*Texto Orfeo Suárez.-El destino es un intangible que obra con la misma dinámica que los sentimientos: te quiere o no te quiere. Jorge Valdano se observa como uno de los agraciados, y no por un arrebato de vanidad, ni siquiera por haber jugado en el Real Madrid o haber levantado la Copa del Mundo con Argentina. Nada de eso. Lo cree por haber salvado la vida en dos ocasiones. Una de ellas, al caer el helicóptero en el que viajaba sobre el barrio de Lomas de Chapultepec, en México DF, el 25 de marzo de 2006. Tiempo atrás, en cambio, quién sabe si se mantuvo con vida por no estar en la habitación en la que debía hospedarse cuando saltaron las alarmas de incendio en el Hotel Corona de Aragón, en Zaragoza, el 12 de julio de 1979, en uno de los sucesos más terribles en la historia de España. Fallecieron 78 personas.
La razón de su ausencia era que Valdano, en el último momento, decidió aplazar su viaje para fichar por el Zaragoza debido a unas discrepancias con los directivos de su club de origen. Jugador del Alavés, club que lo trajo de Argentina en 1975, con 19 años, Valdano había aceptado fichar por el equipo maño junto a otros dos compañeros, José Ramón Badiola y Juan Señor. El tercero, sin embargo, retrasaría su incorporación una temporada. El salto a un equipo de Primera fue clave en la carrera deportiva de Valdano y de Señor, ambos internacionales y mundialistas en México, siete años después, y es posible que, en circunstancias normales, lo hubiera sido también para Badiola, un joven de una calidad extraordinaria. El jugador vasco, en cambio, sí estaba en su habitación cuando prendieron las llamas.
El salto a un equipo de Primera fue clave en la carrera deportiva de Valdano y de Señor, ambos internacionales y mundialistas en México, siete años después, y es posible que, en circunstancias normales, lo hubiera sido también para Badiola
Badiola, de 23 años, se encontraba alojado en la primera planta, junto al presidente del Alavés, el secretario técnico y el gerente, el ex jugador del Madrid José María Zárraga. Todos pudieron salir o ser rescatados antes de que se propagara el incendio. Badiola corrió peor suerte. Dormido, no escuchó cómo aporreaban su puerta. Al despertar, abrió la puerta y aturdido por la situación y sin visibilidad por el humo, decidió subir escaleras en lugar de bajarlas. Pisos arriba quedó atrapado y se lanzó por una ventana. Además de los daños por la caída, un traumatismo cranoencefálico, sufrió un paro cardíaco. Fue trasladado al Hospital Provincial, donde pudo ser reanimado gracias a un masaje cardíaco. El futbolista, sin embargo, se quedó en aquella camilla. A pesar de que el Zaragoza cumplió lo pactado, Badiola jamás pudo recuperar la estabilidad emocional.
8.30 DE LA MAÑANA
Zárraga relató las escenas de pánico que se produjeron en el Corona de Aragón, así como las terribles condiciones en las que encontró a Badiola, recogidas en la edición del 13 de julio por el periódico ‘ABC’. “Eran aproximadamente las ocho y media de la mañana cuando, ya despierto y a punto de entrar en la ducha, me percaté de que entraba humo en la habitación. Al abrir la puerta y salir al pasillo, observé las llamas. Eran tremendas. Volví a la habitación, me puse unos pantalones y unos zapatos, y busqué la salida más próxima, sin pensar en la escalera y en la puerta principal del hotel. Eso me salvó, porque me habría sido imposible salir por allí. En cambio, encontré a un camarero que me llevó a una puerta de servicio por la que pudimos acceder a la calle”, contaba el gerente del Alavés, fallecido en 2012. En los años 50, había militado en el Madrid que conquistó de forma consecutiva las primeras cinco Copas de Europa.
Tanto el presidente como el secretario técnico se asomaron. Ya se habían dado cuenta del incendio. Antes de salir, acudieron a la habitación de Badiola y se pusieron a aporrear la puerta, pero sin respuesta.
“Cuando me vi en la calle -proseguía Zárraga-, había perdido los zapatos, estaba descalzo. Corriendo desesperadamente, fui al lugar de la calle que se encontraba debajo de las habitaciones del primer piso que ocupaban el presidente y Badiola, y comencé a gritar para avisarles del fuego. Tanto el presidente como el secretario técnico se asomaron. Ya se habían dado cuenta del incendio. Antes de salir, acudieron a la habitación de Badiola y se pusieron a aporrear la puerta, pero sin respuesta. Poco después, corrí angustiado hasta el hospital, porque me dijeron que habían trasladado a los heridos. Efectivamente, allí encontré a Badiola. Estaba inconsciente, chamuscado, ennegrecido. Pude identificarlo por la pulsera que llevaba con su nombre. Me dijeron que había sufrido asfixia y mi primera impresión fue que estaba muerto. Fui a avisar al
resto de directivos del Alavés y, a la vuelta, nos tranquilizaron: Badiola vivía”.
La tragedia sobrecogió al país entero. Llegó a especularse con la hipótesis de un atentado de ETA, ya que en el Corona de Aragón se hospedaban numerosos mandos del Ejército por la entrega de despachos en la Academia General Militar, además de la viuda de Franco, Carmen Polo. Uno de ellos, el jinete olímpico Manuel Queipo de Llano, perdió la vida en el incendio. A pesar de la incertidumbre sobre cuál sería la recuperación de Badiola, el Zaragoza lo incorporó a su plantilla, pero el futbolista jamás recobró el equilibrio. Valdano recuerda muy bien ese proceso, en el que incluso se llevó a Badiola a vivir a su casa para evitar que estuviera solo y favorecer su recuperación.
“Ya tenía una personalidad fuerte y algo extravagante antes del accidente, pero después acabó por poderle la inestabilidad. Tenía fases de euforia y depresión, y le causaba pavor la oscuridad”, explica el argentino. Podía pedir un taxi, decir que lo llevaran a otra ciudad y al llegar, preguntarse dónde estaba. Valdano recuerda cómo en una tanda de penaltis contra el Español, tardó casi cinco minutos en ir del centro del campo al área y, en el trayecto, se detuvo varias veces, incluso para hacer series de abdominales. Apenas pasó en el Zaragoza dos temporadas sin reencontrarse con el espléndido extremo que había provocado la mirada de los mejores clubes españoles. Valdano suele decir que “el bueno era él”, y en ocasiones bromea con lo que decía el entrenador del Alavés, Txutxi Aranguren: “Si llueve, Badiola; si hace sol, Valdano. Casi siempre llovía...”.
“Era un futbolista genuino, raro, capaz de desbordar por la derecha y centrar con el exterior de la pierna izquierda, como hacía Cruyff”, añade el argentino. Badiola regresó al Alavés, un retorno desafortunado, y de ahí en adelante, el olvido. Rota su relación sentimental con la hija de Zárraga y recluido en Ondárroa, población pesquera de Vizcaya, se acumularon sus problemas de salud, debido al sobrepeso y a su forma compulsiva de fumar. Ha sobrevivido los últimos años con una pensión no contributiva, la ayuda de sus familiares, principalmente su madre, y de varios centros asistenciales, un psiquiátrico entre ellos.
Valdano le perdió la pista: “Nunca tuve un teléfono en el que localizarlo, siempre supe de él a través de terceras personas”. “Recuerdo -añade- que como entrenador del Madrid vino a verme con motivo de un partido en Bilbao. Se presentó en el hotel sin decir nada y fue parado por los responsables de seguridad al acceder a nuestra planta. En lugar de advertir que venía a ver a Valdano, que era amigo mío, se enzarzó con quienes no le dejaban pasar. Salí de la habitación al escuchar el ruido y ahí lo encontré, peleándose”.
Desde entonces, pregunta por el que fue su compañero cuando acude al País Vasco, donde empezó su prometedora carrera como jugador en España y donde conoció a su mujer. También a Badiola. De lo que pasó en adelante, nadie sabrá si sólo lo que separa la noche del día, unas horas, decidió cómo serían dos vidas que empezaron en paralelo y acabaron en polos opuestos. •