La gira que revolucionó el fútbol español

San Lorenzo de Almagro llegó en 1947 a una España de Franco aislada del mundo. Era el primer equipo extranjero en visitar el país en una década. La exhibición fue tal que su juego revolucionó todos los conceptos futbolísticos teorizados hasta entonces.

Texto Concepción Martín Moreno | Fotografía Asier Arrate, Rafael Carpacho y Pachy Dopico (Archicos Athletic Club, Sevilla FC y RC Deportivo La Coruña).- Era 6 de enero de 1947. Como el mejor regalo de Reyes Magos para su madre, el hijo pródigo regresaba a casa. “El vasco” Ángel Zubieta había salido de España ocho años antes para fichar por un equipo argentino que le conoció a raíz de una gira con la selección de Euskadi poco después del estallido de la Guerra Civil. Ahora volvía a su Galdácano natal convertido en capitán de esa escuadra: San Lorenzo de Almagro. Un Galdácano reforzado con suplentes sanlorencistas y jugadores del Athletic de Bilbao (entonces Atlético por mor de la ley que obligaba a la castellanización de extranjerismos) se medía en aquella jornada festiva al campeón argentino. Solo hubo dos tiempos de 20 minutos y los visitantes, que un día antes habían jugado contra los leones, apenas pusieron interés en el choque, según crónicas de la época. Quizá por todas estas razones aquella derrota por 4-1 no suele incluirse en el balance de la exitosa gira ibérica (ocho partidos en España y dos en Portugal) que los azulgranas efectuaron entre diciembre de 1946 y febrero de 1947. San Lorenzo cerró con cinco victorias (ante Atlético Aviación, un combinado español -dos veces-, Oporto y un seleccionado lisboeta), cuatro empates (Atlético de Bilbao, Valencia, Deportivo de La Coruña y Sevilla) y una derrota (Real Madrid) un periplo que trascendió lo meramente deportivo.

La visión franquista del fútbol como un instrumento para adormecer, acallar o contentar a las masas disconformes fue un ingrediente esencial en aquella gira de San Lorenzo. La Guerra Civil (1936-39) y la posición de Francisco Franco en la Segunda Guerra Mundial (1939-45) habían dejado al deporte español sumido en una década de aislamiento de cualquier influencia extranjera. Sin duda y más allá de las consideraciones propagandísticas y proselitistas con las que el régimen franquista tiñó aquella visita -y que, a su vez, impregnaron las crónicas periodísticas-, la llegada de “la alegre muchachada sanlorencista”, como la bautizó el semanario deportivo Meta, abrió un intenso debate sobre el futuro del fútbol en España, con opiniones antitéticas que fueron desde la defensa a ultranza de lo nacional hasta una feroz autocrítica. El 17 de diciembre de 1946 aterrizaba en Madrid la expedición del San Lorenzo de Almagro, una especial “embajada argentina” en un momento crítico, internacionalmente hablando, para España. La Asamblea General de las Naciones Unidas había analizado hasta el día anterior la llamada “cuestión española”. Franco era considerado una amenaza para la paz mundial y se estudiaba la conveniencia de una intervención en el país o de alguna sanción al régimen para restaurar las libertades cívicas. El organismo multinacional conminó a sus miembros a retirar a sus diplomáticos de suelo español, pero se topó con el voto contrario de Juan Domingo Perón, presidente de la República Argentina.

La visión franquista del fútbol como un instrumento para adormecer, acallar o contentar a las masas disconformes fue un ingrediente esencial en aquella gira de San Lorenzo. La Guerra Civil y la posición de Francisco Franco en la Segunda Guerra Mundial  habían dejado al deporte español sumido en una década de aislamiento de cualquier influencia extranjera

El dictador agradeció al dirigente suramericano su oposición a legitimar la injerencia de la ONU en asuntos de Estado, a lo que el presidente argentino respondió con un escueto y profundo mensaje: “Amamos a España y a la verdad”. Además de enviar aquella misiva y ayuda alimenticia para abastecer a los hambrientos estómagos españoles en esa época de escasez, proveyó de maná azulgrana a los famélicos aficionados futboleros, que llevaban diez años sin contemplar equipos foráneos: San Lorenzo, con su poderosísimo tridente ofensivo integrado por Armando Farro, René Pontoni (ídolo del actual Papa Francisco) y Rinaldo Martino, capitaneado por Zubieta, se había proclamado campeón local, diez días antes y por tercera vez en su historia, tras un enconado duelo por el liderato con Boca Juniors. No podía haber mejor legación diplomática del país suramericano. Perón también desafió a la ONU con el nombramiento de un embajador real, Pedro Radío, quien llegó a Madrid el 16 de enero de 1947, en coincidencia -nada casual- con el duelo que San Lorenzo iba a disputar ante un combinado nacional, y que, según reflejó el diario Marca, “debió asomarse para corresponder a los insistentes vítores” desde su balcón en el hotel Ritz, al que se trasladó en loor de multitudes desde la estación de tren de Mediodía (hoy Atocha) por el “apoteósico recibimiento” del pueblo madrileño, que aclamaba en las calles al emisario del mandatario argentino, publicó el periódico Ya.

ÉXITO DE TAQUILLA
Las páginas de la prensa generalista, deportiva y regional se inundaron de informaciones estrictamente futbolísticas combinadas con “crónica rosa”, ya que la gira del equipo de Pedro Omar se convirtió en un fenómeno social. Sus jugadores fueron jaleados desde el aeropuerto madrileño hasta las distintas estaciones de tren a las que llegaron y en los alrededores de los ayuntamientos donde hubo recepciones oficiales, o fueron perseguidos para autógrafos. El ciclón también arrasó en las taquillas, como demuestra que casi todos los estadios donde jugó se llenaran, con aficionados que aplaudieron el buen hacer visitante y llevaron en volandas a sus futbolistas al término de los encuentros como si de toreros se tratase, e incluso en alguno de los campos hubo noticia de ‘mercado negro’ de entradas. En Sevilla hubo cierre de negocios y en A Coruña se suspendieron los partidos del campeonato regional para facilitar la ida a los estadios; y en San Sebastián, en una iniciativa promovida por El Diario Vasco, se fletó un tren con 400 plazas, entrada incluida, para el partido en Bilbao.

En Sevilla hubo cierre de negocios y en A Coruña se suspendieron los partidos del campeonato regional para facilitar la ida a los estadios

Sin duda, la anécdota más notable de este encuentro la protagonizaron los aficionados que, contraviniendo la prohibición de la Jefatura Superior de Policía, publicada en portada de La Gaceta del Norte el día del partido, de “ocupar las casas en construcción contiguas al campo” de San Mamés por no tener entrada, se aposentaron -algunos incluso con sillas, como muestran las fotografías de la época- en los vanos de los edificios semierigidos. Los agasajos para los jugadores, que engordaron entre tres y cinco kilos tras los ágapes ofrecidos por las autoridades locales, llegaron en forma de regalos, como miniaturas del Botafumeiro compostelano o facsímiles del plano de Buenos Aires conservado en el Archivo de Indias hispalense; veladas deportivas, como el combate de boxeo celebrado en Madrid, en el que Paco Bueno ganó el título español de los pesos 

pesados ante Fidel Arciniega, o la velada de pelota del Club Deportivo de Bilbao, con la victoria de Atano III y Atano IV sobre Onaindía y Arriarán II; o la capea ofrecida en la finca Pino Montano, propiedad del torero retirado José Ignacio Sánchez Mejías, hijo del matador inmortalizado por Federico García Lorca. ¿Y qué ocurrió en los terrenos de juego? San Lorenzo dio una absoluta exhibición de juego en su paso por España y Portugal, con abultadas goleadas, protagonizadas por su trío estelar, Martino (14 goles), Pontoni (11) y Farro (8), y sobre todo el desarrollo de conceptos que hace 70 años en España sonaban a fútbol-ficción, como pase corto o preparación física, técnica y táctica de la plantilla. El Metropolitano de Madrid albergó los dos primeros partidos, que concluyeron con idéntico marcador (4-1), si bien uno, jugado el 22 de diciembre, fue triunfo de San Lorenzo sobre el Atlético Aviación (que 10 días después recuperaría su antigua, y actual, denominación, Atlético de Madrid) y otro, el día de Navidad y con la nieve a punto de provocar la suspensión del choque, del Real Madrid sobre los azulgranas, la única derrota “oficial” de los de Boedo en suelo ibérico.

El 1 de enero de 1947, 364 días después de que unos ficticios socios del F.C. Barcelona pidieran de manera humorística en la portada de la revista El Once que los Reyes Magos les concedieran “algunos partidos internacionales”, el estadio de Les Corts acogió la goleada (7-5) que San Lorenzo infligió a un combinado español, preparatorio de la selección que, a final de mes, debía medirse a Portugal en partido oficial en Lisboa. Paradójicamente, tanto en este encuentro como el que repitieron ambos rivales el día 16 -ante la atenta mirada de Franco y del embajador Radío en el palco del Metropolitano- y que finalizó 6-1, el mejor jugador español fue el portero Bañón. Los cronistas, que hasta entonces únicamente habían ensalzado el arte de “dominar la pelota con las dos piernas” (Marca), su forma de apurar “la jugada hasta el límite y siempre que tiran es a portero batido” (El Diario Vasco) o su “maravilloso gambeteo” (Trofeo), aprovecharon las derrotas hispanas para cargar las tintas contra el balompié local, sobre todo cuando el 26 de enero la selección nacional encajó la primera derrota ante Portugal en sus 17 duelos internacionales desde 1921.

A esa altura el ‘ciclón’ ya había levantado, con sus resultados y sobre todo su juego, marejada en el fútbol español, hasta el punto de que el seleccionador, Pablo Hernández Coronado, víctima de feroces críticas, convocó a los entrenadores nacionales para, según informó Pueblo, “un cambio de impresiones sobre los nuevos derroteros en la preparación de conjuntos y de los jugadores”. “El fútbol de 1947 es el que ha de servirnos de guía. Volver la vista atrás o quedarnos en donde estamos sería la ruina del más popular de los deportes que se practican en España”, ampliaba la noticia. La gira se completó con cuatro empates en suelo español y dos goleadas en Portugal, ante Oporto (4-9) y un combinado lisboeta bautizado BSB, por las iniciales de Benfica, Sporting y Belenenses (4-10). De sus cuatro igualadas, la de mayor repercusión deportiva fue ante el Atlético de Bilbao (3-3). Los rojiblancos eran el mejor ejemplo del fútbol que se hacía entonces en España, de pelotazo y pase largo, es decir el más opuesto al azulgrana.

En este choque, jugado en la víspera de su retorno a Galdácano, Zubieta disfrutó de un reencuentro muy especial, con Francisco Gárate, compañero suyo en el equipo bilbaíno campeón de Liga en 1936 y que ahora fungía como segundo entrenador rojiblanco. El calendario se completó contra Valencia (1-1), Deportivo (0-0) y Sevilla (5-5). La gira que San Lorenzo rubricó en 1946-47, integrada aún hoy en el imaginario colectivo de los aficionados cuervos, supuso un auténtico seísmo para el fútbol español, hasta el punto de que, como afirmaba El Mundo Deportivo, “pocas veces un equipo extranjero había planteado tantas polémicas entre los aficionados ni entreabierto tantos horizontes en el campo de la técnica y del dominio del balón”. Su director, José Luis Lasplazas, emuló al novelista Julio Verne y escribió “Cinco semanas en globo”, una serie de diez entregas en las que analizó los sucesos futbolísticos ocurridos en España desde la exhibición de San Lorenzo ante el Atlético Aviación hasta el Portugal-España del 26 de enero. Si el narrador francés situó a sus personajes en un globo para acometer la hazaña de atravesar el continente africano cuando hasta entonces solo se había explorado fragmentariamente, Lasplazas comparó el juego de los sanlorencistas con “la piedra que cae en el lago turbando su tranquilidad” para resumir a la perfección el impacto que los azulgranas provocaron en el balompié nacional. •