Matías Arraez.- Aparte de los catadores de vino, poca gente fuera de Francia conoce Mâcon. Situada entre el Beaujolais y el Chardonnay, la encantadora ciudad no llegó a ser la capital de la Borgoña, menospreciada por su vecina Dijon y su mostaza. Pero en el corazón de una familia muy apreciada por los franceses, los Griezmann, Mâcon en el centro de operaciones.
Es difícil hablar de Antoine Griezmann sin compararlo con los rasgos de su tierra. A pesar de parecer muy excéntrico, ‘Grizou’ es alguien humilde, como su ciudad. Como el buen vino blanco de Mâcon, el ídolo del Atlético tuvo dificultades para conseguir una oportunidad entre los grandes clubes. Ni el Olympique de Lyon, donde le cerraron las puertas tras ir todos los miércoles por la tarde durante un año, ni la academia de Montpellier, un poco más lejos, vieron en él la joya que ha triunfado en la Liga. Tenía que madurar, como el mosto, para que el mundo pudiera catar sus sabores y sus talentos. Para ello tuvo que cruzar los Pirineos y abandonar el bastión de la familia, para que convertirlo en un refugio al que volver. “Es su burbuja de oxígeno”, según dice su familia.
En esta ciudad de 35.000 habitantes se conocieron sus padres. Alain, local, e Isabelle, hija de inmigrantes portugueses, viven en Mâcon desde siempre. Aquí nacieron Maude, la mayor, Antoine, el mediano y más tarde, Théo. Mâcon, a unos tres cuartos de hora al norte de Lyon, está situada en un cuadro bucólico. Tiene un río, el Saona, y es la puerta sur de una región francesa con mucho carácter: la Borgoña
Aquí nació uno de los poetas más icónicos del romanticismo, Alfonso de la Martine. Uno de sus lemas tiene un eco especial para Antoine: “El destino de un niño es la casa donde nace”.
Aquí nació uno de los poetas más icónicos del romanticismo, Alfonso de la Martine. Uno de sus lemas tiene un eco especial para Antoine: “El destino de un niño es la casa donde nace”. De ahí, los Griezmann nunca quisieron marcharse. Ni cuando el hijo pródigo se fue a San Sebastián con tan solo 14 años, ni cuando su carrera lo llevó a Madrid o Barcelona. Para ellos, en Mâcon, el aire es distinto, leve. La gente los reconoce, obviamente, pero no los molesta. Son unos vecinos más. Se sienten protegidos. Quizás por eso nadie se entere realmente de cuando el futbolista viaja a la localidad (por lo visto bastante). Hasta los periodistas locales no hablan mucho al respecto cuando se les pregunta qué relación tienen los vecinos con la familia. Se puede leer entre líneas: dejad en paz a los Griezmann.
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