El de Rubén Castro fue uno de los casos más mediáticos en España, uno de los que levantó la liebre de hasta qué punto el machismo está instalado en nuestra sociedad y en el fútbol. Es un ejemplo paradigmático porque incluye varios elementos importantes: un hombre acusado de malos tratos, cuyo proceso judicial todavía continúa. Una afición que no solo justifica a su ídolo, sino que hace víctima a la misma mujer por segunda vez insultándola gravemente. Y todo un sistema que mira para otro lado y no toma medidas contundentes para acabar con ese clima tóxico de machismo.
Aquel fue un episodio sonado pero ni mucho menos el único. Solamente en lo que llevamos de año ha habido al menos tres casos importantes. Uno de los más recientes en nuestro país, el del entrenador del Rayo femenino, Carlos Santiso, que jaleó una violación en grupo en un mensaje al equipo técnico. “¡Qué pasa, equipo! … Nos falta, sigo diciéndolo, hacer una pues como los de la Arandina tío, nos falta ir y que cojamos a una, pero que sea mayor de edad para no meternos en jaris, y cargárnosla ahí todos juntos. Eso es lo que une realmente a un staff y a un equipo. Mira a los del Arandina, iban directos al ascenso. Venga chavales, buen domingo”. Las jugadoras y la afición han pedido que se le aparte del equipo, sin éxito, en un capítulo más del duro enfrentamiento que mantiene la directiva rayista con su afición desde la llegada a la presidencia de Raúl Martín Presa. Santiso hacía referencia a los jugadores de la Arandina, tres jugadores que fueron acusados de violar en grupo a una niña de 15 años en 2017.
SANTISO» El entrenador del Rayo Femenino.
A nivel internacional, el joven jugador del Manchester United, Mason Greenwood, fue detenido hace unas semanas por protagonizar otra agresión machista, después de que su pareja publicara en redes sociales un impactante vídeo donde se la ve sangrando después de una paliza. También en febrero de este año, el director deportivo del Ajax Marc Overmars fue destituido tras ser acusado por varias compañeras del equipo de acosarlas con mensajes “inapropiados”. Poco después el tema implicó también a otro miembro del club, el exjugador del Barcelona Winston Bogarde.
A lo largo de la historia, en diferentes contextos y con diferentes intensidades, un número muy elevado de futbolistas y técnicos se han visto relacionados con casos de violencia machista. El listado es interminable: Robinho ha sido condenado a nueve años de cárcel por una violación en grupo; Garrincha maltrataba a su mujer, Elza Soares, e incluso llegó a hacerlo en público; los españoles David de Gea e Iker Muniain estuvieron relacionados en el caso Torbe, un productor de porno acusado de delitos de pornografía infantil y abuso sexual; Benzemá estuvo implicado en un caso de prostitución de una menor; Cristiano Ronaldo pagó una cantidad importante de dinero a una mujer que lo acusaba de violación; y el mismísimo Maradona cuenta en su historial con episodios de violencia machista.
GARRINCHA» Elza Soares y su pareja, el ídolo de Brasil. Foto: Correio da Manhá
En una sociedad en la que cada vez es más difícil sostener públicamente discursos machistas, aunque solo sea de cara a la galería, el fútbol va por detrás y sigue siendo un reducto de machismo. Un espacio donde jalear una violación grupal o animar a un maltratador desde la grada sigue siendo, en ocasiones, aceptable. Es un sistema completo, que incluye a clubes, jugadores, afición y prensa deportiva. Esto genera el caldo de cultivo perfecto para que el machismo campe a sus anchas en los estadios y fuera de ellos.
Es un sistema completo, que incluye a clubes, jugadores, afición y prensa deportiva. Esto genera el caldo de cultivo perfecto para que el machismo campe a sus anchas en los estadios y fuera de ellos.
Son varios los factores que confluyen para que esto sea así. La idea de las mujeres como un trofeo, un complemento más de los ídolos de masas; la cultura de la violación o el concepto del consentimiento, tan escurridizos cuando se aplican a relaciones entre hombres poderosos y mujeres que les veneran; el discurso machista que impregna toda la atmósfera futbolística, desde la grada hasta el campo, con un buen altavoz en la prensa deportiva y sus páginas dedicadas a los escotes de las mujeres; y por último, una cierta permisividad hacia los comportamientos de las estrellas, un perdón implícito o una justificación permanente hacia lo que hacen por ser quienes son.
Y es que, ¿cómo nos relacionamos con esos futbolistas que han hecho historia pero que cargan a sus espaldas con acusaciones o condenas relacionadas con la violencia machista? ¿Cómo aceptamos que nuestros ídolos de infancia, nuestros héroes, de repente se conviertan en maltratadores, puteros, depredadores sexuales? ¿Es suficiente con hablar de “un ídolo con sus luces y sus sombras” o tenemos que ir un paso más allá?
El caso más gráfico de esto es el de Maradona. A lo largo de su vida, el futbolista fue acusado de violencia física y psicológica por varias de sus exparejas. Una de ellas, Rocío Oliva, llegó a grabarle agrediéndola en un vídeo que se hizo viral. La casualidad hizo que Maradona falleciera un 25 de noviembre, el día internacional por la eliminación de la violencia contra las mujeres. La ola de consternación mundial fue contestada por algunas feministas, especialmente argentinas, que pidieron que no se le honrase precisamente en un día como ese. No sin polémica, pues muchas de ellas admitían ciertas contradicciones por seguir venerando a un ídolo de masas que articuló todo un sentimiento nacional y de pertenencia de clase.
ROBINHO» Condenado por una violación en grupo en Italia. Foto. Cordon Press
Afortunadamente, algunas cosas empiezan a cambiar. De los casos expuestos al principio de este artículo, Overmars fue destituido fulminantemente en Holanda y Greenwood ha perdido el apoyo de su equipo y de varias marcas que le patrocinan. En España, el preparador físico del filial del Rayo, Jorge Blanco, ha dimitido: “No puedo estar en la misma institución que ciertas personas”, ha dicho, en referencia a Santiso, que todavía sigue en su puesto. El avance del fútbol femenino ha colocado a las mujeres, por primera vez, en una posición de sujeto y no de objeto. Cada vez más niñas pueden referenciarse en unas jugadoras que luchan por la igualdad. Ojalá el avance del feminismo logre desterrar definitivamente los comportamientos machistas. Del fútbol y del resto de la sociedad. Porque no, Rubén Castro: ni era una puta, ni lo hiciste bien. •