María Cappa.- Los futbolistas uruguayos han desplegado una ejemplar lucha por sus derechos laborales que comenzó en 2013 tras un conflicto por los derechos de imagen de los jugadores de la selección. Apenas un 13% de los ingresos televisivos de Uruguay recae en los clubes. Lejos del lujo y el glamour, los impagos y los salarios bajos son generalizados en Latinoamérica. La lucha bajo el lema #MásUnidosQueNunca comenzó desde arriba para favorecer a esa mayoría de profesionales que pelea por un salario digno.
“La realidad sudamericana no es igual que la europea -dice Matías Pérez, defensa de Fénix-. En Uruguay tenemos problemas para cobrar en fecha, los salarios son tan bajos que, muchas veces, se hace complicado vivir del fútbol aun siendo profesionales y ni siquiera somos dueños de nuestros derechos de imagen”. Esta afirmación, a priori, es difícil de asimilar, teniendo en cuenta que la industria del fútbol mueve alrededor de 20.000 millones de euros anuales. Sin embargo, según un estudio del economista argentino Ariel Coremberg acerca de la financiación de los clubes en 2013 y su participación en la economía argentina, de todo el dinero que se genera gracias al “producto fútbol”, apenas el 20% recae en la federación o los clubes; una tendencia que se da también en países como Brasil, España o Inglaterra.
En la misma línea, Michael Etulain, portero de Danubio, explica que, en Uruguay, “de los 80 millones de dólares que genera el fútbol anualmente, la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) y los clubes apenas reciben algo más del 13%. El resto se lo queda la empresa [Tenfield, que equivale a Mediapro en España]”. Esto significa que la federación obtiene unos 10,5 millones al año reparte entre los equipos de primera y segunda. Además, en 2016, los 800 futbolistas del torneo local, cobraron 225.000 dólares en concepto de derechos de imagen; es decir, 23,4 dólares al mes cada uno.
RECUPERAR LOS DERECHOS ROBADOS
Las investigaciones llevadas a cabo por la World Players Association (que aglutina más de 100 asociaciones de distintos deportes) y la FifPro (Federación Internacional de Futbolistas Profesionales) revelan que los deportistas son el eslabón más débil de la industria. En el caso del fútbol, el desconocimiento de los aspectos legales o comerciales y la presión por alargar al máximo su carrera (el 74% de los jugadores tiene entre 18 y 28 años y solamente el 3% supera los 33), sumado al temor de ser considerados conflictivos y quedarse sin club, hace que acepten condiciones que atentan contra su dignidad laboral. Y es que la realidad de la mayoría los futbolistas no es la que le suponemos a figuras como Luis Suárez.
Durante el Mundial de Sudáfrica de 2010, Diego Lugano -capitán de Uruguay durante casi una década- se dio cuenta de que tanto él como el resto de sus compañeros protagonizaban campañas publicitarias por las que no solo no les habían pagado, sino que desconocían. En ese momento, Tenfield era la empresa que manejaba los derechos de retransmisión y comercialización de la selección, además de ser su patrocinador oficial (en colaboración con Puma). Ahí descubrieron que también era la dueña de sus derechos de imagen a pesar de que ellos no se los habían cedido. El de la propia imagen es un derecho personalísimo; solo su titular puede disponer de él y su difusión está prohibida por ley a no ser que su legítimo dueño dé su consentimiento expreso para ello. Después de tres infructuosos años en los que trataron de dialogar con la AUF y con la empresa, los futbolistas decidieron ponerse firmes.
Respaldados por su entrenador (Óscar W. Tabárez), emitieron un comunicado a finales de 2016 por el que se negaron a negociar nada con la federación hasta que no garantizara que era independiente. Un par de meses antes, la AUF había rechazado una oferta de Nike para patrocinar a la selección que quintuplicaba la de Tenfield. A partir de aquí se sucedieron las presiones, los insultos y las faltas de respeto (e incluso alguna amenaza), especialmente centradas en Lugano. “Ya sabíamos que los que tenían el control iban a patalear, pero, por mi credibilidad y por mi espalda, mis compañeros me pidieron que fuera protagonista. Fue una cuestión de estrategia”, cuenta la actual figura de São Paulo. Finalmente, el pasado mes de enero, se les reconoció el derecho a controlar su imagen, se estableció que la AUF negociaría sin intermediarios los distintos contratos de comercialización y retransmisión de los partidos de la selección (lo que implica que contará con más dinero para invertir en infraestructuras y en las categorías inferiores) y se aceptó renovar el contrato con Tenfield después de que la empresa igualara la oferta presentada por la marca de ropa estadounidense.
INTERNACIONALES Y LOCALES
Los futbolistas del torneo local comparten con los de la selección los problemas respecto a sus derechos de imagen. Además, gran parte de las infraestructuras e instalaciones de los estadios (desde los vestuarios hasta los baños públicos, pasando por el estado del césped) presentan unas condiciones deplorables, consecuencia del poco dinero que reciben los clubes al año (Peñarol y Nacional -los dos grandes históricos del país-, 945.000 dólares, el resto de los de primera, 550.000 y algo más de 67.000 dólares para cada uno de los equipos de la B). A esto hay que sumarle los bajos salarios de gran parte de los jugadores y las demoras en los pagos.
De acuerdo con los datos de la FifPro, el 2% de los futbolistas del mundo gana más de 750.000 dólares anuales
De acuerdo con los datos de la FifPro, el 2% de los futbolistas del mundo gana más de 750.000 dólares anuales; el 45% de estos profesionales no llega a los mil dólares mensuales. Esta cifra se eleva hasta el 61,2% en Uruguay, donde cuatro de cada diez cobra entre 300 y 600 dólares por mes. En cuanto a las demoras en los pagos, son 6 de cada diez los que las sufren, lo que los sitúa en la segunda peor posición de América Latina (por detrás de Bolivia). Un problema tan grave como para llevar a los futbolistas de la B a hacer una huelga que duró hasta casi mediados de abril y que finalizó porque, según la normativa existente, si no compiten, no pueden reclamar sus deudas.
Inspirados por lo sucedido en la selección, los jugadores profesionales del torneo local decidieron asumir un papel protagónico en el fútbol uruguayo. Sin embargo, ya desde la primera reunión con su sindicato, la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales (MUFP), descubrieron que estaban desamparados. En una asamblea organizada a principios de diciembre del pasado año, la comisión directiva de su gremio les aseguró que el contrato que la MUFP había firmado con Tenfield por el que había cedido los derechos de imagen de los futbolistas (sin su consentimiento), todavía seguía en vigor. Dos días más tarde publicaron un comunicado en la web de esta empresa para anunciar que había expirado hacía una semana.
Esto condujo a los futbolistas a crear el movimiento #MásUnidosQueNunca. Al no verse representados por su propio gremio, y mediante una carta firmada por 590 de los 800 jugadores profesionales de Uruguay, exigieron la dimisión de la comisión directiva y solicitaron la celebración de una asamblea extraordinaria para llevarlo a cabo. Los directivos de la Mutual se negaron a abandonar sus cargos y convocaron dicha reunión fuera del plazo legal, lo que llevó a los futbolistas a celebrar una multitudinaria manifestación en la sede de la MUFP donde anunciaron que le pedirían al Ministerio de Educación (MEC) que interviniera.
El MEC tiene de plazo hasta el 18 de julio para emitir su fallo, aunque no pinta demasiado bien, ya que el informe que sus funcionarios le mandaron al fiscal encargado del caso está plagado de inexactitudes tan groseras como como dar por recibido el libro de actas de la comisión directiva cuando ni siquiera consta en el expediente. Si no se pronuncian o lo hacen en contra de los futbolistas, el siguiente paso será acudir al tribunal de lo contencioso-administrativo para que sea ahí donde se dirima la legitimidad del pedido de #MásUnidosQueNunca.
UN FÚTBOL DIGNO
Durante todo este proceso, los jugadores de la selección han respaldado a los del torneo local tanto en privado como públicamente, ya sea por medio de sus declaraciones a diferentes medios o con diferentes publicaciones en las redes sociales. Un ejemplo de ello es la foto que Diego Godín y Luis Suárez se sacaron antes antes de jugar el partido de vuelta de la semifinal de la Copa del Rey, en la que se los veía posando con una camiseta donde podía leerse: “Por nuestro fútbol. #MásUnidosQueNunca”.
Mientras esperan una solución que parece que aún tardará en llegar, los integrantes de este movimiento trabajan en un proyecto para mejorar el fútbol de su país que presentarán a la AUF en cuanto se desbloquee la situación con la Mutual. Matías Pérez resume su principal objetivo: “Queremos que los futbolistas sean dueños de su profesión; que lo que genere el fútbol se invierta en la AUF, los clubes y los jugadores. Queremos tener estadios y canchas de acuerdo al nivel de competición que se nos exige y al que aspiramos. La materia prima del país sigue siendo buena, pero no hay nada alrededor que la sustente y la acompañe”. Por su parte, Lugano, que no olvida de dónde proviene, sueña con “un fútbol integrado, uno realmente nacional y no solo de Montevideo, donde los equipos del interior cuenten los las mismas herramientas y oportunidades que los de la capital”.
Conscientes de la fragilidad de su carrera y de la importancia de tener una educación formal, también quieren impulsar la formación integral de los jugadores. Su intención es crear un proyecto que pueda darle herramientas a esa gran mayoría que no llegará a ser profesional, a los que se lesionen antes de terminar su carrera o a los que se retiren y no sepan qué camino tomar. De hecho, en noviembre del año pasado, Álvaro Pereira, Diego Godín y Diego Lugano presentaron un programa de capacitación laboral creado por la Fundación Celeste en colaboración con el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional basado en una idea de los propios jugadores de la selección.
El surgimiento de esta generación de futbolistas pensantes, comprometidos con su país y sus compañeros se explica con tres palabras: Óscar Washington Tabárez. Michael Etulain recalca que “desde que comenzó su proceso en la selección, el Maestro (apodado así por haberse dedicado a la docencia durante varios años) se ha preocupado más por elegir un cierto tipo de personas que un cierto tipo de jugadores”. Y parece que le salió bastante bien. Al acabar el Mundial de Sudáfrica (2010), la Academia Nacional de las Letras de Uruguay le otorgó un reconocimiento público a la Celeste por “la propiedad y el general acierto idiomático” de los seleccionados durante la competición. “Te voy a contar algo que hasta ahora me había guardado para mí –confiesa Lugano-. En mis diez años con la selección, nunca vi al Maestro tan emocionado como cuando me llamó aparte para contarme que nos habían dado ese reconocimiento. Ningún título, ningún otro premio que recibió le hizo tan feliz como aquello”, recuerda orgulloso.