Editorial: Líbero 23, 'Ja sóc aquí' ¿Por qué hacer un especial Cataluña?

No hicimos Líbero para desentendernos de la realidad. Creemos en la capacidad del fútbol para ayudar a solucionar problemas más difíciles que desmontar una defensa de cinco en el área. En nuestro número 23 se persigue esta idea en medio del conflicto catalán que no puede ni debe escapar del fútbol.

Diego Barcala.- Uno de mis primeros recuerdos de un Madrid Barça en el estadio Santiago Bernabéu me lleva a los años 90, de pie, en “infantería de marina” como llamaba mi padre al lateral detrás de los banquillos. Olor a puro y a pipas. En los primeros años, subido a unas guías telefónicas para ganar visibilidad. Coger un paravalancha requería demasiadas horas de antelación. Todas las emociones a favor o en contra se multiplicaban. El día que Stoichkov pisó a Quique Flores en el muslo en nuestra cara hubo barra libre. Le llamamos de todo. Pero siempre había un momento de insumisión a la masa del que me siento especialmente orgulloso. Nos dejar llevar pero jamás, jamás saltamos cuando desde el fondo sur se gritaba: “Un bote, dos botes, polaco el que no bote”. Recuerdo años en los que gran parte del lateral silbaba censurando ese y otros gritos más desagradables: “Euskal presoak, cámara de gas. Ul, Ul, Ultras Sur”, brazo en alto. Escribo este editorial en primera persona, como director de Líbero, porque la revista pisa territorio comanche en este ejemplar.

La polarización a la que la población española ha sido sometida hubiera aconsejado no tocar el tema catalán. “La gente está harta y Líbero es su vía de escape, no la cagues”, me dijo un amigo al que consulté la idea de hacer unas páginas especiales para intentar ayudar a la concordia. Pero no hicimos Líbero para desentendernos de la realidad. Creemos en la capacidad del fútbol para ayudar a solucionar problemas más difíciles que desmontar una defensa de cinco en el área. Lo creo de verdad. Y ante el fracaso político que ha llevado a España a un ambiente irrespirable, no solo creo en que este especial Cataluña sea una buena idea, es que creo que es nuestra obligación con nuestros lectores.

Nací en Madrid en 1982, crecí en una familia progresista y me he educado en la escuela pública. En mi cuarto lucía el eslogan posthippie “Prohibido Prohibir”, junto a un póster de Juanito. Mi carné de socio del Real Madrid dice que soy blanco desde 1985, pero lo era de nacimiento. El adoctrinamiento no estaba bien visto en mi casa salvo para hacernos a todos madridistas. Minucias si se entiende bien qué es ser aficionado a un equipo. Porque en mi casa, como en la de millones de españoles, sonaba Mediterráneo de Serrat cada domingo. Y la canción de la delantera del Barça de Kubala también, sin censuras. Vimos Barcelona 92 encantados de la vida, disfrutando del éxito de un país y no nos fijamos en si los atletas tomaban la senyera, la andaluza o la española.

Decíamos Picornell, Montjuic y Companys (Companis, en castizo madrileño) y cuando la megafonía repetía en castellano, catalán e inglés los rituales no solo nos gustaba, sino que demostraba al mundo que España molaba más que otros países por tener varios idiomas dentro. Llamadme ingenuo. Era un niño. Las cosas cambiaron. El Bernabéu se hizo sentado. Se pusieron palcos donde la gente sí podía beber alcohol solo porque pagaba más. Y la masa social del estadio mutó. El Barcelona desbancó definitivamente a un degradado Atlético de Madrid como el rival a batir y aparecieron nuevos madridistas. Aficionados incapaces de recordar ni una alineación de memoria pero con una ferocidad antibarcelonista que iba más allá. Ya no hay quién silbe el “es polaco el que no bote”. Nuestra insumisión continúa negándonos a cantar a Manolo Escobar. Por suerte los Ultras Sur ya ni existen.

Y así llegamos a una situación de incomodidad en nuestra propia casa en partidos contra el Barça en los que decenas de miles de personas acuden al estadio con una bandera española al cuello. Y ahí me planteo. ¿Por qué me creía representante de la mayoría? Quizá los madridistas que amamos Cataluña o ni eso, solo los que no la consideran el enemigo, somos una minoría.

ESPECIAL CATALUÑA
Para muchos catalanes Líbero es una revista hecha en Madrid y para muchos otros somos una revista del Barça guardiolista.Lo cierto es que Líbero es una revista que tiene tales particularidades que nos permite hablar de todo y de todos, a favor y en contra. Teníamos claro que este especial debería ser hecho desde Cataluña y gracias a nuestros colaboradores hemos conseguido opiniones sobre el papel del fútbol en las relaciones culturales de España y Cataluña del ex capitán de la selección catalana Xavi Aguado, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, el filósofo y periodista Josep Ramoneda, oros de Barcelona 92 como Alfonso o Pinilla, el exdirectivo del FC Barcelona Antón Parera o los veteranos periodistas como José María García y Jaume Rius. La intención de este especial es explicar que la cooperación hispanocatalana ha sido siempre sinónimo de éxito deportivo. Que ese éxito ha sido catalizado por una rivalidad gigantesta entre Madrid y Barça. Que esa rivalidad ha sido siempre pacífica. Y que rascando en la historia de la relación entre Cataluña y España se aprecian historias que ridiculizan las banderas lanzadas a la cara del enemigo. Sabemos que para algunos nada de esto es suficiente, que seremos unos fachas o unos independentistas. O peor, unos equidistantes ante la enorme injusticia. Pero es nuestro granito de arena para que un proyecto de cordura, el diálogo y empatía salga de una vez a un balcón y grite: Ja sóc aquí.