*Texto Óscar Abou-Kassem | Fotografía Thomas Canet (Warner).- Jorge Drexler (Montevideo, 1964) admite que como compositor vive en la euforia posterior a la conclusión de un album. Una de sus creaciones se llama ‘Bailar en la cueva’. Un trabajo a la altura de los anteriores que incluye un recorrido por su vida y la de su familia. Le gustan las lunas, cuatro canciones llevan su nombre y también le gustan los balones. De adolescente era pichichi de su equipo. Para evitar errores del pasado vetó conciertos los días que ‘La celeste’ juegase en el Mundial de Brasil. Asume con naturalidad la manera en la que los futbolistas se han convertido en la élite del presente siglo superando la popularidad de los músicos: “¿Quién generaría más quilombo debajo de una sombrilla en una playa de Río de Janeiro: Obama o Messi?”
¿Cómo ha sido el proceso creativo de ‘Bailar en la Cueva’?
La euforia del éxito creativo está sobredimensionada. No me gusta componer porque paso de la euforia maniaca a la obsesión compulsiva y me vuelvo en muy mala compañía. Esos días mientras compongo, prefiero aislarme.
En el disco habla de la catarata de información que nos ahoga.
Catarata de información. Sufrimos un ahogamiento por información. El gran don de esta época es el de la discriminación y el de la profundización. El paradigma de esta época es el surf, un deporte que me encanta, y que consiste en recorrer la superficie de la realidad, saber un poquito de muchas cosas.
¿Es un disco reivindicativo en lo social y musical?
Sobre todo en el plano personal. Recuperar algo muy importante para mí que tiene que ver con la inteligencia corporal. Yo me crié en un entorno en el que se valoraba la inteligencia intelectual y la emocional. Era un entorno muy emotivo y muy cerebral pero era una casa en la que no se bailaba. Luego hay otro aspecto en el que yo considero que no hay una inteligencia superior a otra. La racional no lo es a la emocional ni la emocional a la cinética, la del movimiento. Por eso considero que Messi es un tipo enormemente inteligente. Yo nunca he hablado con él personalmente pero con esa capacidad motriz… ves a Messi y sabes que algo maravilloso pasa en su sinapsis. Pero parece que hay una jerarquía en la que domina la inteligencia racional sobre las demás, y es así porque es la que escribe el discurso.
¿Qué relación ve entre la música y el fútbol?
Uno de los fundamentos de la música desde la prehistoria es la sincronización. Desde la música que se hacía en las cuevas en la que iban siguiendo todos un mismo ritmo y entrando en una fase rítmica y emocional. Uno de los indicadores de que había música en la antigüedad es que se empleaban técnicas de caza coordinadas en las que cada uno tenía un rol, y el fútbol tiene mucho de eso. El fútbol proviene de una sincronización grupal con un objetivo común basado en un tipo de inteligencia particular en un caso la cinética y en otro la musical que tiene mucho que ver con la coordinación musical. Más sobre todo en casos como el del Barça o la Selección española.
De adolescente era pichichi de su equipo. Para evitar errores del pasado vetó conciertos los días que ‘La celeste’ juegase en el Mundial de Brasil.
¿De dónde le viene la pasión por el fútbol?
Yo soy de una familia muy futbolera. Soy socio vitalicio de Peñarol y mi hija también. Yo era un gran enamorado del fútbol hasta que a los 16 años los amigos y las chicas me llevaron por otros caminos. Iba a todos los partidos en el Centenario con mi padre en la época de Fernando Morena, de Unanua, de Quevedo… Un Peñarol glorioso. Mirando atrás todavía no entiendo mi desencanto con el fútbol.
¿Y jugaba?
Sí, jugaba de 9 y de 11. Durante un par de temporadas fui el máximo goleador de la colectividad judía de Uruguay, cuando tenía 16 años. Lo que indica cuál era el nivel de la colectividad. Eran como 8 o 10 equipos. Recuerdo una final que ganamos con dos goles míos. Y yo creo que nunca llegué a ser bueno.
¿Pero recuerda esos goles?
Los recuerdo claramente. Eran partidos muy caóticos y de muy poco nivel. Pero disfrutaba mucho esos partidos y luego en la facultad también. Quise jugar en el Playa Honda, el equipo de mi barrio y mi padre en un acto que no entiendo y que le he reprochado muchas veces no me dejó. No le gustaba el ambiente del fútbol infantil, ya era un poco mafioso en esa época. Había ya pases de niños y dinero, o eso al menos decía él. Yo no paro de preguntarle sobre ello. Cuando llegué a España seguí jugando pero pasados los 30 empecé a lesionarme. Primero una mano y luego otras partes. Empecé a ganarme la vida con los shows y tuve que dejarlo. Yo era muy ‘manya’, muy aurinegro. Mi padre era el otorrinolaringólogo de Peñarol.
Hay una portada del suplemento de Deportes de ‘El País’ de Uruguay en la que sale mi padre y Francescoli. Mi padre examinándole la garganta a un Francescoli con la boca abierta y debajo de la foto pone: “Diga gooooooooooooool”. Era una época en la que mi padre nos hacía entrar a los vestuarios de Peñarol a saludar a los jugadores. Hasta hace poco mi padre iba a ver todos los partidos. Ahora va un poco menos. Cuando juega Peñarol no se puede llamar a casa de mi familia. Todos son de Peñarol. El padrino de mi hija le regaló la ‘Ética’ de Spinoza y el carné de Peñarol siendo un bebé.
¿Y sueña con que vuelve a jugar al fútbol?
Si sí. Y que meto goles. Yo tenía dos sueños recurrentes de gloria. Uno era que me llamaban para sustituir a uno de los Beatles y otro que me llamaban para sustituir a un jugador de Peñarol, para jugar de delantero.
¿Ha vuelto a conectar con el balón?
Me volví a conectar con el fútbol gracias a mi hijo Pablo y también por la mística que tuvo la participación de Uruguay en el Mundial de Sudáfrica. Conecté con una ética del trabajo en equipo y con la humildad de ese equipo además de la valentía y la fuerza de ese equipo.
¿Dónde vio el partido de cuartos contra Ghana?
Ese partido fue una locura. Estaba en Medellín y tenía un concierto al día siguiente en Bogotá. El partido acababa sobre las 5 y a las 6 tenía que estar en el aeropuerto. Pero el partido se fue a la prórroga. Y ya cuando Luis Suárez hace la parada que evita el gol y luego el partido se va a los penaltis dije “me da igual el billete de avión, me da igual cualquier cosa”. Me quedé sin voz y gritando como un loco tirado en el suelo del hotel. Mi manager me decía “vamos los escuchamos de camino”, pero yo no le hacía ni caso. Y con el penalti decisivo de Abreu ya fue la locura.
¿Qué pasó en aquel concierto en Vigo?
La gira llegaba a España con el final del Mundial. Jugábamos el tercer y cuarto puesto contra Alemania. Había un problema con la organización y había que empezar puntuales para poder usar el recinto. Yo estaba viéndolo por el ordenador y veía que quedaban 10 minutos de partido pero estaba muy emocionante, iban 2-2. Y yo les decía: “No es solo por mí. Seguro que en el público hay muchos uruguayos que querrán saber qué pasa con el partido”. El acuerdo con el teatro nos penalizaba de una forma carísima cada minuto de retraso. A todo esto me llaman de repente para salir al escenario. Faltaban cuatro minutos. Salí al escenario con el portátil.
"La banda empieza a tocar y en la primera parte del show tenía tiempo para improvisar un saludo así que decidí narrar lo que pasaba en el partido. Y la gente me iba preguntando “¿Pero cómo van?”. Y en ese momento hubo un tiro libre al borde del área que si Forlán la mete nos vamos a los penaltis… "
La banda empieza a tocar y en la primera parte del show tenía tiempo para improvisar un saludo así que decidí narrar lo que pasaba en el partido. Y la gente me iba preguntando “¿Pero cómo van?”. Y en ese momento hubo un tiro libre al borde del área que si Forlán la mete nos vamos a los penaltis… No me quiero ni imaginar como hubiera salido de esa. El tiró dio a la escuadra y no entró y Uruguay perdió. Después de los Oscar ha sido la vez que más he salido en los telediarios de Uruguay.
¿Está cansado de que siempre le pregunten por lo de aquella ceremonia de los Oscar?
No. Hay preguntas más novedosas que otras pero yo estoy muy contento y muy orgulloso de aquello. Y lo guardo en la biblioteca de mi casa junto a otras cosas que me han orgullecido.
¿Cuáles son sus jugadores favoritos?
Yo soy de la época en la que los jugadores eran un mito. Mi jugador mito era Fernando Morena, el nueve de Peñarol de los 70. Hasta el punto de que un día me lo encontré en un ascensor en un hotel en Santiago de Chile y reviví esa emoción. En ese momento yo ya era conocido y fue un subidón y le dije: “Fernando no te imaginás lo que tú eras para mí, yo tenía tu poster en mi cuarto”.
¿Y Luis Suárez que le inspira?
Me encanta.
¿Se iría a la guerra con él?
Bueno, se mete en batallas propias que no siempre comparto pero tiene ingenio tiene chispa y tiene una malicia sana que está muy bien manejada en el fútbol. A mí me gusta mucho Forlán, aunque siempre me recuerda a su padre Raúl, al que vi jugar. Es un ejemplo de talento innato y de una voluntad de hierro. A veces nos enviábamos mensajes y en un momento complicado suyo le mandé un mensaje diciendo “cuando quieras sacar la cabeza de todo este lio acá tienes un tipo neutral y nos podemos tomar una cerveza y hablar tranquilamente”. Y me contestó: “Muy bien pero yo no bebo cerveza”. El tipo es muy disciplinado.
¿Y con quién habla de fútbol?
Mi gran amigo futbolero es Juanma Lillo. Es quien me mantiene al día de lo que pasa en el fútbol cada vez que quedamos a comer. Ahí tenemos un ejemplo de alguien del mundo del fútbol con un dominio de filosofía aplicada monumental. Hace poco estuve en Colombia y no pude quedar con él y luego me llamó insultándome por no llamarle. Es un intelectual de verdad.
¿Cómo se explica el éxito global del fútbol?
Al igual que lo fue la música tuvo su siglo de oro en el XX cuando la tecnología la puso en un lugar desproporcionado. Sólo desde un punto de vista técnico, el fútbol, es un espectáculo que permite ser visto en directo por más de 80.000 personas, sin necesidad de televisión, pero además de poder ser visto en cualquier lugar del mundo. Un partido de ping-pong no puede ser visto por 80.000 personas. Engarza con el sustituto de las batallas y con los gladiadores. Es una canalización maravillosa para un montón de instintos aunque algunos no lo hagan de la manera correcta.
Para mí, en toda la historia de la humanidad no ha habido un ejercicio de sincronía humana igual que el fútbol, sobre todo cuando hay un partido importante. Con esa magnitud no ha pasado nunca en la antigüedad, sobre todo gracias a la televisión y a Internet. Ni Alejandro Magno era conocido en todas las ciudades de su tiempo ni John Lennon. Pero dime una plaza del mundo en la que pueda salir Messi a tomar un café y no le venga alguien a preguntar algo. Lennon dijo aquello de “Somos más populares que Jesucristo”. Messi ahora podría
decir: “Soy más famoso que los Beatles”. •
*entrevista publicada en nuestro número 8.