Javier Aznar.- Y de repente a Toni Kroos le quedaban tan solo dos partidos con el Real Madrid. De un día para otro. La vida cambia así de rápido. Una noche estaba dando un recital ante toda Europa en el Allianz Arena y a las dos semanas mandaba un comunicado anunciando su retirada. Para este tipo de cosas debería haber simulacros, como ocurre en los edificios de oficinas para los incendios o los terremotos. Y así podríamos estar mejor preparados cuando ocurra una catástrofe así. No puede ser que no haya un protocolo de actuación. Tendrían que existir unas instrucciones, un manual al que acudir. Expertos con los que hablar para facilitar el proceso. Líneas abiertas en el club para poder charlar con alguien en mitad de la madrugada cuando la ausencia de Kroos de repente te golpee de manera inesperada.
Hay gente que se toma a broma el dolor que uno puede llegar a sentir cuando se retira su futbolista preferido. Más aún si ocurre a una edad algo temprana y en plenitud física, sin lesiones de por medio, como es el caso de Kroos. Imagina que tu músico favorito anunciara que solo va a sacar dos canciones más. Y que el resto de tu vida vas a tener que estar revisitando sus anteriores trabajos, recordando sus conciertos, tarareando alguno de sus grandes éxitos como una vieja letanía hasta que ya nadie recuerde lo que estás murmurando. Pero nunca más le podrás ver tocando sobre un escenario. Jamás. Te sientes huérfano, despojado de algo que creías eterno porque a fin de cuentas todos los aficionados de fútbol estamos abonados al pensamiento mágico.
Hay gente que se toma a broma el dolor que uno puede llegar a sentir cuando se retira su futbolista preferido. Más aún si ocurre a una edad algo temprana y en plenitud física, sin lesiones de por medio, como es el caso de Kroos.
Contaba Joan Didion en su libro ‘El año del pensamiento mágico’ que un buen día se sentó con su marido John a cenar en su apartamento de Manhattan y que este se murió ahí mismo, delante de ella. Desde entonces, cuenta en el libro, se sorprendía una y otra vez pensando tal y como lo haría una niña de 6 años, como si sus ideas y deseos tuvieran el poder de cambiar el curso de la narrativa, el resultado final. Ese es el pensamiento mágico. Por ejemplo, no quería tirar unos viejos zapatos de su marido porque entonces John “no tendría cómo volver a casa”. O cuando falleció su chef y amiga Julia Child se dijo a sí misma, algo aliviada: “Mira, ahora al menos podrán cenar juntos John y Julia”.
Con el fútbol nos ocurre algo muy parecido a todo esto. Nos hace pensar como niños de 6 años. Creemos que nuestros ídolos y jugadores favoritos van a durar para siempre. Un canterano sigue siendo un canterano aunque cumpla 80 años. Te convences de que tus pequeñas supersticiones, manías y rituales pueden alterar el rumbo y devenir de un partido. Y te aferras a la estúpida idea de que si Kroos va renovando año a año, “de a pocos”, eso hará de algún modo que no pasen las hojas del calendario. Y te lo crees todo.*