Jesper Blomqvist: «Tengo claro que la final de Barcelona la ganamos por oficio»

La final de 1999 es recordada con el desenlace más increíble de toda la historia de la Liga de Campeones. Jesper Blomqvist fue titular aquel día por las bajas de Paul Scholes y Roy Keane. Un partido que aún hoy recuerda minuto a minuto y que jamás olvidará. Perteneció también a la generación de oro del fútbol sueco y pasó por el ilustre Milan de Sacchi o el Parma de Ancelotti. Casi nada.

Texto Javier Aznar | Fotografía Aperol.- Jesper Blomqvist (Tavelsjö, Suecia 1974) tiene cierto aire de dandy despistado. Ganó la Champions League con el Manchester United, en aquella agónica final de Barcelona frente al Bayern de Múnich, y a los diez minutos ya había perdido la medalla por la hierba del Camp Nou. Jugó en grandes equipos como el Manchester, Milan o Parma, y estuvo a la órdenes de entrenadores legendarios como Sir Alex Ferguson o Arrigo Sacchi. También formó parte de aquella histórica selección sueca de Estados Unidos en 1994 que quedó tercera. Pero Jesper no se da demasiada importancia. Al revés. Parece como si hubiera llegado a esos ilustres vestuarios casi por accidente. Puedo dar fe, tras jugar con él un partido en Old Trafford, de que sigue teniendo bastante toque por la banda izquierda y que sigue poniéndolas igual de bien que antes. Lamentablemente, yo no remato como Cole o Yorke. Después de ducharnos en los vestuarios de Old Trafford, nos tomamos un Aperol (o varios), y conversamos largo y tendido sobre fútbol.

¿Cómo te has sentido al volver a jugar en Old Trafford?
Volver aquí siempre trae muy buenos recuerdos. No es solo volver a pisar este césped o sentir la atmósfera de la grada cuando vienes a ver un partido importante. Tiene magia meterte en las entrañas del estadio, saludar a los trabajadores que llevan toda la vida aquí, el olor… Se te agolpan los recuerdos. Es una de esas ciudades en las que notas que viven el club de una manera muy intensa. Forma parte de ellos.

¿Cuál fue tu partido favorito como diablo rojo?
A nivel individual, mi partido favorito fue uno de fase de grupos frente al Brondby. Ganamos 2-6. Me sentí muy cómodo y jugué a un nivel muy alto. Di dos centros de gol y sentí que dominé mi banda todo el partido. Viví otros partidos más importantes con la camiseta del Manchester, claro está, pero como tuve muchos problemas de lesiones, sí que recuerdo este como uno de los pocos partidos en los que pude demostrar todo mi potencial sin lastres físicos.

¿Cómo recuerdas aquella final de Champions contra el Bayern en Barcelona?
Fue todo muy especial. Los entrenadores siempre suelen decir que salgas a jugar como si fuera un partido normal. Pero evidentemente, la final de la Champions no es un partido cualquiera. El jugador no puede evitar notar que hay demasiadas cosas sucediendo a su alrededor. Demasiado ruido y expectación. Es muy complicado alcanzar tu nivel normal de concentración habitual como en cualquier otro partido. Creo que es uno de esos partidos en los que la experiencia realmente juega un papel crucial. Sé que puede sonar tópico, pero de verdad que ves una diferencia tremenda entre tener en tus filas a veteranos que han pasado por un partido así, y tener jugadores que no. Aquel partido lo ganamos por oficio.

«Tú podías ser un jugador extraordinario que si no le mostrabas mentalidad y actitud a Ferguson, estabas fuera»

¿Qué aprendiste bajo las órdenes de Sir Alex Ferguson?
Con Ferguson la clave era tener siempre una buena actitud y una buena mentalidad. El resto no era tan importante. Es decir, tú podías ser un jugador extraordinario que si no le mostrabas mentalidad y actitud a Ferguson, estabas fuera. Y viceversa: podías ser de un nivel inferior pero si aportabas al equipo algo de lo que te pedía, siempre tendrías sitio. Sus claves eran siempre dar lo mejor de ti, trabajar duro, atacar y, sobre todo, jamás rendirte. Pasado un tiempo, me doy cuenta de que esa fortaleza mental para no rendirnos nunca era nuestra mayor virtud. Podíamos empezar perdiendo que nuestra actitud no variaba un ápice: nos manteníamos jugando igual, sin bajar los brazos, sin romper el esquema, sin volvernos locos. Ese equilibrio entre insistencia y cabeza fría fue lo que nos hizo grandes. No fue casualidad que ganáramos la final de esa forma agónica. No fue un golpe de suerte, sino pura y dura mentalidad. El Bayern jugó mejor fútbol que nosotros en esa final pero aguantamos hasta el final sin descomponernos.

Antes de llegar a la Premier, pasaste por el todopoderoso Milan de los 90 ¿Cómo viviste tu llegada a Milan?
Tal vez mi llegada al Milan fue un paso demasiado prematuro. Yo acababa de empezar a despuntar en Suecia con el Göteborg, y aquel equipo, el glorioso AC Milan, acababa de ganar la Champions con una plantilla enorme. Pero mi objetivo siempre había sido jugar en un equipo como este, así que cuando vinieron con el contrato, no lo dudé. El problema es que llegué en el mercado de invierno a una plantilla casi nueva, un poco a la deriva porque Capello se había ido al Madrid. Primero tuve a Sacchi, que sustituyó a Tabárez, y luego a Capello, que volvió del Madrid pero estuve poco con él. Sacchi es el mejor conocedor de fútbol que he visto. Todo un cerebro. El problema es que ese año tuvimos demasiados nuevos jugadores. Llegaron Dugarry, Davids, Reiziger… La transición no fue fácil.

BRINDIS Blomqvist junto a su compañero en el United Quentin Fortune saboreando un spritz.

Y luego te fuiste al Parma... 
Cuando llegué a Parma todo mejoró bastante. Un equipo y una ciudad más accesibles. Y ya tenía un poco más de experiencia. Además me encontré con Carlo Ancelotti, un grandísimo entrenador. Me acuerdo de que cada cierto tiempo nos reuníamos con el cuerpo técnico todos los jugadores, con nuestras familias, para comer pizza y hablar. No sobre fútbol, sino sobre todo lo demás. Esas cosas eran importantes y Ancelotti es el mejor entrenador que he tenido manejando esos pequeños detalles. Para mí era muy importante saber que con mi entrenador podía hablar normal. Un día estaba jugando muy bien y cuando quedaban 20 minutos Carletto me cambió. Estaba tan cómodo en el campo que le pregunté: “Míster, ¿cómo es que me cambias?”. Y Ancelotti muy apurado me dice: “Ah, perdona. Es que te vi sacando la lengua y pensaba que estabas agotado”. Y yo: “¡No! Ese es un gesto que hago a menudo. Pero no estoy cansado”. Y Ancelotti muy apurado: “Vaya, Jesper. No lo sabía. La siguiente no te cambio”. Realmente era muy comprensible y entendía muy bien a los jugadores. Se podía hablar mucho con él. Tanto en el campo como fuera. Aquel Parma era un equipo muy potente: Cannavaro, Thuram, Buffon, Crespo, Sensini, Dino Baggio.

 «En uno de los primeros entrenamientos con el Milan, Maldini y Baresi se pidieron un espresso justo antes de empezar. Y yo, mientras, como un panoli con mi té»

¿El mejor futbolista con el que has estado en un equipo?
Scholes era verdaderamente espectacular. Un talento natural. Los demás nos matábamos pero Scholes y tenía algo distinto. En el entrenamiento le veías hacer unas cosas increíbles con una naturalidad pasmosa. Era casi insultante para el resto [risas] 

 Por último, me han dicho que tenías un programa… ¡de cocina!... en el canal de tv del Manchester United. ¿Qué hay de cierto en esto?
[Risas] Sí. Cuando me tuvieron que operar (me enseña varios costurones por sus piernas), la cocina fue una buena válvula de escape. Soy un apasionado de la gastronomía desde mi paso por Italia. Me acuerdo de que en uno de los primeros entrenamientos con el Milan, Maldini y Baresi se pidieron un espresso justo antes de empezar. Y yo, mientras, como un panoli con mi té. Me miraron con desaprobación. Tampoco entendía nada de vinos. Desde entonces, me encantan esas costumbres italianas como el café, el buen vino o tomarme el aperitivo como estamos ahora con un Aperol. Mi vino favorito es el de la región de Valpolicella, en Verona. •