Jugarse la vida por el fútbol. Los otros Lamine Yamal de España

Los emigrantes del siglo XIX llegaban a Nueva York con una Biblia en la maleta. Los africanos que se lanzan hoy al mar para llegar a Europa llevan una camiseta de fútbol. Los clubes, lejos de sentirse apelados, solo miran a África para buscar al nuevo Messi.

Diego Barcala.- Un niño mirando por la borda con una camiseta del Barça. Un trabajador de la Cruz Roja tapando con una manta a un helado emigrante madridista. Una vista cenital de un barco en la que se distinguen los colores de todos los equipos de la Premier. Iniesta, Messi, Cristiano con sus viejas camisetas campeonas de la selección. Hemos visto la misma fotografía tantas veces que nos hemos vacunado contra la emoción. ¿Qué significa este vestuario en mitad de la tragedia? ¿Qué nos enseñan esos escudos en el pecho? Solo el fútbol es capaz de conectar la ilusión de un niño europeo que pide una camiseta de 100 euros por su cumpleaños con la de un joven africano que corre de madrugada a su puesto en un cayuco en Mauritania. Los colores son los mismos. El escudo es idéntico. 

El Atlántico se ha tragado en 2024 la vida de más de 191 personas que trataban de alcanzar la costa. La frontera sur de Europa registró 3.997 muertes o desapariciones en el mar en 2023, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones. Es un 35% más de muertes respecto a 2022 en el Atlántico y el Mediterráneo. Seres humanos que se juegan la vida por el fútbol. Se la juegan por alcanzar un sueño que en sus sueños tiene forma de partido de Champions. “Barça o Barsakh (Barça o Muerte)”, dicen antes de emprender el viaje, según relatan varias crónicas desde Dakar (Senegal) que hablan de las rutinas de los migrantes. El fútbol es la representación del éxito, el símbolo de lo que creen que les espera al otro lado del mar y la representación cultural única de Europa en el exterior.

La frontera sur de Europa registró 3.997 muertes o desapariciones en el mar en 2023, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones.

El fotógrafo Jerónimo Álvarez le pide a Mohamed Coulibaly que se ponga serio para el retrato. No puede parar de reír, hace el gesto de la victoria. No es lo que buscamos. Paramos y hablamos un rato. Mohamed es de Mali y tiene 22 años. Lo primero que hizo cuando llegó a Madrid hace dos años fue visitar el Bernabéu. “Todo por el fútbol, solo fútbol”, recuerda que pensó en el momento de partida del viaje que le llevó a Fuerteventura durante cuatro días interminables de navegación. “Cualquier cosa que comía, lo echaba”, narra de su viaje en patera. Consiguió ahorrar 1.000 euros para cumplir un sueño. Posa con una camiseta brillante del Real Madrid sobre un campo de fútbol donde entrena su equipo, Dragones de Lavapiés. Es un delantero alto, rápido y ágil. Una mezcla de Samuel Eto’o y Alexander Isak pero sin picardía. Reconoce que su objetivo en la patera era ser futbolista. Jero lo vuelve a intentar: “Cierra los ojos, imagina que estás dentro del Bernabéu”. Le cuesta abrirlos de nuevo. Ya no sonríe. Desea con toda la inocencia del mundo cumplir su sueño. El retrato es perfecto. 

COULIBALLY» 22 años, delantero del Dragones de Lavapiés. Foto. Jero Álvarez.


"El fútbol es para ellos la metáfora de Europa. Representa el éxito, el dinero, es una pasión que mueve a cualquier chaval del mundo, así que imagina en África donde viven situaciones durísimas de las que acaban huyendo. Algunos no saben ni dónde están las islas Canarias, pero saben perfectamente quién es Cristiano Ronaldo o Messi. Y otros tantos no dicen que quieren ir a Barcelona, quieren ir a Barça… Además es el deporte que les une al llegar aquí, cuando están solos, frente a la realidad que no esperaban.

Hay algo relacionado con el éxito y que tiene que ver con el fútbol y con esa visión idealizada que tienen de Europa. Están en Senegal viendo en Facebook el estadio del Real Madrid, la torre Eiffel o el Camp Nou y sueñan con esa prosperidad, con ese futuro. Y lo que se encuentran cuando llegan no es nada fácil», explica la periodista María Martín.

Es su terapia”, explica María Martín, periodista especializada en inmigración en el diario El País. Martín ha recorrido en los últimos años todos los puntos calientes de la crudeza emigratoria en el sur de Europa. De hecho interrumpe la entrevista por un cuádruple fallecimiento en El Hierro que le obliga a enviar una crónica de urgencia.

Ha entrevistado a centenares de emigrantes. Tiene todo el fenómeno migratorio en la cabeza. “Hay algo relacionado con el éxito del viaje que me inquieta. Tiene que ver con el fútbol y con esa visión idealizada que tienen de Europa. Están en Senegal viendo en Facebook el estadio del Real Madrid, la Torre Eiffel o el Camp Nou y sueñan con esa prosperidad, con ese futuro. Y lo que se encuentran cuando llegan no es nada fácil. No van a morir de hambre y tienen una urgencia para ir al hospital, pero su situación es penosa y eso no sale en Facebook. He entrevistado a muchos senegaleses que se arrepienten de haber venido”.

Sus compañeros dicen que a Mohamed Benbarba se le nota que acaba de llegar. Le cuesta sonreír, no entra en las bromas ni en los corrillos del equipo. Pelea cada balón como si fuera el último. Es claramente el jugador más fuerte y rápido del entrenamiento pero no consigue funcionar en las jugadas. Si no le pasan se enfada muchísimo. Con apenas 16 años tiene el sufrimiento y la impaciencia en la mirada. Apenas consigue expresar en francés algunos datos biográficos del viaje de 4.800 km que hay desde su pueblo en Guinea Conakry hasta Madrid. Llegó hace tres meses. Su compañero de banda en el equipo y tocayo, Mohamed Kondry, que pasó la frontera de Ceuta en los bajos de un camión, es marroquí y habla por él: “Este pagó 6.000 euros por su viaje”. Ambos llevan la camiseta del PSG, el máximo símbolo del fútbol negocio.

EQUIPO» Uno de los entrenamientos en Madrid.

Y esa camiseta falsa, con el nombre de la superestrella Mbappé cuyo culebrón de fichaje por el Real Madrid alimenta la industria del entretenimiento del fútbol es clave para entender el retrato que ocupa la portada de esta edición. “La foto que más me gusta es la del PSG con el nombre de Mbappé en la manga, es la que mejor representa el fútbol negocio. El retrato de Moha tiene un toque imperfecto porque es una imagen onírica, de heroicidad por el mito del viaje, por eso también el naranja del atardecer. Me hace más ilusión esta portada que las de las estrellas del fútbol que hemos hecho. Esas de futbolistas famosos me gustan por mi hijo, que es un fanático y por conectar con mi yo infantil, pero estas fotos son muy especiales”, explica el retratista Jerónimo Álvarez durante la sesión de fotos del reportaje. 

CAMISETAS
Cada camiseta de fútbol en una patera agarra por el pecho a todos los que forman parte de la industria de este deporte. A los clubes, a los periodistas, a los patrocinadores y a los aficionados. 

Cada uno convive con su conciencia y sus contradicciones. Los periodistas discutimos si 50, 60, 100 millones de euros son suficientes por una estrella con total naturalidad. Y los clubes solo miran a los países de procedencia de estos particulares fans que se embarcan con su escudo en el pecho para buscar talento barato que permita seguir haciendo girar la rueda.

Un lugar común de las entrevistas a futbolistas retirados es el comentario sobre la escasez de originalidad y talento de los nuevos jugadores. Los clubes de Europa y Latinoamérica han profesionalizado tanto sus métodos y sus academias que los jugadores parecen cortados por el mismo patrón. Ya no hay talento de calle, suelen advertir. “Messi es el último jugador que mezcla calle y academia”, reitera Jorge Valdano cuando explica el origen del talento de su compatriota.

Bako también es de Mali y también se apellida Diarra. Tiene 22 años y no vive en la Masía sino en un piso compartido en San Cristóbal de los Ángeles, Getafe. Bromea sobre su calidad futbolística y parece haber abandonado su sueño de ser futbolista

En el contexto de una entrevista sobre el uso de la tecnología en el scouting, el jefe de ese departamento en el FC Barcelona, Paulo Araujo, pone sobre la pista de lo que está sucediendo en África: “El mayor mercado del mundo ya no es Sudamérica. Ahora es África donde más de la mitad de la población es joven. Muchos clubes franceses y escandinavos están haciendo mucho dinero. Hay muchos jugadores que están volviendo a África y creando academias. El mundo ha cambiado, el fútbol de calle ahora está en África. Yo viví en Sudáfrica y nunca vi tanta creatividad en el juego”. 

Semanas después de la entrevista el FC Barcelona anunció el fichaje del maliense Ibrahima Diarra, de 17 años. “El joven empezó a jugar al fútbol en las calles de su país, donde pronto llamó la atención de los ojeadores de la academia Africa Foot, una de las más prestigiosas del continente. Allí se formó como jugador y como persona, recibiendo una educación integral que le ha permitido compaginar el deporte con los estudios”, dice la web de DAZN sobre el fichaje. 

 
DIARRA» Bako tiene 22 años y llegó a España en patera hace 3 desde Mali.

Bako también es de Mali y también se apellida Diarra. Tiene 22 años y no vive en la Masía sino en un piso compartido en San Cristóbal de los Ángeles, Getafe. Bromea sobre su calidad futbolística y parece haber abandonado su sueño de ser futbolista. “De momento estoy estudiando de mozo de almacén”, dice disfrazado del Inter de Milán. Llegó hace tres años a Las Palmas de Gran Canaria después de cuatro días en patera. Su hermano pagó por su sitio en la embarcación ¿Recuerdas el viaje o ya has conseguido olvidarlo? “No me voy a olvidar nunca. Cuatro días sin comer”, explica este fan incondicional de Sergio Ramos. De las 12.000 personas llegadas a Canarias en 2024, el 60% son compatriotas de Diarra, según datos de ACNUR. El conflicto entre el norte y el sur de Mali comenzó en 2012 trufado de yihadismo. La Corte Penal Internacional abrió una investigación en 2013 por crímenes de guerra.

De las 12.000 personas llegadas a Canarias en 2024, el 60% son compatriotas de Diarra, según datos de ACNUR. El conflicto entre el norte y el sur de Mali comenzó en 2012 trufado de yihadismo. 

Quizá la diferencia entre los dos Diarrá es un simple golpe de suerte. O quizá sea cierto que el fútbol profesional es la única salida de éxito que ven los jóvenes de Mali, Costa de Marfil o Senegal. Tal y como explica Araujo, los acuerdos entre clubes europeos y escuelas de reciente creación en África no paran de crecer. De una de esas escuelas, en Ghana, salió uno de los talentos que pasan prácticamente de la calle a protagonizar un fichaje millonario en apenas tres años. Es Mohamed Salisu, de la African Talent Football Academy del madrileño Fran Castaño. “Llegó con 17 años, era ya muy mayor pero era buenísimo, entraba por los ojos, zurdo… Contacté con Víctor Fernández, el exjugador del Valladolid y Villareal, que era el entrenador del juvenil [del Valladolid], le dije que tenía un chico de bastante nivel y le consiguieron una prueba. Todo fue muy rápido, un cuento de hadas, que casi nunca pasa porque llegó ya con 18 años y lo vendieron por 12 millones al Southampton”, relata.

Castaño formaba parte del equipo técnico del Leganés cuando decidió cambiar de vida y mudarse al sur del planeta hace casi una década. “Estaba cansado de la rutina, quería abrir mi mente, probar otras cosas y siempre me había atraído África. Mi madre tenía muchas revistas Mundo Negro y supongo que por eso siempre había tenido ese sueño infantil de ir allí. Conocí por Twitter a un periodista que trabajaba en un club de Ghana que se llama Asufok, es el más famoso del país. Le fui preguntando poco a poco y me consiguió una reunión con el equipo y me fui para allá un mes. Me ofrecí a hacer análisis de vídeo, de los rivales… y fue un desastre. Yo soy de Colmenar de Oreja y no hablaba nada de inglés. Bueno, con el google translate… además el entrenador, que había sido un jugador importante, me miraba con recelo, en plan, ¿quién se cree este para decirnos qué hacemos mal? Pero poco a poco pude ayudarles. Por las tardes vi que había muchos campos con niños jugando así que me acerqué a uno de ellos y les ofrecí ser su entrenador. Había muchos partidos y jugaban una especie de liga de colegios. Me abrí camino por ahí y me ofrecieron casa y comida a cambio de ser entrenador de uno de esos equipos. Ya tenía el objetivo cumplido”, explica

«Estaba cansado de la rutina, quería abrir mi mente, probar otras cosas y siempre me había atraído África. Mi madre tenía muchas revistas Mundo Negro y supongo que por eso siempre había tenido ese sueño infantil de ir allí. Conocí por Twitter a un periodista que trabajaba en un club de Ghana que se llama Asufok, es el más famoso del país» 

De aquella aventura han pasado 10 años y Castaño consiguió un trabajo como seleccionador sub 17 y sub 20 de Níger. Después de mil y una aventuras con las corruptas federaciones africanas volvió a Ghana, conoció al hijo de un inversor inglés que se interesó por su idea de fundar una escuela de fútbol que diera una educación integral a sus jugadores y fundó la academia. Al poco tiempo tuvo el éxito de la venta Salisu cuyo traspaso a la Premier fue el mayor ingreso de la historia del Real Valladolid. Un pequeño porcentaje del dinero de la venta del central le permitió continuar con su particular proyecto a medio plazo. “A veces te pones a hablar de jugadores de África, del talento sin explotar, de su poderío físico, de posibilidades de fichajes… y se te olvida qué es lo que estamos haciendo aquí. En nuestra escuela aprenden idiomas, se forman y les educamos para que sepan en todo momento que el caso de Salisu no es lo normal. Aún así las familias te entregan a sus hijos con fe ciega en que sean futbolistas. Para mí si el fútbol no tiene un impacto social en estos países no sirve de nada”, denuncia. 

La relación de los clubes europeos con las escuelas africanas obedece casi al milímetro al cliché colonialista. Diamantes de sangre, materia prima barata, máxima rentabilidad, talento por explotar… Millones de niños jugando horas y horas en la calle, desarrollando una pasión que han visto en la tele a todas horas. Ven los partidos en la tele con total pasión y en cuanto pueden se enfundan una camiseta de su ídolo comprada en cualquier mercadillo. Le otorgan un valor protector para cuando toque lanzarse al mar. La misma protección divina que buscaban los emigrantes del siglo XIX cuando llegaban a la isla de Ellis de Nueva York con una Biblia en la maleta. Un museo en esa isla expone los libros sagrados de los migrantes. Un homenaje que el fútbol tiene pendiente para sus fieles del sur. •