Texto y Fotografías Hernán Ramos
Un futbolero tiene que hacer, lo que un futbolero tiene que hacer. Comenzaba marzo del 2019. Europa salía del crudo invierno y en el hemisferio sur entrabamos al otoño. En la Premier League se daba uno de los duelos más exigentes y de alto impacto que el fútbol inglés recordara: El City de Guardiola contra el Liverpool de Klopp, golpe a golpe, palmo a palmo, en una de las mejores temporadas de ambos. El City buscaba el bicampeonato con un tranco de ganador. En cualquier liga del mundo, los Citizens ya estarían celebrando, pero en la Premier no. Liverpool, estaba al acecho, y punto a punto definirían al campeón. En Chile, al otro lado del mundo, estaba yo. 35 años, de novio hace 4, sin hijos.
Meses antes, había comentado con mi novia “quiero ir a estudiar inglés un mes, antes de que sea demasiado tarde”. Ella, ingenua, me siguió la conversación y claro, en un acto progresista y libertario, me apoya. Le cuento que estuve cotizando, que quería hacer un mes de inglés en alguna parte de Inglaterra y que Liverpool me parecía un destino apropiado, a mitad de precio comparado con Londres, por ejemplo.
La coartada me duró poco, cuando ella descubrió un par de papeles impresos, con nombres de equipos ingleses. Se metió seguramente a Google Maps, y también vio que Liverpool estaba a una hora de Manchester. Quizás eso pasó mientras yo, tirado en el sofá, miraba, disfrutaba y me emocionaba con un partido la Premier. Ya era tarde, los pasajes y el curso estaban comprados, y entre muchas de las entradas que había adquirido para vivir un mes “A toda Premier”, estaba la del Derby de Merseyside, una edición más del clásico Everton vs Liverpool, en la cancha de los Toffees.
Todo era perfecto. Y así es como el 1 de marzo llegaba al John Lennon Airport (no es broma, así se llama ese aeropuerto), con mi mochila llena de emoción, por un mes cargado de Cerveza, Fútbol y estudio (sí, fui a clases por 4 semanas) en la que para unos es la ciudad de los Beatles. 2 días en Liverpool. Ya instalado en mi residencia de estudiante, y zambullido en páginas que explicaban el “cómo llegar” o “datos útiles” si vas a un partido de la Premier, lo primero que tuve que hacer era ubicarme. Yo estaba en el centro de Liverpool, y los dos estadios, no están ubicados en las afueras, pero sí, están a distancia de “bus” desde donde yo estaba.
Yo estaba en el centro de Liverpool, y los dos estadios, no están ubicados en las afueras, pero sí, están a distancia de “bus” desde donde yo estaba.
En ese momento, entendí que nada me debía preocupar, estaba en Inglaterra y los Ingleses tenían todo organizado a lo inglés. Resulta que lo primero de lo que me enteré, es que algunos paraderos de buses, para los “Match Days” cambian su recorrido, y se convierten en buses van al estadio, y que cuando termina el partido, están afuera para traerte. Un servicio público de buses, algo caro (4,4 Libras ida y vuelta), pero con Wifi y la tranquilidad de ir y volver tranquilo, sano y a salvo a la cancha (en mi caso tomé el 919). Caminé 3 cuadras hasta la St Johns Garden, hice una fila con mucha gente de azul y listo. El Everton, es un equipo tradicional de Inglaterra, con una historia abundante, pero con triunfos escasos. El mayor problema del Everton, es el Liverpool F.C, un equipo que se reinventó lentamente en los 80s hasta llegar ser uno de los equipos más importantes del mundo, con su mítico YNWA, un himno que hace que a los futboleros se nos pongan los pelos de punta y el corazón en llamas. Una vez en la fila del Bus, con mi semi-nulo inglés pude notar las conversaciones inquietas de los Evertonians y la burla del chofer del bus, quien seguramente era hincha de los Reds quien tiró una talla al estilo de “a estos los llevo al matadero”. Eso quise imaginar, me reí.
El trayecto de nos más de 15 minutos, bajo un cielo nublado y a ratos lluvioso, fue un hermoso trámite. Estaba más nervioso aún, ya que había comprado la entrada mediante la página stubhub.co.uk y uno como latinoamericano, está acostumbrado a desconfiar. Fueron varios meses antes, cuando ya había comprado el pasaje, que comencé a googlear “Everton tickets” y me di cuenta que había muchos disponibles, y que está página era el sitio oficial de la reventa oficial. ¿Cómo funciona? Gente compra el Season Ticket, es decir, su asiento para toda la temporada, pero a través del medio oficial, puede re-vender su entrada, los días que no puede asistir o supongo, para ganar un poco de plata extra. Para mi sorpresa, había varios asientos disponibles, ojo porque hay algunos que son “kids” y otros para mayores de 65 años, yo me fui por una muy barata, que para tal magnitud del evento, no fue tan barata.
Pagué algo así como 80 libras, pero ya estaba ahí, al menos tenía un papel que eso decía. Y ese fue el primer desafío: creer que ese mail impreso me daba la posibilidad de tener la entrada al derbi, este decía clarito: “Hi, Hernan. Thanks foryour order! Pick up your tickets at the venue will call window on Sunday, March 3, 2019. Have a great time”. Ahora había que investigar a qué se refería con “venue” y listo. El viejo y querido Goodison Park. Ir a un estadio construido en 1882, es algo que tiene toda la épica del mundo. Ya bajando del bus, hay que caminar 3 cuadras, y pasar por entre los vendedores de bufandas y pines, y los carritos de Fish and Ships, y casitas pequeñas que están en las calles que te llevan al estadio. Desde la ventana la gente te mira, el futbol es una fiesta también en las calles del país que inventó el fútbol,una fiesta moderada, pero hermosa. Ya llegando al estadio, uno se encuentra con la estatua del quizás más grande jugador del Everton, un tal DixieDean, goleador de la temporada 27-28 y el primero jugador del Everton en usar la 9, un crack.
El viejo y querido Goodison Park. Ir a un estadio construido en 1882, es algo que tiene toda la épica del mundo. Ya bajando del bus, hay que caminar 3 cuadras, y pasar por entre los vendedores de bufandas y pines, y los carritos de Fish and Ships, y casitas pequeñas que están en las calles que te llevan al estadio.
Fui al recolectar mi entrada a la “venue” y no pudo ser más fácil: una fila que daba a una oficina, y donde al mostrar el papelito, y mi pasaporte, me entregaron mi querido ticket. Me quedaban dos horas para recorrer, tomar fotos y esperar el pitazo inicial, que linda sensación. El estadio, metido entre la ciudad, está a una calle de las casas, es decir, si cruzas la calle hay una familia tomando el té, en la otra, la entrada para galería. Increíble y conmovedor. Entré rápido, ansioso y en segundos ya estaba ahí, a dos metros de la cancha mientras Pickford, calentaba las manos. Antes de llegar a la cancha, pasé por un sector intermedio, en el que vendían cosas para tomar y comer, por supuesto me compré una Carlsberg, qué podía ser mejor: Comprarse otra, fui. Faltaba algo así como una hora para el pitazo inicial, y yo podía esperar mucho más, disfrutaba el momento consciente de que era un highlight en mi vida de futbolero, esos momentos que no quieres que se acaben nunca. De un segundo a otro, ese lugar para comprar cervezas y comer algo, se convirtió en una caldera. Entraron una decena de jóvenes y no tanto cantando a todo pulmón.
Me quedaban dos horas para recorrer, tomar fotos y esperar el pitazo inicial, que linda sensación. El estadio, metido entre la ciudad, está a una calle de las casas, es decir, si cruzas la calle hay una familia tomando el té, en la otra, la entrada para galería. Increíble y conmovedor.
Asi me enteraba que había comprado mi ticket en la mismísima barra del Everton, lo que sería equivalente a la galería norte de nuestro Nacional: miedo y emoción, me embargaron juntos en ese momento, mientras de al lado mío varios jóvenes y no tan jóvenes, evidentemente borrachos, entonaban un ensordecedor: “¡Evetá, evetá, evetá!” De pie todo el partido, en un 0-0 tenso, el resultado final se tomó como una victoria que al final de la temporada, y sacando las cuentas tomó colores de épico. El Liverpool, perdía la Premier por un solo punto, y en esta noche fría de marzo del 2019, el Everton, su clásico rival, le había arrancado dos puntos desde el bolsillo. El viejo Goodison Park, hecho de madera y cemento pronto será reemplazado por un estadio acorde a los tiempos que vivimos. Yo por mi lado, tuve la suerte de ir dos veces a ese verdadero templo del deporte más lindo del mundo (el otro partido al que fui fue contra el Chelsea, en un 2-0 a favor de nosotros, los del Everton).
Yo por mi lado, tuve la suerte de ir dos veces a ese verdadero templo del deporte más lindo del mundo (el otro partido al que fui fue contra el Chelsea, en un 2-0 a favor de nosotros, los del Everton).
Y esa noche, la recuerdo así: la noche en que descubrí lo lindo de vivir en una ciudad con tanta tradición, respeto y pasión, una ciudad que para el resto de los mortales es la ciudad de los Beatles, que para otros es la ciudad del Liverpool, pero que para mí, desde ese momento y para siempre, será la ciudad deDixieDean, el Everton y el querido y viejo Goodison Park.