Alejandro Requeijo.- Durante años pasé por delante de aquel puesto de bufandas en los días de partido. Estaba en la bajada hacia el Fondo Sur del Calderón y tenía siempre expuesta aquella camiseta. No era especialmente bonita y ni siquiera era la de jugar los partidos, pero tenía el parche de la Champions. Hoy quedar quintos en Liga parece una catástrofe, sin embargo hubo un tiempo en el que la ecuación Atleti y nueva Copa de Europa resultaba una utopía. En más de una ocasión pensé en rascarme el bolsillo y llevarme a casa esa prenda solo porque acreditaba que nosotros también habíamos estado ahí. Si no volvíamos a jugarla nunca más, al menos podría mostrarle a mis nietos la prueba fehaciente de un pasado entre la aristocracia del fútbol continental. Tocaría entonces hablarles del partido de vuelta de los cuartos de final contra el Ajax.
Ese encuentro es la foto que marcó la temporada 96/97, la siguiente del año del doblete y la primera de la gran hambruna que terminó en Hamburgo con un descenso por el camino. Gil hizo varios fichajes ese verano. Llegaron Pablo Alfaro, del Racing de Santander, o Daniel Prodan, del Steaua de Bucarest. El mediocampo se reforzó con Radek Bejbl, que venía de romperla con la selección checa, finalista de la Eurocopa. Para la delantera se firmó a Juan Eduardo Esnáider. Presentaba un sospechoso pasado blanco, pero cumplía el canon de ariete con melena para lucirla al viento en los contragolpes. Respetar ese linaje estético debería ser un requisito para fichar goleadores en el Atlético de Madrid. Una feliz tradición a preservar desde Ratón Ayala hasta Falcao pasando por Futre. Los nuevos cortes de pelo han empujado a las melenas a la lista de víctimas del fútbol moderno como en su día a los bigotes.
DOBLETE» El Atleti se estrenaba en Champions gracias al título de la 95/96.
El caso es que aquel equipo de Antic tenía trazas de campeón y no era una locura pensar en la orejona. Quedó primero en la fase de grupos por delante del Borussia de Dortmund, que acabaría llevándose el trofeo. Incluso ganó 1-2 en el Westfalenstadion gracias a un golazo de Pantic, una falta lateral que era casi un córner. Era el Borussia de la camiseta fosforita y en sus filas tenía a Möller, Sammer y Chapuisat. Aquel Atleti iba lanzado y la noche contra el Ajax el Manzanares estaba a reventar.
No era una época de llenazos todos los días. El Calderón en los noventa era un estadio de 25.000 fijos al que luego se fue sumando gente que asimiló los códigos de conducta. Nada que ver con los nuevos del Metropolitano, llegados al calor del éxito. Al lado del río no había luces led, pero uno podía pedir una pizza y que se la trajeran a la butaca. Tampoco sonaba AC/DC, pero todos sabíamos quienes eran Feymaco y Samayco.
Nada que ver con los nuevos del Metropolitano, llegados al calor del éxito. Al lado del río no había luces led, pero uno podía pedir una pizza y que se la trajeran a la butaca. Tampoco sonaba AC/DC, pero todos sabíamos quienes eran Feymaco y Samayco
Recordar la noche del Ajax es volver a aquel penalti marrado por Esnáider a 15 minutos del final que habría dado el pase a las semifinales. El argentino voló a por el rechace con las dos plantas y casi desgracia a Witschge, el 8 holandés que había jugado en el dream team de Cruyff. También es volver al golazo de Dani Carvalho en la prórroga o las declaraciones racistas de Gil que calentaron la previa: “Los negros del Ajax... Eso parecía el Congo” . Pero en aquella fecha se produjo también uno de esos detalles del juego que pasan desapercibidos y terminan resultando determinantes. Una fatalidad que describe aquella temporada inverosímil: la lentilla de Aguilera. Arrancaba la segunda parte y el marcador señalaba 1-0 para los rojiblancos gracias a un gol de Kiko. Aguilera estaba cumpliendo su misión de frenar a Overmars pero de pronto tuvo un problema con una lentilla.
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