El 11+6 de Marta Fernández

Una selección de malditos y problemáticos y sin españoles. Así presentó la periodista Marta Fernández a su equipo en el podcast de Líbero en Podium de la Cadena Ser. Lo recuperamos para este número porque es un homenaje a los grandes momentos literarios del fútbol y a la ausencia de Italia, que en términos de malditismo, cuenta con varios inevitables.

Portero: Dino Zoff En esta selección de malditos y problemáticos comenzamos con un portero que realmente no lo fue. O al menos no fue maldito cuando se convirtió en el héroe de la Juve y de la selección italiana. Peor sí al principio: cuando el club de Turín y el Inter le rechazaron porque a los 14 años medía 1,66. Pero crecería. Eso no lo sabían los que se negaron a contratarle. Como no sabían que Zoff era capaz de parar un balón como si fuera fácil evitar un cañonazo. Se retiró un poco por la puerta de atrás con dos paradas fallidas. Aunque eso se olvidó como se terminó olvidando lo de su corta estatura en la infancia. Y se convirtió en entrenador.

Lateral izquierdo. Paolo Maldini Cuando desapareció Maldini, desapareció el dorsal número 3 del Milán. Fue el futbolista que más veces vistió la rossonera. Y diréis que Maldini no entra en el once maldito porque era perfecto. Sí, era perfecto. Era un defensa elegante y efectivo. Pero su malditismo viene por su historia de desencuentro con la selección italiana. Porque no consiguió proclamarse campeón del mundo. Perdió la final del Mundial del 94 ante Brasil. Perdió la Eurocopa de 2000. Cayó eliminado en octavos en el Mundial de Japón y Corea. En 2006, Cannavarolenvató la copa y Maldini lo vio desde fuera del terreno de juego.

Defensa central Tassotti. Tranquilidad. Este once del malditismo no es completamente azurro –aunque podría. Pero no hay español de mi generación que no le haya gritado a Tassotti cosas tremendas en aquel partido del mundial del 94 en el que los italianos nos ganaron por 2-1 y Tassotti le rompió la nariz a Luis Enrique. Era cuando no pasábamos de cuartos ni con sangre. La FIFA le metió ocho partidos de suspensión y no volvió a jugar con la selección.

Defensa central. John Terry. Si Tassotti era durito, John Terry podía haber sido el protagonista de una película de mineros de Ken Loach. Era pétreo. Como si de la cantera de Chelsea hubieran sacado una roca. Pero no entra en esta selección por lo que repartía en el campo sino por su talento para emborracharse en público y meterse en trifulcas. Así que el que podía haber sido un personaje de Ken Loach se convirtió en uno de Danny Boyle. Con todo lo que el guionista de TrainspottingFootball podría haber deseado: un padre camello de coca y una madre con tendencia a la cleptomanía.

Lateral derecho: Javier Zanetti. Zanetti está aquí no por maldito, porque fue un muchacho ejemplar hasta que se retiró. Pero entra en esta categoría precisamente porque nunca dejó de ser ese chico que llegó al Inter con las zapatillas en una bolsa de plástico de supermercado. Pasó entre los aficionados y ni siquiera se dieron cuenta de que era el nuevo fichaje. Dice que cuando entró en el club le ofrecieron que eligiera un coche. Se decidió por un BMW y se estuvo preguntado si era demasiado ostentoso. Hasta que entró en el aparcamiento y se dio cuenta de que era el más feo de todos. Y se sintió mejor. No es que tenga todos los récords de permanencia con la selección argentina y que lo haya jugado todo. Es que además lo hacía bien. Con clase. Con elegancia. Esa de la que luego parecía renegar cuando metía las botas en su modesta bolsita.

FOTO Paolo Maldini

Centrocampista Paul GascoigneGascoigne sí que se amolda perfectamente a la definición de futbolista malote. Pero malote, nivel villano de película de la Marvel. Cuando uno nace en un lugar del Norte de Inglaterra y empieza a jugar en la calle a los cuatro años, ya no olvida los usos y costumbres del fútbol de barrio. Que si una patada por aquí, que si una insubordinación por allá. Que si casi le expulsan del Newcastle por mala conducta. Que si le tuvieron que ingresar porque se rompió el ligamento cruzado haciéndole una entrada a uno del Nottingham. Que si le metía a todo el mundo y se metía e todo. Vamos que era un angelito del tipo George Best. Y era una pena porque tenía tanto talento con el balón como con las adicciones.

Extremo izquierdo: Ryan Giggs.  Pasó un cuarto de siglo en el Manchester Unitedy se convirtió en leyenda. Pero el chiquillo era un poco díscolo y terminó siendo también leyenda para los tabloides británicos. Toda esa fidelidad a su camiseta era infidelidad conyugal. La historia lo tenía todo para la prensa amarilla: futbolista de relumbrón liado con su cuñada. Y luego su cuñada contó que también le había sido infiel a ella. Y a partir de ahí, se disparó la lista. Al final Mr. Clean se convirtió en Mr. DailyMirror.

Interior derecho: Burrito Ortega.  Del Burrito Ortega decían que iba a ser el sucesor de Maradona. Pero la sucesión se materializó más fuera del campo que en el terreno de juego. Llegó la Sampdoria y se maleó. Que aquí viene a ser sinónimo de que conoció la noche italiana y sus tentaciones alcohólicas.  Así que aquellas frenadas y arrancadas terminaron en frenandas y arrancadas nocturnas.Cuando anunció su retirada del fútbol profesional era más bien el fútbol el que se había retirado de él.

Centrocampista. Zinedine Zidane.  Sí, Zizou era el modelo de buen chico. De chaval hecho a sí mismo, salido de un suburbio –muy suburbio- de Marsella, que es como la elevación de la canallesca. En el campo era elegante como si corriera por su venas la sangre azul de la nobleza futbolística. Pero Zidane también tenía su Mr. Hyde. Final contra Italia. Prórroga. Y de repente, Zidane embiste a Materazzi como si fuera el toro que mató a Manolete. Tarjeta roja y expulsión. Dice Materazzi que él le había dicho una tontuna que en un campo italiano sería de lo más normal. Por cierto, que al final ganó Italia.

Delantero: Eric Cantona. Lo de Cantona es una debilidad personal. Este caballero recio, testosterónico, explosivo dijo en una entrevista que su autor preferido era Rimbaud. Cuesta un poco creer tanta exquisitez pero es una tentación imaginarle leyendo al poeta maldito. Cuesta menos si uno se fija en los frescos que JulieteBinoche descubre en El Paciente: el Cristo Pantócrator es Cantona. Que era una divinidad del fútbol. Una divinidad del tipo vengativo: llegó a agredir a un espectador con una patada de karateka después de haber sido expulsado en un partido de la Premier.  Debí darle más fuerte, dijo después.

Delantero: Diego Armando Maradona. Confieso que he elaborado un once del malditismo sólo para poder decir lo que me dijo un taxista argentino del Pelusa: Messi juega con todo el equipo, pero Maradona es infinitamente mejor porque jugaba solo, sooooooolo. Pues eso. Qué vamos a decir del tipo que hizo a hablar a los muertos del cementerio de Nápoles. Cuando el Napoli ganó en scudeto en el 87, alguien escribió en la tapia del cementerio: Lo qué os habeís pedido (E che ve siteperso!). A la mañana siguiente apareció otra pintada: ¿quién ha dicho que nos lo heos perdido?

Entrenador: Mourinho. Claro. ¿Se puede odiar más? ¿Poner más cara de encono? ¿Meter mejor el dedo en el ojo? Presidente. Si hay una dinastía maldita, pero maldita-maldita más allá de los Kennedy, es la de los Angelli. Dueños de Fiat, de Ferrari, de ChateauMargaux y de la Juve, arrastran una leyenda negra de escándalos, muertes, suicidio y desgracias de esas de los millonarios también lloran. Por aquello de la renovación generacional, propongo a Lapo (Elkann), el nieto del patriarca, como presidente de este equipo de inadaptados.

Himno. La marsellesa. Que debería ser el himno para todo en esta vida. Estadio. La Bombonera. Pero en esta caso porque dicen que es un estadio embrujado, con fantasmas. Que hay un señor que aparece en la grada y que desaparece por arte de magia. Y un niño que ronda por las noches como un almita en pena. Camiseta. La de Pirlo de la selección italiana. Porque si no lo meto, reviento.

Estadio. La Bombonera. Pero en esta caso porque dicen que es un estadio embrujado, con fantasmas. Que hay un señor que aparece en la grada y que desaparece por arte de magia. Y un niño que ronda por las noches como un almita en pena.

Camiseta. La de Pirlo de la selección italiana. Porque si no lo meto, reviento.