Guille Galván.- El 13 de diciembre de 1960, el gallego Luis Suárez era reconocido por la revista France Football como el mejor jugador europeo del año. El trofeo, que en los años noventa fue rebautizado como Balón de Oro y abierto a jugadores nacidos en cualquier lugar del planeta no había vuelto a caer en manos españolas en 61 años, los mismos que ahora tendría Diego Maradona (Buenos Aires 1960). Mientras estuvo vivo el Pelusa hubo un agujero negro en el reconocimiento de los méritos individuales a nuestro fútbol. En seis décadas, la prensa especializada no consideró a ningún español merecedor de la pelota dorada. La rozaron Butragueño, Raúl, Iniesta, Torres o Xavi pero nunca se la llevaron a casa. Curiosamente, el Diego, al igual que Pelé, tampoco la recibió nunca de manera regular -sí que se la entregaron de forma honorífica- por haber nacido al otro lado del charco. El año pasado, pocas semanas después de su muerte, bien por la pandemia o bien como gesto de respeto por semejante afrenta, el galardón quedó desierto.
Los premios, como dijo aquel, son las tapas de los bares. No se piden, pero si nos las ponen, no vamos a hacerles ascos. Nos alegran la cerveza y aumentan nuestra simpatía hacia los camareros.
Los premios, como dijo aquel, son las tapas de los bares. No se piden, pero si nos las ponen, no vamos a hacerles ascos. Nos alegran la cerveza y aumentan nuestra simpatía hacia los camareros. Tienen dos funciones, una simbólica, colocas al establecimiento en un lugar de referencia y otra, eminentemente práctica; matas el hambre y te ahorras algo de dinerillo en la futura comanda.
El premio de France Football ha sido el de un bar tradicionalmente antipático con los de fuera, con aquellos que no son de la cuadrilla. De esos que miran de reojo desde el mostrador de la barra a la cara nueva que aparece por la puerta, como si de un western se tratara. Hasta hace tres ediciones no ha sido capaz de ponerle unas aceitunas al fútbol femenino, pese a llevar muchas décadas como cliente habitual.
En este contexto, la machada de Alexia Putellas [Entrevista con la jugadora del Barça] es extraordinaria por muchos motivos. La centrocampista del FC Barcelona ha logrado lo que no consiguió ningún jugador del Dream Team, de la Quinta, ni siquiera de la Roja del tiki-taka campeona del Mundo y de Europa. Además sigue la estela de la noruega Hegergerg y Megan Rapinoe, super estrellas reconocidas a nivel mundial: deportiva y socialmente. En una liga que aún no es profesional, con un convenio colectivo sin terminar de negociar que expira a final de temporada. Con MediaPro en retirada de sus promesas de acuerdos televisivos, lo que ha hecho Alexia es poco menos que un milagro. En lo futbolístico, por lograr el triplete Champions, Copa de la Reina y Liga pero también en lo simbólico. Ha logrado el trofeo que no han podido ganar las mejores generaciones de futbolistas masculinos, premiados en equipo, protagonistas de portadas días sí y día también y con inversiones en marketing, acuerdos publicitarios e imagen con las que se podrían pagar las fichas de toda la Liga femenina.
Ha logrado el trofeo que no han podido ganar las mejores generaciones de futbolistas masculinos, premiados en equipo, protagonistas de portadas días sí y día también y con inversiones en marketing, acuerdos publicitarios e imagen con las que se podrían pagar las fichas de toda la Liga femenina.
El balón de oro de Alexia ha roto la brecha simbólica del fútbol español. Está claro que sin referentes no hay vocaciones. Pero ahora queda superar la siguiente barrera, la profesional; la que permita a las jugadoras del resto de los clubes, no solo del Madrid o el Barça, a proyectarse con unos salarios dignos y una vida laboral prolongada. Ambas instituciones son un oasis, no solo en cuanto a salarios, sino también en visibilización (Televisión Española acaba de emitir por primera vez en su historia el clásico femenino en directo en TVE1). Superar esa barrera profesional permitirá que las familias y sus entornos permitan que las niñas de 8 o 9 años que aún juegan en competiciones mixtas puedan seguir disfrutando del deporte cuando crezcan. Y a los clubes a crear equipos femeninos en todas las categorías, una vez que las federaciones dividan las competiciones por sexos y muchas de ellas abandonen.
Ojalá este reconocimiento a Putellas no solo ponga el foco en su machada sino que también sirva para borrar de una vez ese, “si quieres vivir del futbol tienes que irte fuera” que han tenido clavado las generaciones anteriores. Que este premio sirva para que la bola del fútbol femenino brille también por estas tierras, pero sobre todo para que siga rodando, y de esta manera, muchas otras jugadoras consigan de paso, llenar el buche. •