'Esto abre' por Guille Galván

Al salir del túnel y disiparse el smog muchas cosas ya no están en su sitio. El músico Guille Galván compara esta famosa imagen de un portero aislado por la niebla de Londres con la pandemia que vació los estadios.

Guille Galván.- Cuando el público desapareció en marzo de 2020 de los estadios de fútbol a causa de la pandemia nadie se podía imaginar lo que estaba por venir. Por arte de magia, las gradas cambiaron la emoción por la penuria de un frigorífico vacío. Un mal truco de David Copperfield dejaba huérfano el set de rodaje. Había que construir una nueva ficción que evitase pensar dónde se habían metido todos esos secundarios de lujo. Las retransmisiones intentaron cubrir el trampantojo inventando audios de ambiente falsos, abriendo diafragma para difuminar la profundidad de campo o cubriendo con lonas gigantes las tribunas. Como si los asientos abandonados fueran los pezones que se ocultan con emoticonos en las redes sociales para no enfadar al algoritmo. En el gran plató del estadio, la pared es un sonrojo. Nadie quiere hacer el amor con todas las luces encendidas ni ver el chasis del coche nupcial. Las aficiones se evaporaron pero nadie consiguió borrar los graderíos, poniendo de manifiesto que el fútbol sin jaleos es un entreno perenne.

Los realizadores de televisión de medio mundo no dieron con la tecla a la hora de reconstruir el  nuevo espacio. Las celebraciones parecían castings; las finales, partidos mañaneros y las entregas de trofeos, ofrendas a la Virgen del 4K. Nadie consiguió borrar todo lo que había más allá de las líneas de banda. Aunque se ha intentado por todos los medios nadie ha podido evaporar al público como en aquella postal de Stamford Bridge que tragó a Sam Bartram. Corrían las navidades de 1937 cuando el portero del Charlton Athletic inglés se clavó en su puesto, afilado como un perro de caza, sin saber que el partido había sido suspendido 15 minutos antes por la niebla. Ni rastro de vida más allá de su área. Igual que los cánidos fieles había decidido no moverse de su posición hasta que regresase su amo. Esto abre antes del próximo contraataque, debía de estar pensando cuando el último policía se acercó a recordarle que ya no quedaba nadie en el estadio.

El portero que vemos no es quien parece ser. Pese a que esta instantánea se une habitualmente a la anécdota de Bartram, el retratado es otro jugador; Jack Kelsey, portero galés que defendió el arco de los 'gunners' entre 1949 y 1963.

Los ingleses tienen más expertise en hacer desaparecer cosas, quizás por eso su fútbol ha tenido un fuerte repunte en estos meses vacíos. Smog y Londres, binomio inseparable gracias a Arthur Conan Doyle, desde que la pea soup de humo y dióxido de azufre cubriera de intriga las novelas de Sherlock Holmes. Igual que en ellas, un misterio persigue desde hace tiempo a esta fotografía. El portero que vemos no es quien parece ser. Pese a que esta instantánea se une habitualmente a la anécdota de Bartram, el retratado es otro jugador; Jack Kelsey, portero galés que defendió el arco de los gunners entre 1949 y 1963. La foto fue tirada en la misma ciudad, pero en 1954, en Highbury, durante un Arsenal - Aston Vila de la FA Cup.

La Gran Niebla había llevado dos años antes al caos a la ciudad debido a la quema descontrolada de carbón sumada a la humedad del Támesis. Miles de personas murieron a cuenta de la contaminación. Los hospitales se saturaron y las calles se llenaron de mascarillas y caos. En 1956 se aprobó en el Parlamento la Ley del aire limpio que limitaba la quema de carbón para uso doméstico en las ciudades. Desde entonces y salvo alguna excepción, la niebla frente al Big Ben ha pasado a ser otro souvenir más, no con mayor presencia que la de cualquier gran ciudad con río. Desde hace décadas ha dejado de ser habitual ver fotos sin gradas al fondo. 

Esto abre, pensamos todos hace año y medio. Y sí, poco a poco, pero aun no lo suficiente para mojarse el culo en la playa. Metro a metro ganamos yardas de visibilidad, volvemos a los estadios pero no parece que esto vaya a ser un anuncio de Quilmes. Al salir del túnel y disiparse el smog, muchas cosas ya no están en su sitio. Algún Moriarty ha vuelto a hacer de las suyas mientras Holmes y Watson quemaban los años locos y vivían de las rentas. Al Barcelona le falta Messi, nadie ve a Ramos por Valdebebas, Griezmann recula en el Metropolitano. Y ojo, porque ¡el Rayo ha vuelto a primera! Cuando ha levantado la niebla, el Bernabéu aparece con grúas gigantes y toneladas de acero en el gallinero, donde antes había champán y reservados, ahora hay deudas galopantes y los jugadores más pudientes invierten en torneos virtuales. La Liga española vive el momento más ramplón de los últimos 20 años y venir a jugar ya no es tan sexy para las estrellas internacionales. Regresamos a lo físico con cierto miedo y con la ficción dando lecciones de realidad. Esto abre al fin, sí. Quizás sea el momento de celebrar que estamos vivos y disfrutar de un fútbol más humilde mientras pelamos pipas y pasamos algo de frío, saltando y abrazándonos, sin pensar mucho más ni echar de menos épocas mejores que acabaron nublándolo todo. No es mucho pero, de momento, lo firmo. •