Fotografía Bleda y Rosa
Diego Barcala.- ¿Ha entrado usted, alguna vez, a un estadio vacío? Haga la prueba. Párese en medio de la cancha y escuche. No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie”. No es una cita del fútbol pandémico. Es el escritor uruguayo Eduardo Galeano describiendo en 1995 la fuerza de los estadios. Da igual el Bernabéu que un campo abandonado a las afueras de un pueblo. La presencia de una portería descuidada sin red sobre un terreno baldío que todavía guarda las pisadas de tacos en el barro seco es puro arte. Los fotógrafos María Bleda (Castellón 1968) y José María Rosa (Albacete, 1970) captaron esa esencia a principios de los 90 en varios campos de fútbol rurales en la comunidad valenciana. Fue la primera obra que dio a conocer a Bleda y Rosa, premios nacionales de fotografía en 2008.
El Museo Reina Sofía es uno de los centros que cuenta con la colección completa de las 18 fotografías de la serie que define así: “Campos de fútbol abandonados, que en algunos casos han perdido su función original, con la intención de reflexionar sobre el paso del tiempo en relación a un espacio geográfico determinado, así como de tratar un «tipo» de lugar y no un lugar determinado e identificable”. “Aquel primer trabajo fue un reencuentro con espacios de nuestra infancia. Son campos de la periferia y los pueblos en los que habíamos notado esa especie de abandono. Fue un ejercicio de memoria a través de nuestra mirada, a nuestra manera de entender lo que para nosotros era un campo de fútbol que no son estos grandes estadios”, explica Bleda a través de Skype.
“También son espacios que forman parte de nuestra cultura. Los campos que nuestra generación, las anteriores y alguna posterior tienen muy presente porque la relación social pasaba por esos lugares y sigue pasando porque tenemos muchos amigos cuya vida sigue pasando por llevar a su hijo a ese partido del sábado. Y a nuestro propio hijo también”, añade Rosa. La serie de fotografías fue concebida entre 1992 y 1994. Muchas de aquellas porterías de Burjassot, El Grao, Burriana, Godella o Paterna ya ni existen. “Hay algunos incluso en los que el lugar sigue existiendo pero ya no está la portería”, precisa Rosa. Todas representan tiempos pasados. Y silencio. Están plantadas sobre lo que fue, sin que nadie les dé uso en el instante en el que fueron capturadas por el objetivo de Bleda y Rosa. “Cuando íbamos buscando estos campos de la periferia de los pueblos encontrábamos que en algunos se seguían utilizando y había vida pero en otros se echaban a reír por no llorar porque decían que ya no había niños.
Por eso lo titulamos Campos de fútbol, porque es el campo como paisaje, que es sobre lo que ha girado nuestro trabajo”, recuerda Bleda. Se refiere a su trabajo posterior titulado Campos de batalla, donde retratan terrenos donde la historia dice que se produjeron batallas trascendentes. Y es la fuerza del vacío de aquel ajetreo, el de las espadas y las lanzas o lo balones al área, lo que atrae de estas imágenes. “La portería como una escultura, un volumen en el espacio”, añade Bleda antes de que Rosa complete: “Es un espacio bastante atemporal. Nos pasa a veces ahora que vamos por la carretera y ves alguno de estos campos y dices… volvería a hacerlo”.
Las porterías de Godella o Paterna tienen la base de los postes pintados de negro. Pura poesía para los nostálgicos del fútbol radiofónico con los resúmenes de Estudio Estadio como única fuente audiovisual para ver los goles de la jornada. También hay incluso una que se sostiene en pie milagrosamente porque parece estar formada por tuberías recicladas y recuerda a esos campos improvisados que a veces se ven en lugares inhóspitos en Los Andes. “Es universal, incluso en Perú vimos porterías parecidas porque hay que decir que hasta la ausencia de redes o de otros elementos explica que ese objeto ha sido usado y que la esencia del fútbol hace que incluso se pueda jugar sin red”, explica María.
Pese a su exploración artística del fútbol no son unos forofos, se diría que ni siquiera grandes aficionados. Por residencia podrían ser unos ilustres de las gradas de Mestalla como lo fue el pintor Juan Genovés casi hasta su muerte. Pero no, Bleda y Rosa son testigos del significado social y cultural del fútbol. Y como tal es inevitable preguntar por otro monumento al fútbol, en el lado opuesto de la ilusión infantil que es el bloque de hormigón inacabado del Nou Mestalla en su ciudad. “La verdad es que tratan de acabarlo pero tal y como está ahora mismo es el monumento perfecto a la situación”, explica José María.•