La futbolista que se vendaba los pechos

Nita Carmona, jugadora del Vélez Football Club de los años 20, convenció a sus compañeros para jugar disfrazada de hombre. Murió a los 32 años y sobre su féretro depositaron su camiseta. Con su desaparición se llevó su secreto guardado por sus compañeros durante décadas.

Néstor Cenizo.- Una pregunta sin respuesta rondaba sin tregua la cabeza de Jesús Hurtado. “¿Quién fue Veleta?” Era 1998 y Hurtado, un periodista con alma de arqueólogo había rastreado todos los motes de las alineaciones del Vélez Football Club en los años 20 y 30, menos uno. Veleta era el apodo que a Hurtado, un tipo con afán coleccionista, se le resistía. Sus fuentes siempre eludían la respuesta: “¿No te basta con saber todo lo demás?” Hurtado explicó a uno de aquellos veteranos del fútbol y la vida que Veleta era el sello que faltaba en su colección. Una pieza única que le estaba volviendo loco. Y que, caramba, si la cuestión era la homosexualidad de Veleta (como se figuraba), eso qué le importaba a él. Entonces se lo dijeron: “Es que Veleta fue una mujer”.

LOS ORÍGENES
Nita Carmona fue Veleta, probablemente la primera “footballier”, dice Hurtado, que relata esta historia a borbotones, con el desparrame de quien se la sabe al dedillo de tanto contarla. Es la historia de una joven malagueña, nacida Ana Carmona Ruiz el 16 de mayo de 1908. Su padre fue estibador, de modo que desde pequeña Nita observó con fascinación aquel juego de pelota que practicaban en la explanada del puerto de Málaga los marineros ingleses recién llegados de Gibraltar. Aquello, que pudo quedarse en recuerdo de infancia, se transformó en algo más por una casualidad. Nita vivía en la barriada de Segalerva, donde fue a instalarse el campo del Oratorio Festivo Salesiano.

Su padre fue estibador, de modo que desde pequeña Nita observó con fascinación aquel juego de pelota que practicaban en la explanada del puerto de Málaga los marineros ingleses recién llegados de Gibraltar.

El cura Francisco Míguez vio en aquella moda del fútbol una oportunidad: entendió que los partidos podían ser un evento propicio para recaudar fondos para los niños pobres de Málaga y agrandar su parroquia, y pronto aquello se convirtió en el epicentro del incipiente fútbol provincial. Los mejores equipos pasaban por Segalerva. Allí Nita le pegaba patadas al balón y el Padre Míguez la dejaba hacer. ¿Qué problema había en que una niña diese unas patadas a una pelota? Poco a poco, la niña fue cogiendo soltura, hasta que llegó su oportunidad de integrarse en el club de su vida, el Sporting Club de Málaga. Primero, como encargada de lavar la ropa a escondidas de todos, menos de su abuela. Después, como jugadora. Siempre lejos de su barrio o en otros pueblos, y con gorra y el pecho vendado para disimular su feminidad. Hurtado la describe como fornida, fuerte y alta, y dice que destacaba porque era "briosa" en la posición de pivote defensivo.

1922» Un partido de 1922 de su equipo. Nita Carmona es la sexta empezando por la izquierda.

Puede que fueran las quejas de algún rival, o quizás la estrechez con la que en la época se contemplaba la práctica deportiva. Los pantalones cortos eran anatema, y sudar estaba mal visto. La recién creada Federación Sur llegó a pedir a la Guardia Urbana que vigilase el campo de Segalerva para evitar que jugara Carmona. El caso es que a Nita la descubrieron más de una vez en Málaga. “Entonces se armaba un pitote”, resume Hurtado. Miguel Ángel Carmona, un primo de Nita, le contó que la arrestaron en un par de ocasiones por alteración del orden público y que el padre Míguez tuvo que sacarla del calabozo. “Incluso llegaron a raparle el pelo. En realidad, le estaban haciendo el mayor favor”.

La arrestaron en un par de ocasiones por alteración del orden público y que el padre Míguez tuvo que sacarla del calabozo. «Incluso llegaron a raparle el pelo. En realidad, le estaban haciendo el mayor favor»

Fue la propia familia quien le pidió que se fuera. Huyendo del escándalo y por mediación de un familiar, Nita llegó a Vélez-Málaga, un municipio a unos 30 kilómetros de la capital. Su primo Quero, un tipo guapo (“Juega Quero. Señoritas gratis”, se anunciaba) la introdujo en el equipo y el impacto fue tal que algunos le hicieron cancioncilla: “¿Dónde vas, club veleño, con tus cinco delanteros? Voy con Veleta, a meterte cinco a cero”.

COLECCIÓN» La casa de Jesús Hurtado es un museo del fútbol con materiales de Pelé, Fontaine o Ricardo Zamora.

Nunca hubo denuncias en Vélez-Málaga. Probablemente, nunca se supiera en el pueblo que Veleta era una mujer. Sus compañeros, que estaban en el secreto, sí sabían que Nita entraba por una puerta trasera del campo de El Tejar y salía ya equipada y discretamente masculina. Sólo en un Carnaval se retrató visiblemente mujer y ataviada con su indumentaria futbolística.

Murió con 32 años víctima de la fiebre exantemática, conocida entonces como “piojo verde”, y la enterraron en el antiguo cementerio de San Rafael. Quienes conocieron la historia en vida contaron que sus compañeros pagaron el funeral. Sobre su ataúd, la camiseta del Sporting de Málaga, el club de su vida aunque tuviera que huir.

PACTO DE SILENCIO
Hoy, Nita es un emblema de la pasión por el fútbol y la rebeldía, y sus compañeros, ejemplo de lealtad. Jesús Hurtado explica que durante más de sesenta años le guardaron el secreto, por vergüenza, por lealtad, o por ambas.

-Cuando preguntaba por Veleta... Había una complicidad. Un halo de que algo pasaba, porque no contaban nada. Siempre me toreaban. Y yo preguntaba: ¿esto por qué? Y me decían: “Es que era muy especial”.

“Me da la sensación de que tenían un pacto de silencio que llegó hasta el final”, dice el periodista.

Él llegó a Nita después de acumular confidencias con cualquiera que haya tenido algo que ver con el Vélez, un modesto club de fútbol. En 1997 escribió su historia, que ahora quiere reeditar. Investigador, coleccionista, curioso y documentalista, en su casa lucen las botas de Just Fontaine (13 tacos, como los goles que marcó en los mundiales), los borceguíes de El Divino Ricardo Zamora o una camiseta de Pelé en Evasión o Victoria.

De un armario saca un tomo de crónicas que se remontan a los años 20, y anuncia que el primer portero del Vélez Football Club fue José Casamayor. También estaba Batatero, llamado así porque su padre vendía batatas. Pepillo el Monstruo era, en realidad, Cesáreo López López y Patacañón fue hermano de un alcalde que tuvo el pueblo, allá por los años 20. Cosas que sólo puede saber un arqueólogo del fútbol modesto, un tipo tan capaz de recitar embalado los motes de hace un siglo como de pararse a preguntar: “¿Quién fue Veleta?”. Y descubrir que fue la mujer que se vendaba los pechos para jugar al fútbol. •