'Modo Resultado', por Javier Aznar

Desarrollé un trauma y una tremenda antipatía hacia todo el universo Apple y hacia ese estúpido sistema operativo que me impedía entregar mi vida por completo al PC Fútbol, mi único anhelo.

Javier Aznar.- A nadie se le escapa que Apple se ha convertido en una suerte de religión de repuesto. No tiene clientes, sino fieles. Se estudia el discurso de Steve Jobs en Stanford como si fuera la palabra sagrada a sus discípulos. Las tiendas Apple parecen templos y se visitan por todo el mundo a modo de peregrinación. Vemos los lanzamientos de sus nuevos productos con una puesta en escena que a veces roza la de algunos telepredicadores. Y en lugar de un cielo tenemos la nube.

Pero lo que ahora nadie recuerda es lo que tuvimos que padecer algunos pioneros, los llamados early adopters” de la compañía de Cupertino. No se nos reconocen los sacrificios y renuncias que hicimos cuando Apple no era lo que es ahora. Cómo tuvimos que caminar para que otros pudieran correr.

Que te gustara una chica de clase y no te correspondiera era algo esperable y, en cierto modo, hasta previsible. Dolía, pero uno encajaba el revés con dignidad y entereza. Pero para lo que nadie te había preparado en la vida era para acercarte hasta el quiosco más cercano a por ese PC Fútbol con Michael Robinson en la portada. 

Empecemos por el principio. Mi padre, en los noventa, tenía en el despacho de casa un ordenador. Que era, por supuesto, el ordenador central de toda la familia, colocado debidamente junto al teléfono fijo. Se trataba de un Macintosh, de cuando su icónica manzana era todavía una fruta de colorines. Tampoco había tantos circulando por aquella época. Lo que todavía no sabía, incauto de mí, era que aquel maldito ordenador traía consigo una inesperada maldición: para mi enorme desgracia, su sistema operativo era incompatible con el mejor videojuego del momento, el PC Fútbol de Dinamic Multimedia. 

Que te gustara una chica de clase y no te correspondiera era algo esperable y, en cierto modo, hasta previsible. Dolía, pero uno encajaba el revés con dignidad y entereza. Pero para lo que nadie te había preparado en la vida era para acercarte hasta el quiosco más cercano a por ese PC Fútbol con Michael Robinson en la portada, volver corriendo a casa y que tu ordenador te dijera de repente que había una incompatibilidad. Que erais de dos mundos muy distintos y que nada se podía hacer al respecto. Recibir semejante mazazo es algo que no deseo ni al peor de mis enemigos. 

*Lee el resto del artículo en la edición 52 de Líbero pidiéndola a domicilio.