de enero Cummins obliga a los chicos a pasear por la ciudad. Les hace pararse en el puente Epping Walk y dispara dos veces su cámara. A lo lejos y sobre un espeso manto blanco, se adivinan cuatro siluetas fantasmagóricas. Es invierno, hace frío. Faltan 16 meses para que Ian Curtis anude una cuerda a su cuello, suba a una silla y deje de vivir. Esas tinieblas entre las que solía caminar Curtis no hacían intuir al típico aficionado al fútbol. Es difícil hallar el origen de esa casi furtiva pasión. Pudo alcanzarle de niño, cuando un familiar le regaló una camiseta del United. A Ian no le convencía la viveza de ese rojo y se decantó por la melancolía del azul mancity, como él lo llamaba.

Su viuda, Deborah Curtis, ha comentado en alguna ocasión que la casa ideal de Ian debía cumplir una sola condición: que estuviera cerca de Maine Road. Imaginamos, pues, que al taciturno cantante no le haría mucha gracia reconocer los acordes de su tema insignia en las gargantas de los hinchas rivales. “Giggs will tear you apart”, suelen entonar los aficionados del United.

OASIS Y BLUR
El derbi futbolero se lo llevan los Gallagher. Pasé mi adolescencia anclado en los extremos, así que no me fue difícil tomar partido en las batallas musicales que proponía la industria. En la del britpop elegí sin titubear a Blur, creo que en parte por llevar un poco la contraria. Estaba claro que era Liam Gallagher el que más rollazo tenía, con ese estilo entre canalla y moderno que cientos de culturetas llevan años intentando emular -sin suerte- en Lavapiés y La Latina. Damon Albarn era otra cosa: el típico tío sensible, asiduo a la filmoteca, un poco tímido. En definitiva, Liam era el rebelde que en realidad queríamos ser y Damon el buen chico que generalmente terminábamos siendo. En la relación de ambas bandas con el fútbol noto algo similar. Los hermanos Gallagher son volcánicos, excesivos, groseros en ocasiones. Parece que su pasión por el Manchester City es auténtica, aunque -como su tormentosa relación filial- también utilizada a veces como producto promocional.

Los hermanos Gallagher son volcánicos, excesivos, groseros en ocasiones. Parece que su pasión por el Manchester City es auténtica, aunque -como su tormentosa relación filial- también utilizada a veces como producto promocional.

El ramillete de anécdotas es inmenso: los rayazos que ambos hacían en los coches con algún símbolo del United cuando eran pequeños, la expulsión de Liam del Bernabéu tras celebrar un gol de su equipo besándose con una agente de seguridad o la interpretación de Wonderwall por parte de Noel y los pupilos de Guardiola en el vestuario del City, tras alzarse con la Carabao Cup del año pasado. Lo de Damon Albarn y el Chelsea parece un poco más forzado, algo así como las citas de La Isla de las tentaciones: ahí no fluye ni la brisa. Sí, el cantante ha posado con la camiseta blue y en Stamford Bridge suena Parklife antes del comienzo de los partidos, pero no sé, hay algo que no me termino de creer. Si el derbi futbolero se lo lleva Oasis, en lo musical me sigo quedando con Blur. Creo que Damon Albarn es un verdadero artista, mucho más expansivo que los Gallagher, pero ese es otro debate que os dejo para las sobremesas de los domingos.

ELTON JOHN
La estrella en decadencia que impulsó al Watford. Hace no tanto era una celebridad. Su piano, ligero pero profundo, se había incrustado en las listas mundiales de éxitos. Sus inmensas gafas y sus arriesgados atuendos habían conquistado al público. Pero la rueda gira rápido y la conexión se desvanece. Las ocurrencias de la estrella ya no hacen tanta gracia, sus canciones parecen más de lo mismo y su alopecia galopante le resta glamour a pasos agigantados. Estamos en 1976 y Elton John enfila el sendero de la decadencia: adicciones, negocios que fracasan, relaciones nocivas… El pack completo.

DÍAS DE GLORIA Elton John y el Watford, una canción de amor que se remonta la década de los 70, cuando compró el club

Pero Elton tiene una doble vida y su otra mitad no está tan mal. Desde hace unos años está en la directiva del Watford, el humilde equipo que atrajo su simpatía desde niño. Ahora, justo cuando el tren de su vida va a descarrilar, se hace presidente del club dorado. Y la cosa, contra todo pronóstico, chuta: inyecta pasta, consigue patrocinadores y el equipo sube como la espuma. En cinco años asciende desde la cuarta hasta la máxima categoría, es subcampeón en su primera temporada entre los grandes, disputa la UEFA y hasta llega a jugar la final de la FA Cup en 1984.

En cinco años asciende desde la cuarta hasta la máxima categoría, es subcampeón en su primera temporada entre los grandes, disputa la UEFA y hasta llega a jugar la final de la FA Cup en 1984.

El fútbol, en esa época, no molaba nada en las altas esferas. Los artistas se ríen de Elton por su otra faceta, la aristocracia le desprecia. El príncipe Felipe (duque de Edimburgo), cuando le ve conducir un Aston Martín tuneado de negro y amarillo -los colores del Watford-, le espeta: “Ridículo, pareces un completo idiota, deshazte de él”. Al músico no le importa, quedará eternamente agradecido al Watford. “Me salvó la vida”, escribirá después en su autobiografía. Aunque, bien mirado, la salvación fue mutua.