Ilustración Denis Galocha
Texto Javier Salas
“Al principio la droga te pone eufórico. Es como
ganar un campeonato. Y pensás: mañana qué
importa, si hoy gané el campeonato”.
Diego Armando Maradona
La FIFA asegura que cada año se realizan unos 30.000 controles antidoping en el mundo del fútbol, de los que sólo un 0,4% resultó positivo en 2011. Y la mayoría son positivos por cannabis y otras drogas recreativas, según le gusta recordar a esta institución. “Solamente el 0,07% de los positivos corresponde a esteroides anabolizantes”, decía en su último informe mientras recalcaba que se trata de una de las tasas más bajas dentro del mundo del deporte. Además, en la nota de prensa destacaba que de los 19 positivos por anabolizantes, cinco fueron de mujeres de Corea del Norte, que ya sabemos cómo se las gastan los comunistas. Con estas cifras, dirán, es difícil pensar que el fútbol tenga un problema con las drogas. O como le gusta remachar al ex presidente de la FIFA, Joseph Blatter: “No hay evidencias de dopaje sistemático”.
Ahora degusten esta otra frase: “El uso sistemático de medicación para cada partido parece ser la norma en ciertos equipos, lo que tiene implicaciones para la salud de los jugadores. Se trata de una práctica potencialmente desastrosa”. Estas líneas se publicaron en un estudio de la revista más prestigiosa de la medicina deportiva, ‘British Journal of Sports Medicine’. No las firmaba un investigador infiltrado en una liga podrida por la corrupción; el autor de esas palabras es Jiri Dvorak, jefe médico de la FIFA, y hace referencia a las selecciones que compitieron en el Mundial de Sudáfrica, la cumbre del fútbol. Resumiendo sus datos, el 71% de los 736 jugadores que participaron en el campeonato saltaron al césped después de medicarse. Y el 39% jugó infiltrado en todos sus partidos. El número de jugadores infiltrados se ha disparado a pesar de que la FIFA ya había alertado de la sobremedicación de los futbolistas tras los mundiales de 2002 y 2006. Los analgésicos y antiinflamatorios se han convertido en una herramienta más, como las medias o los tacos, y según otro estudio de la misma revista el 93% de los jugadores del Calcio juegan infiltrados cada temporada.
El número de jugadores infiltrados se ha disparado a pesar de que la FIFA ya había alertado de la sobremedicación de los futbolistas tras los mundiales de 2002 y 2006.
Sin embargo, lo que debería preocupar al fútbol es que ya no es una drogodependencia exclusiva de la élite: el 31% de las mujeres juegan infiltradas los torneos internacionales. Y también se pincha al 21% de los chavales sub- 20 y al 17% de los sub-17, jugadores menores de edad que acostumbran su cuerpo desde que son niños al peligroso confort de jugar anestesiados. Nocivo pero legal. Tanto como los suplementos dietéticos y otras terapias naturales, que toman aproximadamente la mitad de los futbolistas. Muchos de ellos al margen de su médico. Para un deportista de élite, tomar suplementos por su cuenta es como si Fernando Alonso toqueteara las bujías de su bólido de vez en cuando sin que le vieran los mecánicos “por si funciona”. El belga Peter Hespel, uno de los mayores expertos en esta cuestión, nos cuenta que el problema de los futbolistas es que creen que “si un poquito es bueno, mucho será mejor” y tienden a abusar de estos suplementos.
El belga Peter Hespel, uno de los mayores expertos en esta cuestión, nos cuenta que el problema de los futbolistas es que creen que “si un poquito es bueno, mucho será mejor” y tienden a abusar de estos suplementos.
Casi todos toman vitaminas y más de un tercio consumen creatina, un suplemento que multiplica el rendimiento muscular pero cuyo abuso daña gravemente al riñón: un estudio da cuenta de un jugador de la Premier League que tuvo que ser hospitalizado por disfunción renal y que acabaría reconociendo que se le había ido la mano con la creatina. La última moda en la élite, según Hespel, ha sido fijarse en las magníficas propiedades del nitrato de las remolachas. Unas cualidades que no se disfrutan en ensaladas sino sintetizadas y empaquetadas para que active psicológicamente al Super Ratón que todos llevamos dentro. El problema de los suplementos es que muchas veces no se sabe a ciencia cierta lo que se toma y se pone en riesgo la salud y también la carrera de los futbolistas. Hasta el 16% de estas pildoritas solían contener sustancias ilegales, como esteroides, que no aparecían en la etiqueta. Así se explican algunas de esas caras de susto que han visto en ruedas de prensa tras un positivo. Porque la lucha contra el dopaje tiene mucho de percepción y los futbolistas no creen que les vaya a pasar a ellos.
Porque la lucha contra el dopaje tiene mucho de percepción y los futbolistas no creen que les vaya a pasar a ellos.
El 60% de los jugadores de la liga inglesa no creía que les fuera a tocar un control antidoping en el próximo año, según un estudio realizado en 2004 por el doctor Dominic Malcolm, quizá el hombre que más sabe de dopaje en el fútbol europeo, que consiguió hacer esa encuesta anónima entre el 25% de los futbolistas profesionales. La principal conclusión es que no se sienten vigilados y que muchos saben más de lo que parece: 39 jugadores (el 6% de la muestra) afirmaron conocer algún compañero de club que se dopa. Cuatro de ellos reconocieron que se trataba de un compañero actual de la Premier. Y el 34% se mostró convencido de que hay jugadores dopados en la competición. Además, el 45% conocía colegas que consumían drogas, cocaína y porros esencialmente. Más de 2.000 jugadores se negaron a colaborar en el estudio. En aquel momento, el fútbol llevaba unas temporadas movidas, con casos como el de Stam, Gurpegui, Guardiola, Davids y Couto. Hoy, en cambio, parecería que las autoridades han controlado la situación, algo que Malcolm niega: “No es que ahora no haya dopaje, es que ahora no se está detectando”, sentencia.
Los controles son peores y mucho menos habituales que en otros deportes, asegura este investigador de la Universidad de Leicester, por lo que no tienen siquiera una función disuasoria y llegan tarde a hacer frente a las últimas novedades de la medicina ilegal. Y pone como ejemplo a Rio Ferdinand, que evitó deliberadamente un control antidoping y hoy capitanea sin rubor uno de los clubes más importantes del mundo. “Los jugadores tienen una protección que nunca tendrán otros deportistas”, critica. Hasta hoy se habrán hartado de escuchar que el ciclismo es distinto del fútbol, donde es el talento y no el físico el que decide el valor de un jugador. Malcolm nos invita a pensar en esos futbolistas que “cubren todo el campo”, que “hacen un despliegue físico”, que “sostienen al equipo”, en esos que reciben patadas criminales dos veces por semana, sin descanso, durante toda una década. “Claro que no hay fármacos para convertir a un jugador mediocre en Messi. Pero es que no se trata de eso”, subraya.•