La piel de serpiente del Olímpico de Múnich

El arquitecto alemán Frei Otto dejó para la posteridad la cubierta de las noches místicas del Bayern de Munich. Su famosa estructura vio a Beckenbauer superar a Cruyff en el Mundial 74 o a Maradona en su famoso calentamiento de 1989.

Fotografía Jorge Royan

Alfonso Palacios.- Sobre las gradas del Olímpico de Múnich se eleva, grácil y gentil, un entramado de cables de acero y cristal plástico que dibuja en su curvatura líneas caprichosas. Parece la piel que ha dejado atrás en su muda una enorme serpiente. Es la obra más célebre de Frei Otto (Alemania 1925-2015), Premio Pritzker 2015, cuyas investigaciones físico-estructurales fueron fundamentales para el desarrollo de una arquitectura ligera que lograra la máxima resistencia con el mínimo material. La obsesión del arquitecto alemán por las estructuras tensadas nació en un campo de prisioneros de guerra. Con 17 años, a punto de iniciar sus estudios universitarios, Otto fue llamado a filas en septiembre de 1943, en plena II Guerra Mundial, primero como piloto de la Luftwaffe y después como soldado de infantería.

Fue capturado en Nüremberg poco antes del final del conflicto y trasladado a Francia. En el campamento ejerció de arquitecto improvisado, ayudando a levantar tiendas para los numerosos prisioneros allí hacinados. Esta experiencia inspiró su búsqueda incansable de soluciones estructurales livianas y resistentes con escasos recursos materiales. Terminada la guerra, reanudó sus estudios en Berlín y se doctoró con una tesis sobre cubiertas colgantes. En 1964 fundó el Instituto de Estructuras Livianas en la Escuela de Tecnología en Stuttgart, donde investigó métodos de construcción cada vez más ligeros, basados en patrones matemáticos que observaba en la naturaleza.

En el campamento ejerció de arquitecto improvisado, ayudando a levantar tiendas para los numerosos prisioneros allí hacinados. Esta experiencia inspiró su búsqueda incansable de soluciones estructurales livianas y resistentes con escasos recursos materiales

Experimentó con películas y burbujas de jabón, con amontonamientos de gráulos, con membranas de fluidos viscosos; ensayó estructuras ramificadas, pliegues, retículas. “Sus bóvedas de celosía, sus estructuras de redes de cables, sus estructuras neumáticas, sus cubiertas plegables, y tantas otras invenciones emanadas de su taller en Berlín, y posteriormente en Stuttgart, son fruto de una atenta observación de fenómenos físicos”, explica Juan María Songel, doctor arquitecto por la Universidad Politécnica de Valencia y experto en la obra de Otto. “Exploró con estos experimentos diferentes posibilidades de formas, que se fueron aplicando a la construcción de carpas y estructuras”, continua Songel.

De toda esa experiencia surgió el diseño para el pabellón alemán de la Exposición Universal de Montreal de 1967, con el que consiguió atraer por fin la atención mundial hacia sus tensoestructuras.

MONTREAL La obra de Otto en la Exposición Universal de 1967 en Canadá

En contraste con la arquitectura robusta de líneas clásicas y columnas de piedra que había caracterizado los tiempos del nacionalsocialismo, la arquitectura de Otto –liviana, abierta a la naturaleza y a la luz, desjerarquizada, de bajo costo y energéticamente eficiente– reflejaba el nuevo espíritu de la Alemania de posguerra. Por ello se le encargó un año después la cubierta para el complejo deportivo que había diseñado Günther Behnisch como sede de los Juegos Olímpicos que iban a celebrarse en Múnich en 1972. Simulando una gigantesca tienda de campaña, Otto proyectó una red de cables, sobre la que se acomoda la membrana de poliéster y pvc, tensada por una multitud de mástiles de soporte hasta plegar la superficie en agudas y sinuosas curvas que cambian su forma y tamaño señalando las diferentes secciones de la estructura.

Simulando una gigantesca tienda de campaña, Otto proyectó una red de cables, sobre la que se acomoda la membrana de poliéster y pvc, tensada por una multitud de mástiles de soporte hasta plegar la superficie en agudas y sinuosas curvas que cambian su forma y tamaño señalando las diferentes secciones de la estructura.

Extendida sobre una superficie de 74.800 m2, cubre, además de la tribuna principal del estadio, el resto de elementos del recinto olímpico. Fue la obra que culminó el conjunto de estructuras tensadas desarrolladas hasta el momento, dice Songel, y supuso “un hito importante en la historia de la arquitectura”. Por un lado, mostraba “a gran escala sistemas estructurales innovadores basados en la capacidad de resistencia de los cables de acero”; por otro, utilizaba “formas geométricas inusuales en la arquitectura moderna”.

 

ÚLTIMO DÍA  El Bayern celebró en 2005 el último partido en el Olímpico

Estas formas alabeadas que caracterizan el Estadio de Múnich “fueron obtenidas en sus experimentos con películas de jabón, es decir, siguiendo procesos físicos de autogeneración de la forma”. Pero no es la proeza técnica lo que llama la atención, sino la elegancia orgánica de una estructura que, lejos de dominar el espacio, se adapta a él.

Supuso “un hito importante en la historia de la arquitectura”. Por un lado, mostraba “a gran escala sistemas estructurales innovadores basados en la capacidad de resistencia de los cables de acero”; por otro, utilizaba “formas geométricas inusuales en la arquitectura moderna”

El deseo de Otto era conseguir el mínimo impacto sobre el entorno, como tender un velo de seda sobre la colina. Sin embargo, pese al inmediato prestigio de la obra, el arquitecto no quedó del todo satisfecho; consideraba que la cubierta podría haber sido mucho más ligera, que no era tan depurada. Decía preferir su cubierta para la Pajarera del Zoológico de Múnich, de 1980, la cual, explica Songel, sí materializa una levedad más cercana al ideal deseado, y es “un ejemplo de cómo habría deseado que se hubiera realizado la cubierta del estadio”. “Otto no pretendía construir una gran obra que le diera fama y prestigio en su carrera profesional. Todo ello llegó como algo añadido después”, añade. “Su objetivo era la búsqueda de la forma resistente siguiendo el principio de la construcción ligera. El centro de su interés radicaba en la investigación y el conocimiento de la eficiencia resistente en los objetos de la naturaleza y de la técnica”.

Inaugurado en 1971, el Olímpico de Múnich fue más tarde sede de la Copa Mundial de 1974, viendo a la Alemania de Beckenbauer levantar su segundo título frente a la Holanda de Cruyff.

 También sirvió de casa –hasta la construcción en 2005 del Allianz Arena– a los dos equipos de la capital bávara, Bayern y TSV 1860. Allí realizó Maradona, un 20 de abril de 1989, su calentamiento más famoso antes de una semifinal de la Copa de la UEFA.

 Hoy, casi cumplidos los 50, el estadio sobrevive al deterioro convertido en uno de los atractivos turísticos de la ciudad. Su revolucionaria estructura tensada sigue admirando por su ligereza a quienes la visitan.