Manuela Bergerot. Diputada Más Madrid en la Asamblea de Madrid.- El 16 de mayo de 1976 Huracán viajaba desde Buenos Aires capital a La Plata para enfrentarse a Estudiantes en su cancha. Hacía menos de dos meses que los militares habían dado el Golpe de Estado que derivó en la dictadura cívico-militar liderada por el General Videla y que duró hasta 1983. En los últimos meses mis padres se habían cambiado de casa tres veces, siguiendo las consignas que recibían desde Montoneros para protegerse de la represión militar, especialmente desde que secuestraron a sus compañeros de piso y militancia, Hugo, Teresa y su bebé Marcos. Aún faltaban tres años para que Videla pronunciara aquella frase por televisión que resumía el plan para anular a toda una generación: “No está ni muerto ni vivo… está desaparecido, no tiene entidad”. El partido entre Huracán y Estudiantes fue el escenario de una de las acciones que la juventud peronista realizaría para denunciar la violencia del Estado sobre las organizaciones estudiantiles y gremiales.
Aún faltaban tres años para que Videla pronunciara aquella frase por televisión que resumía el plan para anular a toda una generación: “No está ni muerto ni vivo… está desaparecido, no tiene entidad”
Mi padre junto a varios compañeros de la Facultad de Medicina planificaron elevar desde fuera del estadio una pancarta con dos globos de gas para que atravesara la cancha durante el partido y todo el público pudiera leer el mensaje: “Videla asesino. Montoneros”. Pero no sabían que desde dentro de la cancha se estaba llevando a cabo otra acción que provocó que la Policía empezara a disparar dentro y fuera del estadio provocando un muerto y más de cien detenidos. El 17 de mayo de 1976 mi padre fue secuestrado pasando por un centro clandestino de detención y tortura y por varias comisarías antes de su exilio a España en 1977. Compañeras de militancia escondieron a mi madre, embarazada de ocho meses, en uno de los departamentos que Montoneros tenía desde que habían pasado a la clandestinidad. Una de ellas, Laura Carlotto, fue quien acompañó a mi madre a la clínica el día que se puso de parto; ese día se dijeron por primera vez sus nombres reales y el día de mi nacimiento, el 13 de junio de 1976, fue la última vez que se vieron.
. El 17 de mayo de 1976 mi padre fue secuestrado pasando por un centro clandestino de detención y tortura y por varias comisarías antes de su exilio a España en 1977
Laura fue secuestrada cuando estaba embarazada de dos meses. Los militares le robaron a su hijo y la asesinaron después. En abril de 1977 las madres de los detenidos-desaparecidos comenzaron a reunirse en la Plaza de Mayo para reclamar la aparición con vida de sus hijas e hijos. Desde Europa, los exiliados políticos junto con organismos de derechos humanos realizaban campañas para denunciar lo que ocurría: “Argentina campeón, Videla al paredón”, “cada extranjero que ve el mundial, un testigo de la Argentina real”. Sabían que el Mundial de 1978 tendría la atención de la comunidad internacional. En octubre de 1977 el Comité de Organización del Boicot a la Copa del Mundo sacó su primer comunicado en Le Monde y aunque el Mundial finalmente se realizó, la campaña fue muy eficaz para sumar apoyos y visibilizar los crímenes de la dictadura.
ESTELA DE CARLOTTO la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, en un partido por la memoria en 2016.
Para contrarrestar esa imagen en el exterior, los militares reprimirían a quienes no mostraran un país idílico y aprovecharon la prensa internacional con fines propagandísticos. Pero desde hacía un año, aquel grupo de “las locas de la plaza”, como los militares las habían llamado, seguían organizándose para exigir también por los bebés secuestrados y los nacidos en cautiverio. Las Madres de Plaza de Mayo captaron la atención de periodistas deportivos extranjeros, y un periodista holandés que se acercó a la Plaza grabó lo que se convirtió en un reclamo histórico: “Nosotras solamente queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos, pero queremos saber dónde están. Ya no sabemos a quién recurrir: consulados, embajadas, ministerios, iglesias, en todas partes se nos han cerrado las puertas. Por eso les rogamos a ustedes, son nuestra última esperanza. Por favor, ayúdennos. Ayúdennos, por favor. Son nuestra última esperanza”.
“Nosotras solamente queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos, pero queremos saber dónde están. Ya no sabemos a quién recurrir: consulados, embajadas, ministerios, iglesias, en todas partes se nos han cerrado las puertas"
Desde entonces, y tras unas políticas de memoria que han construido una cultura firme de los derechos humanos, las Abuelas de Plaza de Mayo han encontrado en el fútbol argentino un aliado para su lucha. En 2014, unos días antes del Mundial de Brasil, la selección realizó junto con las Abuelas, un spot en apoyo a restituir la identidad de los hijos de los desaparecidos. Bajo el lema “Hace 10 mundiales que te estamos buscando”, jugadores como Messi, Mascherano y el entrenador Sabella, pedían a los jóvenes nacidos durante la dictadura que si tenían dudas sobre su identidad, se acercaran a las oficinas de Abuelas para hacerse una prueba de ADN.
La mayoría de los clubes han apoyado la campaña posando antes del comienzo de los partidos con la pancarta “Si tenés dudas, resolvé tu identidad”, pero hay uno que me emocionó especialmente desde la distancia. River se enfrentaba a Tigre en el Monumental, y antes de comenzar, salieron al terreno de juego junto a la presidenta de las Abuelas, Estela de Carlotto y su nieto recientemente recuperado y nacido mientras su madre, Laura, estaba secuestrada. River le entregó una camiseta con el número “114 Ignacio Guido”. Desde el Golpe de Estado de 1976 hasta hoy, Abuelas de Plaza de Mayo ha recuperado a 126 nietos secuestrados o nacidos en cautiverio. Marcos, el hijo de los compañeros desaparecidos de mis padres, es el nieto recuperado número 85 y es un hincha fanático de Boca Juniors. Nadie es perfecto. •