Quique González.- Jugar en la mediapunta siempre fue un trabajo de artistas. A lo largo de la historia del fútbol todos los grandes equipos han vivido de la inspiración del 10, ese chico talentoso y habitualmente inestable que chorrea tanta clase en el balcón del área que los centrales acaban siendo retratados en un segundo de pura admiración. No suelen ser los más rápidos y nunca fueron los primeros en ofrecerse para ayudarte a hacer una mudanza, pero si no están en el campo la tarde de domingo prefieres ponerte un documental de Elvis en Las Vegas. Durante los últimos años el Madrid ha gozado en esa posición de la tardía llegada de Zidane y de la gloriosa intermitencia de Guti. Ha esperado hasta la desesperación a Kaká y ha enviado al fantástico Ozil a Londres agradeciéndole los destellos de más clase que dejó el Madrid de Mou, el ínclito.
Mientras esto pasaba, Isco Alarcón, un chico de Málaga de 5 años entraba en una Escuela de Fútbol un año antes de lo permitido seduciendo ya con su fútbol de calle y playa. Esa temporada ganan el título interprovincial de prebenjamín al Málaga (1-7) y según recuerda a ABC Juan, el entrenador de aquel equipo : "Barrimos gracias a el". Poco después ficha por el Atlético Benamiel, jugando de medio centro y los más viejos del lugar cuentan que llega a dar 70 asistencias por temporada. A los 14 ficha por el Valencia y a los 18 debuta con el primer equipo frente al Logroñés marcando dos goles. (Uno de ellos de auténtico crack, después de bajar un balón que no era de nadie y regateando a cuatro defensores en un sello, con la pelota pegada a la bota y definiendo al primer palo con elegancia suprema). Sorprendentemente no confían en él y acaba volviendo a Málaga para meter al equipo de su vida en Champions en su primera temporada. La segunda llega a rozar las semifinales y toda Europa alucina con el mediapunta del equipo de Pellegrini. Ese verano gana el Europeo Sub- 21 bordando el fútbol junto a Thiago y ficha por el Real Madrid. Un año después, el chico de oro se arrodilla en Lisboa después de ganar la décima Copa de Europa para el equipo blanco. Su entrada en el campo junto a Marcelo cambió al Madrid aquella noche.
En apenas un año y medio tiene enamorado al Bernabéu. Juega escorado a la izquierda como Z.Z en el centro del campo más creativo de las últimas épocas del Madrid. Incluso en el 4-3-3, jugando de centrocampista, es capaz de recuperar la posición, tener instinto para robar y salir con potencia, claridad y elegancia. Tiene un golpeo que dibuja una curva de Gran Premio. Un trote de pistolero lo bastante rápido como para no tener que demostrarlo. Juega pensando en el juego más que en el gol.
Con la naturalidad de los elegidos. Pincha el balón como si hubiera trabajado en un circo. Pero no es un tribunero. Convierte el truco más difícil en la solución más sencilla. Verlo jugar, simplemente, te reconcilia con el fútbol. •