Los últimos tercios del Calderón

Crónica del último día de previa en el estadio. El periodista Carlos R Cózar, socio 32.218 del Atlético de Madrid, archiva el testimonio de 51 años de cerveza y bocata. Tertulias en cada esquina del barrio que creció alrededor del estadio al ritmo de un partido cada 15 días. Parte de su vida se apagó con la mudanza al Wanda Metropolitano.

Texto Carlos R. Cózar | Fotografía Lino Escurís.- El Paseo de los Melancólicos, el Imperial, la Ronda de Toledo o Acacias brillaban de otra forma el día del Athletic. 54.000 camisetas rojiblancas daban colorido al río habitual que vive la estación de Pirámides cada quince días. O incluso antes. Una de las pancartas del fondo sur, en las que se fueron sucediendo mensajes de recuerdo a los grandes momentos vividos en el santuario rojiblanco, citaba a las ya añoradas previas en el Calderón. Por allí han pasado socios, socios no abonados, aficionados, turistas para ver algún partido o simples curiosos que quieren vivir uno de los mejores ambientes de fútbol de España. Y todos han acabado haciendo lo mismo: coger de una mano la bufanda con el escudo del Atlético y con la otra, agarrar una cerveza.

Los bares del Calderón también son parte de su historia. El que se haya sentado en los asientos del estadio alguna vez ha tenido el gran placer de abrir el papel de aluminio característico del bar Pirámides. “Yo llevo 16 años de socio. Juegue a la hora que juegue el Atleti, tengo que comerme un bocata del Pirámides en el descanso. En septiembre ya veremos”, se lamenta Arturo, uno de los hinchas que cuenta anécdotas con la tristeza por la mudanza. Un gigante cuadro de vista aérea del Calderón posa en una de las paredes.

“Yo llevo 16 años de socio. Juegue a la hora que juegue el Atleti, tengo que comerme un bocata del Pirámides en el descanso. En septiembre ya veremos”, se lamenta Arturo

Entre el tumulto habitual, apilados casi a centenas, brillan aquellos bocadillos como un metal precioso. Es casi un pecado no haber saboreado los de calamares, lomo con queso o filete empanado. El calentamiento en este bar es (era) perfecto. Las innumerables mesas a ritmo de pelotón o el parque que se arrodilla ante la cafetería se tiñen de rojo y del blanco de las camisetas.

“Paseo de los Melancólicos, ¡cuánto te quiero!”, cantaba Sabina en su himno. Esta calle, también es conocida por los veteranos como el paseo de los elefantes. Cuentan que los aficionados se marchaban a casa negando con la cabeza, como lo hacen estos animales tras los sinsabores tras haber perdido: “Este Atleeeeti…”. La avenida desemboca en la reserva india. A falta de una hora y media del partido, es casi imposible no ver a la gente cantando o charlando con sus amigos mientras se beben la última cerveza del Calderón.

A falta de una hora y media del partido, es casi imposible no ver a la gente cantando o charlando con sus amigos mientras se beben la última cerveza del Calderón

El Parador es otro de los lugares santos. Pósters, camisetas y recuerdos se entremezclan entre el olor de bocadillo y el griterío de la gente pidiendo rubias. “Recuerdo el día del PSV. El partido era a puerta cerrada y la gente no podía entrar al estadio. Los atléticos vinieron a animar desde fuera antes, durante y después. Era una locura ver a tanta gente sin saber que se tendrían que quedar en los aledaños”. Aquel partido lo ganó el Atlético de Madrid y varios jugadores de aquella plantilla confesaron que se escuchaba el griterío de fuera del estadio en el propio césped.


EL DOBLETE
Hay dos lugares que respiran colchonerismo y que son dos de los testigos directos de la historia del estadio. Además, tienen algo peculiar. Son los dos bares que primero sienten lo que es un gol del Atlético de Madrid. El Doblete y el Sport Bar 103 son los dos únicos que viven dentro de las entrañas del Manzanares. “Nosotros nos enteramos antes que cualquier bar. La señal de la tele tarda unos segundos, pero los clientes ya cantan gol”, relata Pedro, dueño de El Doblete. Una bufanda de la peña de Valdepeñas, una de Cartagena y otra de Málaga gobiernan la entradilla del coqueto establecimiento que da cobijo a cientos de atléticos que matan los nervios como pueden del que era el último partido en esos muros.

“Nosotros nos enteramos antes que cualquier bar. La señal de la tele tarda unos segundos, pero los clientes ya cantan gol”, relata Pedro, dueño de El Doblete.

Con el final del partido, los aficionados al fútbol (sean o no del Atleti) tiran de memoria para llevarse el mejor recuerdo, como Olga, dueña del Sport Bar 1903. “Uf, son tantos que casi me cuesta ponerme no a llorar. La despedida de Raúl García en este bar, el regreso de Torres, o los llantos de niños y mayores en las finales perdidas se quedan dentro de mi corazón”, intenta hablar mientras sirve dos dobles. Aquí comienza la peregrinación por el camposanto atlético. Las dos figuras más importantes del club reinan en las escaleras para bajar. Simeone y Luis Aragonés con sus citas célebres dan la bienvenida. Basta con ponerse de puntillas para ver algunos de los trofeos más importantes del Atlético en su historia, porque en el Sport 1903 comienza el tour por el Calderón.

Con el final del partido, los aficionados al fútbol (sean o no del Atleti) tiran de memoria para llevarse el mejor recuerdo, como Olga, dueña del Sport Bar 1903. “Uf, son tantos que casi me cuesta ponerme no a llorar. La despedida de Raúl García en este bar, el regreso de Torres, o los llantos de niños y mayores en las finales perdidas se quedan dentro de mi corazón”, intenta hablar mientras sirve dos dobles. 

El Chiscón también ha servido a la masa atlética y no tan atlética. El Vicente Calderón ha sido escenario de lujo para los mejores conciertos de artistas internacionales. “Recuerdo el de Metallica, horas y horas y horas con gente en los alrededores. Jamás he puesto tantas cervezas como aquel día”, relata nostálgicamente Marcos que sabe que la vida en el barrio se apaga con el estadio. También cuenta que solía servir 60 barriles de cerveza (“y ten en cuenta que antes eran mayores”) pero que con la crisis y los horarios del fútbol moderno han matado la esencia de aquel deporte que nada tiene que ver con el de ahora. Todos los bares, salvo El Doblete, que seguirá suministrando cerveza en el Metropolitano, dieron su adiós al Manzanares. Los recuerdos seguirán en las cabezas de los aficionados, y muchos o casi todos, estarán relacionados, con las previas del Calderón. Salud y gracias. •