La Liga contra las pancartas

Por primera vez en décadas los aficionados no pueden colgar pancartas en los estadios. Las normas de la publicidad imuestas por la Liga lo impiden. Es el fin de un pedazo de patrimonio del fútbol español.

*Texto Arturo Lezcano | Fotografía Agencias.- El pasado mes de septiembre Florentino Pérez se vio obligado a contestar una pregunta inusitada en la junta general del Real Madrid. ¿Por qué se retiran algunas pancartas de de la grada del Bernabéu? No se trataba de banderas polémicas o que incitasen a la violencia. Tampoco eran telas con mensajes contra la presidencia. Por lo que preguntaba el socio era, simplemente, por pancartas de peñas, las de toda la vida, las que cuelgan cada domingo de cada estadio. O, incluso, por el capote de Toñín el Torero, sempiterno en el fondo norte del Bernabéu. Pérez adujo que “es una normativa nueva de la Liga por las televisiones. Pagan mucho los anunciantes y está prohibido poner una pancarta, una bufanda o lo que sea. Tengo amigos que nos lo han dicho y también les he tenido que decir que no las pueden poner”. Y se acabó la polémica.

» BERNABÉU Uno de los ejemplos que serán siempre recordados por el mal gusto es esta pancarta posterior al feo gesto de Mourinho con Tito Vilanova.

Lo mismo ocurrió con el Celta. Su presidente, Carlos Mouriño, contestó a las quejas de los socios que protestaban por la retirada de pancartas de la misma forma: “La LFP es un estamento con unos reglamentos que tienes que acatar si quieres jugar. Nosotros no estamos felices de decir a una peña que saque su nombre, que no molesta a nadie”. Mouriño y Pérez dijeron lo mismo con otras palabras: aquí manda la Liga. Consultado al respecto, el ente que agrupa al fútbol profesional español invoca el reglamento audiovisual vigente y alega que lo único que hacen es velar por su cumplimiento. Esa norma comenzó en la temporada 2016-17 y recoge, a lo largo de 180 páginas, las obligaciones de los clubes de cara a las retransmisiones.

 “Con el fin de no distorsionar la percepción monocromática, los clubes requerirán, a instancias de LaLiga, que las pancartas u otros elementos que pudieran exhibir seguidores no cubran total o parcialmente la publicidad de primera, segunda U televisiva o vomitorios en tiro de cámara principal”.

Todo está contemplado para controlar cualquier aspecto de lo que ocurre en los 90 minutos de televisión, desde la longitud del césped hasta el porcentaje mínimo de ocupación de gradas, desde controlar que solo haya dos neveras con publicidad en los banquillos hasta cronometrar que la celebración de los goles por megafonía no pase de quince segundos. Y en esa tesitura, obviamente, también se escruta todo lo que tenga que ver con la publicidad estática, aunque eso se lleve por delante a las pancartas. En el artículo 3.2.2 está la clave, interpretada en última instancia por el director de partido, figura nombrada por la Liga para controlar el espectáculo. Dice así: “Con el fin de no distorsionar la percepción monocromática, los clubes requerirán, a instancias de LaLiga, que las pancartas u otros elementos que pudieran exhibir seguidores no cubran total o parcialmente la publicidad de primera, segunda U televisiva o vomitorios en tiro de cámara principal”....

Con la restricción de las pancartas se va otro trozo más del fútbol tradicional, no ya en el terreno de juego sino en ese otro tablero de emociones que es la grada. Sin ellas, el aficionado se queda sin vehículo de expresión tangible, de conductos para demostrar el orgullo por su club, para dirigir un mensaje irónico a un equipo rival o simplemente para hacer famoso el nombre de la peña de su pueblo. Muchas de esas banderas fueron durante muchos años la postal más reconocible de los estadios, los colores de cada afición, las enseñas que cualquier aficionado recuerda sin pensar, las propias y las de los rivales. Otras son menos conocidas pero son igualmente patrimonio del fútbol español. De ahí este repaso transversal en el tiempo, el espacio y el estilo, para dejar constancia de las pancarta antes de que se conviertan en recuerdos de un fútbol que ya no existe, como dinosaurios en la llanura.

De ahí este repaso transversal en el tiempo, el espacio y el estilo, para dejar constancia de las pancarta antes de que se conviertan en recuerdos de un fútbol que ya no existe, como dinosaurios en la llanura.

RIVALIDAD
Si la rivalidad es la salsa de fútbol, la pancarta es su ingrediente más gráfico. En los años 50 ya había antagonismos, por ejemplo, en el derbi gallego. Aunque todo era mucho más amable y hospitalario que hoy (eran legendarias las invasiones de coruñeses en Vigo y viceversa, todos compartiendo vino y viandas), ya entonces no faltaban los mensajes cruzados escritos a brochazos sobre una sábana. Un día en Riazor se desplegaba una con la leyenda: “Coruña saluda al pueblo de Vigo (provincia de Pontevedra)” para hacer de menos a sus vecinos, y al año siguiente los del Deportivo eran recibidos en Balaídos con un gráfico “Bienvenidos hijos de Pita”, en alusión a la heroína coruñesa María Pita. Piques han sobrado en los duelos andaluces también –recordada es la pancarta que anunciaba: “Mi Sevilla tiene el nombre de la ciudad, otros el de una calle”- y sus correspondientes respuestas por parte del Betis.

Los derbis madrileños han sido quizás los más prolíficos en pancartas deshonrosas para con el vecino. Y no hablamos ya de la oleada de los últimos años, en su versión tifo de inicio de partido, como cuando los madridistas picaban: “Se busca rival digno para derbi decente”, o más adelante, “Decidme qué se siente”, con las Copas de Europa y los nombres de Milán y Lisboa, y los atléticos contestaban con “Orgullosos de no ser como vosotros”. No, mucho antes de eso, en los años sesenta, ya se vivían memorables guerras de recados escritos. El 3 de octubre de 1966 se inauguró el Estadio de Manzanares. Aquel día, unos hinchas colchoneros desplegaron una pancarta, frente a las flamantes gradas con bancos de cemento del que sería luego Vicente Calderón, con una cuarteta, que rezaba: “Ya estamos en nuestro campo/y nadie nos ha humillado/ Mientras ellos van de pie/ Nosotros todos sentados”.

Era un cobro de factura al Real Madrid, que se negó a prestar Chamartín durante las obras, al revés de lo que había hecho el Atlético veinte años antes durante la construcción del nuevo estadio blanco. Los madridistas contestaron con otra cuarteta hecha pancarta a la siguiente semana, según cuenta Alfredo Relaño en Memorias en blanco y negro: “Si pretendéis conseguir/Lo que aquí hemos logrado/ No podéis estar de pie/Tenéis que esperar sentados”. En el duelo clásico de grandes, también ha habido peleas verbales sobre tela. Desde Barcelona, por ejemplo, se recuerda aún hoy el aluvión de pancartas contra Figo tras fichar por el Real Madrid, que cruzaban todas las líneas de la corrección política. Desde Madrid, la memoria se dirige a aquella otra que generó una polémica enorme durante semanas, en el apogeo del mourinhismo.

En el trofeo Bernabéu de 2011 apareció una gran pancarta de la Peña La Clásica, que decía: “Mou, tu dedo nos señala el camino”. Hacía referencia a la Supercopa de España, jugada una semana antes, en la que Mourinho metió el dedo en el ojo a Tito Vilanova, entrenador del Barcelona. El gusto subterráneo ganó a la chispa y el mensaje terminó convirtiéndose en un recuerdo trágico, cuando falleció el técnico barcelonista tres años después.

En el duelo clásico de grandes, también ha habido peleas verbales sobre tela. Desde Barcelona, por ejemplo, se recuerda aún hoy el aluvión de pancartas contra Figo tras fichar por el Real Madrid, que cruzaban todas las líneas de la corrección política.

También han corrido ríos de tinta con el cruce de mensajes entre culés y pericos de los últimos años, especialmente en el derbi copero a doble partido de 2016. “Benvinguts a Barcelona”, le colocaron al Espanyol en el Camp Nou, en referencia a la mudanza de los blanquiazules a Cornellá, municipio vecino. “Catalans vs Suissos”, replicaron en su estadio los blanquiazules, aludiendo al origen del fundador del Barça, Joan Gamper. Ese año la pelea de pancartas mutó en un desagradable intercambio de mensajes fuera de lugar. Los espanyolistas, con la novia de Piqué como protagonista –“Shakira es de todos”-. Los barcelonistas, con un último rebote en el Camp Nou en alusión a los accionistas mayoritarios del rival: “RCD Espanyol, primer negocio chino sin final feliz”. Cabía un millón de cosas más elegantes antes que recurrir al machismo para alimentar una rivalidad.

POLÍTICA
La Liga no fue la primera en retirar banderas de una valla. Antes lo hizo Guus Hiddink. Ocurrió un día de 1992 en Mestalla, entonces Luis Casanova, cuando el entrenador holandés vio una pancarta con símbolos nazis durante el calentamiento de un Valencia- Albacete. Después lo explicó a la prensa: “Estoy seguro de que los chicos no saben lo que representa, pero no me puedo quedar quieto ante eso”. Las gradas españolas han sido, de las grandes Ligas, las más politizadas, especialmente en la época más activa de los grupos organizados de hinchas, durante los 80 y 90, en la que predominaba la simbología ultraderechista en muchos estadios españoles.

Después de la entrada en vigor de la ley antiviolencia se ha mitigado la presencia de cierta parafernalia, pero los Ultras Sur del Real Madrid -que con el tiempo fueron confinados y expulsados del Bernabéu, como los Boixos Nois del Camp Nou- consiguieron colar en la final de Copa del Rey de 2011 una pancarta en clave pero fácilmente reconocible para los versados: “Happy Birthday 18”, justamente el día del nacimiento de Adolf Hitler, identificado con ese número por las letras que ocupan sus iniciales en el abecedario. En la otra acera se ubican hinchadas como la del Rayo Vallecano, la más significada en los mensajes políticos de izquierda.

VALLEKAS Ejemplo de compromiso social

Desde la que pedía la expulsión de un jugador recién fichado, Zozulya, por su pasado ultraderechista (“Vallekas no es lugar para nazis”, colgaron en un entrenamiento) a otros mensajes explícitos de izquierdas como “Los desahucios de un estado enfermo, la solidaridad de un barrio obrero” o “Lucha obrera, huelga contra el capital”. Muchas de esas pancartas son express, aparecen y desaparecen en medio del partido, sin que corran peligro por tapar publicidad: se aguantan con las manos de los hinchas. Y son curiosamente los mensajes mucho menos neutros que los que se restringen habitualmente en las vallas.

Desde la que pedía la expulsión de un jugador recién fichado, Zozulya, por su pasado ultraderechista (“Vallekas no es lugar para nazis”, colgaron en un entrenamiento) a otros mensajes explícitos de izquierdas como “Los desahucios de un estado enfermo, la solidaridad de un barrio obrero” o “Lucha obrera, huelga contra el capital”.

INGENIO
La imaginación ha dado pie a una retahíla de pancartas allá donde se celebraba un partido de liga. Quedó en los archivos una sábana blanca entre dos palos pintada a brochazos que mostraba una cara diferente a la lectura del política del franquismo sobre la final de la Eurocopa 64, la URSS contra España. Según la bandera, la elección era simple: “Vodka contra Tintorro. ¡Aúpa tintorro!”. Medio siglo después, en Cádiz tiraron del proverbial humor de su gente para sortear de la manera más simpática los errores arbitrales: “Árbitro, guapetón”, se podía leer en azul sobre amarillo en el Ramón de Carranza. Antes que insultar al juez, piropearlo, por si acaso.

Quedó en los archivos una sábana blanca entre dos palos pintada a brochazos que mostraba una cara diferente a la lectura del política del franquismo sobre la final de la Eurocopa 64, la URSS contra España. Según la bandera, la elección era simple: “Vodka contra Tintorro. ¡Aúpa tintorro!”

Y hablando de árbitros, en Bilbao se vivió este mismo año algo difícil de imaginar: una pancarta de homenaje a un árbitro. Fernández Borbalán se retiraba al final de la temporada pasada y pidió colgar el silbato en San Mamés, su estadio favorito. Su deseo le fue concedido: pitó el Athletic- Espanyol. En la tribuna destacaban 60 aficionados con camisetas blancas, no de uno u otro equipo, sino del árbitro, lo nunca visto. Eran amigos y familiares de Borbalán, que le dedicaron un mensaje al árbitro almeriense en su adiós, parafraseando una canción popular y adornando la enseña con tarjetas rojas y amarillas: “Desde El Ejido a Bilbao, tu colegio de árbitros te agradece todo. Gracias David F. Borbalán”. Dentro de este estilo de pancartas inclasificables las hay para todos los gustos: también en Euskadi, en los 80, se vio durante unas semanas una pancarta de apoyo al joven portero que había reemplazado al jubilado Arconada bajo los palos de la portería de Atotxa. Decía así: “Aúpa Elduayen y que los críticos se callen”.

Más cerca en el tiempo, en San Mamés también apareció una oda a la transversalidad lingüística: “Athletic Karajo!”. Obviamente, fue en los años en que a los de San Mamés los entrenó el argentino Marcelo Bielsa, conocido por aquel grito de “Newell’s Carajo”, enseguida reformulado por los bilbaínos. Y hay, incluso, quien no necesita ni crear una pancarta para mostrar gráficamente su amor al equipo. Es el caso de los aficionados de El Madrigal, que cada semana cuelgan las camisetas de los jugadores del Villarreal a modo de tendal en un fondo. A partir de ahora, si quieren que no se las quiten de la valla, tendrán que recoger la ropa para no tapar la publicidad. •