Fallece a los 89 años Campanal II: el primer futbolista atleta

Fue uno de los cuatro únicos jugadores que han vestido más de 400 veces la camiseta del Sevilla, 11 veces internacional, portando en tres de ellas el brazalete de capitán y, tras su retirada, logró más de 100 oros en los Campeonatos de España de veteranos, en las pruebas de salto de longitud, de altura, triple salto, 110 y 200 metros vallas y lanzamiento de peso y de disco. Una leyenda que nos ha dejado este 25 de mayo de 2020.

*texto publicado en nuestro número 18

Pedro Zuazua.- La vida de Marcelino Vaquero González del Río (Gijón, 1932 - 2020) fue puro realismo mágico. No porque llegara a Sevilla en barco. Ni por haberse enfrentado, resguardado en una portería y banderín de córner en mano, a una masa enfurecida de jugadores del Oporto. Ni por sus marcas atléticas en su etapa de futbolista, que mejoraban las de algunos de los campeones españoles. Tampoco por los más de 100 títulos de campeón de España de veteranos en diferentes pruebas atléticas. Ni tan siquiera por el hecho de que uno de sus riñones desapareciera tras un encontronazo con Gento o porque su apodo le viniera de un restaurante, primero, y de la primera fabada enlatada que se hizo en Asturias, después. Era realismo mágico en primer lugar porque pertenecía a una saga. Casi nada. Y, sobre todo, porque Marcelino Vaquero González del Río, Campanal II, sabía volar.

Campanal II se crió en Avilés con sus abuelos. Su padre murió en la Guerra Civil. El edificio en el que ha vivido los últimos años junto a su mujer albergaba en otro tiempo el negocio familiar, el restaurante Casa Campanal. Su infancia fue más de hacer deporte y de ir al cine que de acercarse hasta la escuela de don Floro o al colegio San Fernando. La butaca en el Palacio Valdés costaba 6 pesetas. En general, una. "Era muy travieso, piraba mucho la escuela, para ir a bañarme a la ría o al cine. Recuerdo ir a robar manzanas y castañas para poder entrar a ver Los tambores de Fu Manchu. Pero éramos educados. Cedíamos el sitio en el tranvía. Hoy los chicos saben mucho de Internet, pero se ha perdido casi toda la educación", rememora sentado en el sofá de su casa.

El salón de esta vivienda del centro de Avilés ha sido un compendio de la vida de Campanal II. Estanterías repletas de películas, fotografías de la familia y de su época de futbolista en el Sevilla, una mancuerna de nueve kilos y una bicicleta estática. Pasados los 80 años caminaba cada día 3 kilómetros. En verano, trabajaba principalmente con la pesa y la bicicleta. En invierno se acercaba hasta unas instalaciones deportivas públicas para preparar los saltos y los lanzamientos. Es uno de los cuatro únicos jugadores que han vestido más de 400 veces la camiseta del Sevilla, fue 11 veces internacional con España, portando en tres de ellas el brazalete de capitán y, tras su retirada, logró más de cien oros en los Campeonatos de España de veteranos, en las pruebas de salto de longitud, de altura, triple salto, 110 y 200 metros vallas y lanzamiento de peso y de disco. 

A bordo del barco carbonero Elita, partió hacia Sevilla desde San Juan de Nieva. Era el 12 de septiembre de 1948. El subcapitán se llamaba Abel. El telegrafista, Luis. El trayecto duró 4 días, en los que compartió camarote de literas con los marineros. "Teníamos que esperar a que subiera la marea en Sanlúcar de Barrameda. Desde allí me llevó una lancha a Sevilla. Creo que soy el único jugador de la historia del club que llegó por mar. Era el 16 de septiembre y delante de la Torre del Oro me esperaba mi tío Guillermo". 

"Creo que soy el único jugador de la historia del club que llegó por mar. Era el 16 de septiembre y delante de la Torre del Oro me esperaba mi tío Guillermo"

LLEGADA A SEVILLA
El tío Guillermo, Campanal I, que había sido jugador del Sevilla y por aquel entonces entrenaba al Coria del Río, era el motivo de aquel viaje. Los inicios fueron duros. "A más de 40 grados a la sombra, lo pasé fatal. Me quería volver. Cogí todas las enfermedades del mundo y toda la plantilla me ganaba en las pruebas físicas... No podía con los pantalones. Pero ese mismo invierno ya los barría yo a todos”, explicaba en Líbero 18 con una sonrisa que adelantaba su altísimo nivel de competitividad. 

Porque Campanal II siempre quiso ser el mejor en todo lo que hacía. Ya desde pequeño. Nadaba, jugaba al fútbol, corría, saltaba con una pértiga hecha de bambú, tiraba con el gomero... "Toda la vida he sido muy competitivo. A veces me venían a buscar los amigos para picarme diciéndome que había alguien más rápido que yo. También recuerdo que jugábamos en la ría a ver quién aguantaba más cerca de los barcos pesqueros al pasar estos hacia el puerto. Nos quedábamos a dos o tres metros". En Avilés, su amigo Homero le ganaba en las carreras. Cuando volvió de Sevilla el primer año, en sus vacaciones, ya era el más rápido de la pandilla. 

Su competitividad y agilidad quedan demostradas con el juego de las monedas. Inventado por él mismo, se trata de colocar varias monedas en el dorso de la mano, lanzarlas hacia arriba y cogerlas con la palma hacia abajo antes de que lleguen al suelo. 

Su competitividad y agilidad quedan demostradas con el juego de las monedas. Inventado por él mismo, se trataba de colocar varias monedas en el dorso de la mano, lanzarlas hacia arriba y cogerlas con la palma hacia abajo antes de que llegasen al suelo. (vídeo). Campanal II hace una demostración con tres - "antes lo hacía con 5"- y lo consigue a la tercera. 

Su primer partido con el Sevilla lo jugó en la temporada 1950-1951 en el viejo Nervión ante el Athletic de Bilbao. "Busto, Guillamón, Antúnez, Campanal, Arconero, Enrique, Oñoro, Arza, Araujo, Herrea y Doménech fue la alineación. 1-0 el resultado. De todos aquellos jugadores, sólo quedo yo vivo". 1.750 pesetas era el sueldo mensual. 100.000 la ficha anual. "Con aquello comprabas dos pisos. Hoy en día, un jugador de alto nivel gana para comprar una calle".  

Aquel fue el comienzo de una extensa carrera en el club sevillano. 16 temporadas consecutivas en Primera División para convertirse en una leyenda de la entidad. Defensa zurdo. Duro y contundente. Rápido ("hacía los 100 metros en 10'8 segundos en pistas de ceniza y en una época en la que era muy raro que alguien bajara de los 11". El récord de España no bajó a 10"7' hasta 1960) y con una capacidad de salto fuera de lo normal -"y sin usar para nada los brazos-. Llegó a saltar 7,50 metros en 1952, distancia que le hubiera convertido en récordman de España. Competía en las pruebas atléticas por afición. Era autodidacta. Su condición de futbolista profesional le privó de poder llevarse los títulos en un deporte que aún era amateur

JOVEN Y FAMOSO
En Sevilla la butaca en los cines de estreno costaba 10 pesetas. Campanal II se sentía a gusto en la ciudad. Conoció a su mujer jugando al tenis. Tuvo seis hijos. "El entorno era estupendo, había mucha afición, aunque viví en un ambiente muy malo... Pero yo soy un tipo anormal. Era joven, famoso y ganaba dinero, pero siempre me cuidé mucho, porque mi pasión era el deporte y ser el mejor. Ni bebía ni fumaba. Y sigo sin hacerlo". ¿Ni un culín de sidra? "Sí hombre, algún culín sí, pero con dos ya pego una mangada de miedo..."

"Era joven, famoso y ganaba dinero, pero siempre me cuidé mucho, porque mi pasión era el deporte y ser el mejor. Ni bebía ni fumaba. Y sigo sin hacerlo". ¿Ni un culín de sidra? "Sí hombre, algún culín sí, pero con dos ya pego una mangada de miedo...".

En aquella Sevilla surgió la amistad con toreros como Curro Romero o Pepe Luis Vázquez, entre otros. Amistad que un día les llevó hasta un tentadero: "Estaban empeñados en que tenían un banderillero que era más rápido que yo corriendo marcha atrás -hacia delante no había duda-. Total que allá fuimos. La distancia era de 70 metros y, aunque efectivamente el banderillero corría bastante, le saqué 7 u 8 metros de distancia". 

Las concentraciones de la época iban de viernes a domingo. "Yo llevaba siempre el peso y el metro para medir.  Hacíamos competiciones. Manolín, el portero, era el que más lanzaba, pero la media estaba entre los 7 y los 9 metros. Yo lanzaba 12,50. Un día, en el año 61, estaba cambiándome en el vestuario del Sánchez Pizjuán cuando vino Romero, un compañero, a buscarme. Al parecer el míster, Ignacio Eizaguirre, que era vasco y jugó de portero, había estado compitiendo con los compañeros y les había explicado la forma correcta de lanzar el peso. Lanzaba bastante bien, la verdad. Y estaba allí fardando delante de los jugadores. Cogí la bola y ya veía las caras de los compañeros preparados para reírse. ¿Cómo se hace míster, así? Y lancé una burrada. Llevó una decepción enorme. Desde aquel día me odió. No me quitaba porque no podía". 

Aquella competitividad se trasladaba al terreno de juego, en donde Campanal II se empleaba a fondo. "Llegué a perder cuatro kilos en algún partido". Y la pasión le convirtió en un ídolo de la afición más allá de lo futbolístico. De la sevillista después de un partido en Oporto que acabó, literalmente, a palos. "Fue en 1961, en un amistoso. Había un ambiente terrible. En el segundo tiempo un rival le partió la nariz a Romero. Fui para allí y le sacudí. Vinieron todos a por mí. Me metí corriendo con un banderín de córner en la portería, para que no me sacudieran por detrás. La policía me pegaba toletazos, pero si no es por ellos me hubieran matado. Me cargué a cinco o seis del Oporto. Tuve que indemnizarles con doscientas y pico mil pestes de aquella. Al juicio vinieron vendados. Pasé dos noches en la cárcel. Es que de aquella era un killer, porque además entrenaba lucha libre en Sevilla. En aquella época cogía cinco monedas. Luego me hicieron un homenaje en el parque de Maria Luisa, con miles de personas". 

«Pasé dos noches en la cárcel. Es que de aquella era un killer, porque además entrenaba lucha libre en Sevilla. En aquella época cogía cinco monedas. Luego me hicieron un homenaje en el parque de Maria Luisa, con miles de personas»

Para la afición española ya se había convertido en un exponente de la furia y la raza años antes, en 1954, tras el partido conocido como La batalla de Estambul, que terminó con un niño escogiendo qué equipo se quedaría fuera del Mundial de Suiza. "Aquello fue fútbol y lucha libre. Yo entraba despejando las cabezas. Los jugadores turcos nos atizaban por todos lados, pero me defendí como una fiera, porque yo no me acobardaba. No he visto tanganas como aquellas en mi vida. No maté a alguno de milagro. Cómo sería que cuando llegué al aeropuerto me sacaron a hombros del aeropuerto, ¡y no había tele!".

"No he visto tanganas como aquellas en mi vida. No maté a alguno de milagro. Cómo sería que cuando llegué al aeropuerto me sacaron a hombros del aeropuerto, ¡y no había tele!".

Tras un golpe con Gento, que en un choque le golpeó con la rodilla en la zona lumbar, Campanal II completó los 20 minutos que faltaban de partido. En la ducha, orinó sangre. El riñón "desapareció con el tiempo", fruto de aquel golpe. Completó un partido en Gijón con el peroné roto y, en un encuentro contra el Valencia, tras un golpe con un rival, estaba tan desorientado que preguntaba al resto de jugadores "para qué lado tenía que tirar". "Pero eso sí, lesiones musculares, ni una". 

Las imágenes de su etapa de jugador le muestran saltando y poniendo sus pies casi a la altura de las cabezas de los rivales. Sin usar los brazos.  Los cronistas que le vieron jugar coinciden en señalar que, por sus capacidades físicas, fue un precursor de lo que hoy es el fútbol. Y es inevitable preguntar por algún jugador contemporáneo que se parezca a él: "Pues digo lo mismo que dije en Sevilla hace tiempo, el jugador que se parece a mí físicamente es el que corra los 100 metros en 10,8, el que salte 7,50 en longitud, salte 1,85 en altura, lance el peso a 12,50, salte en triple salto 14,80. Con la ventaja de que ellos lo harían en pista de tartán y yo lo hice en pista de tierra. A ver quién hace eso". 

De los jugadores de su época, destacaba a Kubala. "No he visto un jugador más fuerte muscularmente que él. Le entrabas y rebotabas. Ni se inmutaba. Tampoco a ninguno que dominara el balón como él. Cogía el balón en los entrenamientos y se sentaba y se levantaba dando toques, sin que el balón se cayera". Pero si tenía que escoger el mejor jugador, se quedaba con Di Stéfano. "Para mí fue el más completo de todos los tiempos. Los había más rápidos, mejores rematadores... Pero que reunieran tantas virtudes, ninguno. Era un todoterreno". "Delantero, Pelé. Rematadores, Lángara y Van Basten" ¿Y algún ídolo? "Si me dicen ahora que puedo ver jugar a algún jugador, escogería al más grande en el uno contra uno, que es Garrincha. El más desequilibrante de la historia del fútbol. Era un espectáculo". Se lamenta Campanal II por la caída del nivel del fútbol brasileño. "Ahora está Neymar, que es lo mejor que hay, pero al lado de Garrincha o de Ronaldo o de Romario, es una caricatura". 

Después del Sevilla, jugó dos temporadas en el Deportivo de La Coruña y una fase de ascenso a Segunda con el Avilés, en el año 70, por la que cobró la cantidad simbólica de 1 peseta. Después, colgó sus Mauri. "Hay dos incógnitas en mi vida: cuánto hubiera ganado con publicidad de haber competido en otra época, teniendo en cuenta que además de futbolista era atleta, y sobre todo, qué hubiera pasado si me hubiera dedicado al atletismo, porque todas mis marcas eran con entrenamientos de fútbol".  Tras el fútbol llegó el atletismo. Además de los más de 100 títulos nacionales, tiene 258 de Asturias. Ganó también en tenis, deporte en el cual tuvo que bajar de veterano a categoría absoluta para poder encontrar algo de competitividad. Compitió en el Descenso Internacional del Sella, quedando en 13ª posición. 

Conservaba pasados los ochenta años una vista excelente, con la que comprobaba las marcas que tendría que batir en la nueva categoría. Es dorsal de leyenda del Sevilla Fútbol Club. Llevaba en el coche el peso y el disco, para practicar cuando se acercaba a la playa de Salinas. Fue, sin saberlo, el primer caso de naming de un futbolista de España por parte de una marca. Medía 1,77 y se mantenía en los 74 o 75 kilos. Su nieta, campeona de tenis en categorías inferiores, auguraba una continuidad de la saga. Numerosos documentos atestiguaban su capacidad voladora. Y tiene una caseta con su nombre en la Feria de Sevilla. ¿Es o no es realismo mágico del bueno?