Julio Llamazares: «Es de cajón. El fútbol es una metáfora del mundo»

De entre todas las catedrales que forman parte de su vida literaria, seguro que el escritor Julio Llamazares guarda una bella jugada.

Texto Alfonso S. Lozan | Fotografía Lino Escurís.- En una época en la que parecía que las letras y la pelota no casaban, Julio Llamazares (Vegamián, León,1955), jugaba al fútbol y escribía poesía. Hoy sigue viendo fútbol con una visión romántica. En el deporte, como en la vida, siente simpatía por el modesto. En su obra ha dejado ver su pasión por el fútbol con un relato sobre el fallido penalti de Djukic, recogido en ‘Tanta pasión para nada’. Hay bastantes escritos y cuentos sobre fútbol.

Tú escribiste sobre el penalti de Djukic, Alberti una Oda a Platko, pero todavía no hay un género propio de literatura sobre fútbol como sí que lo hay de viajes o la novela negra. ¿Por qué el fútbol no tiene ese estatus propio?

Cuando yo tenía 17 años, jugaba al fútbol y escribía. Estaba en un equipo de un barrio de León, en La Peña, y a la vez formaba parte de un grupo de poesía. En el equipo tenía que ocultar que hacía poesía, porque lo considerarían un signo de poca virilidad y, a la vez, en el grupo de poesía no presumía de jugar al fútbol porque me habrían considerado un marciano. Se consideraban dos cosas incompatibles. En los últimos años ha habido un cambio en ese sentido al que han colaborado antiguos futbolistas y entrenadores como Jorge Valdano o Quique Setién y periodistas deportivos como Segurola, García Candau o Maldini.

«En el equipo tenía que ocultar que hacía poesía, porque lo considerarían un signo de poca virilidad y, a la vez, en el grupo de poesía no presumía de jugar al fútbol porque me habrían considerado un marciano. Se consideraban dos cosas incompatibles.»

Gente culta a la que le gusta el fútbol. Se ha producido una dignificación de algo que es de cajón: el fútbol es una metáfora del mundo. El balón es el mundo a escala pequeña. Ha empezado a haber una dignificación del fútbol sobre todo en Hispanoamérica, con escritores como Galeano. Sobre el mundo del narcotráfico, sobre viajes se ha escrito muchísimo y es inconcebible que con las pasiones que mueve el fútbol apenas se haya escrito de él. Ha habido gente que, como Valdano, ha hecho mucho por unir dos mundos, el de la cultura y el deporte, que hasta ese momento solo había juntado el equipo de mi ciudad, la Cultural y Deportiva Leonesa, pero solo en el nombre.

¿Qué tiene más matices literarios, un fallo como el de Djukic o el de Arconada o el golazo de Messi, la chilena de Cristiano…?
No es que tenga más belleza el fracaso que el éxito. Pero siempre me he sentido más cerca de los perdedores que de los triunfadores. Por eso, si yo escribo un cuento de fútbol, lo hago del penalti de Djukic. Si lo hubiera metido, seguramente nunca habría escrito sobre él. Es la atracción que destila la frase que pongo en boca de su madre: “Tanta pasión para nada”. Eso es la vida. El fútbol es igual. Acaba la temporada, llega el verano y ¿tanta pasión para qué? Un equipo, en vez de no sé cuántBebetoas copas de Europa, tiene una más; el otro tiene otra Liga más ¿Y qué? Durante todo ese año la gente ha dormido mal porque ha perdido su equipo, ha discutido con los amigos, hasta se ha insultado el bar o en la calle con otro ¿Y todo para qué? Para nada, ya ves. Acaba la temporada y el mundo sigue sin fútbol.

¿Entonces buscas más el fallo que el acierto para escribir sobre fútbol?
Yo lo que busco en la vida es la belleza, la emoción. Es lo que me mueve al ir a ver una catedral, un partido de fútbol, un paisaje… Eso está en lo que acaba bien y en lo que acaba mal. No necesariamente en el perdedor.

¿Hay algún jugador o entrenador que te serviría como personaje para una novela?
No me lo he planteado. Tengo cierta debilidad por los perdedores, en todas las novelas. El maquis que ya está perdido, el hombre que vive solo en un pueblo de los Pirineos… seguramente es mi visión del mundo. Los triunfadores ya tienen mucha gente para escribir sobre ellos. Si yo escribí sobre el penalti fallado por Djukic fue porque me recordó una película del Oeste: ‘Solo ante el peligro’.

La cantidad de concatenaciones del destino que se dieron para que este hombre, que no sabía dónde estaba La Coruña cuando lo ficharon, tuviera el destino del Deportivo y de toda Galicia en sus botas es fabulosa: que  no se atreviera a lanzar el penalti, que a Donato le acabaran de cambiar, que el árbitro pitara el penalti… Es como el determinismo histórico.

*Texto completo en Líbero 26:

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