Mr Puskas, director gerente

La gran zurda del primer Real Madrid hegemónico intentó ser un hombre de negocios en varias ocasiones. Mi abuelo fue uno de los socios de su mítica empresa de salchichas. Antes había dirigido una fábrica y una ferretería en Budapest.

Texto Pedro García Campos | Fotografía Archivo película ‘Bernabéu’ (Ignacio Salazar Simpson, 2017).-El zurdo más inolvidable del siglo XX no era el más diestro para los negocios. Mi padre siempre me lo repite, palabra por palabra, cuando le pregunto por el mejor jugador que ha visto en directo: ¿Di Stéfano, Pelé, Cruyff, Maradona? “El diferente era Puskas, el único que he visto poner la pelota exactamente donde quería y como quería... pero comía como una lima... y con los negocios no tuvo suerte, que se lo digan a tu abuelo”. A mi abuelo le llamaban Panocha por su pelo rojo. Creció en Chamberí y jugó como delantero en el Marca y en un filial de la Unión Deportiva Salamanca durante los años 40. Conocía a jugadores y directivos del Real Madrid porque trabajaba para algunos en su agencia de aduanas. Viajaba con ellos, cenaba con ellos, veía fútbol con ellos… Y por ahí andaba mi padre, un niño obsesionado con un jugador recién llegado a España en 1958: el húngaro Ferenc Puskas, rebautizado como ‘Pancho’ Puskas, desertor de la Unión Soviética desde 1956.

Con nueve años mi padre empezó a coincidir con su ídolo a las salidas de los entrenamientos del Real Madrid en la calle del Padre Damián, y durante algunos fines de semana, cuando varios jugadores cenaban o comían en el chalet de mi familia en Villalba, cerca de Navacerrada, donde el Real Madrid de las cinco Copas de Europa se concentraba antes de los partidos: “Puskas era entrañable: un tío muy amable, simpático, accesible... le recuerdo muy cerca de los niños. Siempre me acuerdo de un día: se jugó con tu abuelo una paella a ver quién le daba más veces con un balón de plástico a un palo. El palo era la mitad que un poste y estaban a la distancia de un penalti. Puskas acertó todos sus intentos y tu abuelo... bueno, a lo mejor rozaría el palo un par de veces”.

Quizá fue la precisión y el liderazgo lo que hizo pensar a más de uno que el mejor jugador húngaro de todos los tiempos podía triunfar en los negocios. De hecho, Puskas (1927-2006) empezó su carrera paralela como emprendedor en la Hungría soviética y la continuó en Madrid, donde tuvo dos aventuras extra futbolísticas con capital propio y de colegas y socios, entre ellos mi abuelo. La menos conocida es una cafetería cerca del
estadio Santiago Bernabéu que llevaba el nombre de Pancho. Por lo visto, allí tomaban copas estrellas del deporte, la música y el cine. Pero sobre todo Puskas creó una marca de salchichas al estilo húngaro, su proyecto más ambicioso. Nada podía fallar.

Salchichas Húngaras Puskas adquirió una máquina de rellenado de carne, armó una flota de cuatro furgonetas amarillas y diseñó un logo con el propio jugador chutando un balón mientras sujetaba una salchicha.

Salchichas Húngaras Puskas adquirió una máquina de rellenado de carne, armó una flota de cuatro furgonetas amarillas y diseñó un logo con el propio jugador chutando un balón mientras sujetaba una salchicha. La actividad de la fábrica, situada en en el barrio de Salamanca de Madrid, duró cerca de un lustro y cerró dejando paso a lo que hoy es un taller. “Tu abuelo puso dinero y se asoció con algún amigo más, pero se arruinaron: no les salió bien el invento”. El documental “Puskas, Hungary” (2009), uno de los mejores retratos del jugador que da nombre al Mejor Gol del Año de la FIFA, repasa los comienzos de Puskas en un equipo del ejército húngaro, el Honved. Allí su calidad y sus goles hicieron que alcanzara el grado de coronel, toda una ironía dado su apodo -“Cañoncito Pum”- y el significado de “Puskas” en magiar: “Escopeta” -apellido posterior y postizo; el original era “Purczfeld”-. Como pago a los éxitos deportivos del Honved, se le asignó la coordinación de una fábrica en Budapest, cargo que tras regresar de los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952, donde los húngaros empezaron a fraguar su leyenda colgándose la  medalla de oro, se transformó en la regencia de una ferretería en 1953. Quizá mientras llegaba un pedido de alicates a su oficina, Puskas estaba en Wembley fundiendo a Inglaterra por 3-6 con una actuación que muchos siguen considerando el mejor partido de fútbol de la historia.

Quizá porque nunca tuvo más interés que el fútbol -en la serie documental El Partido del Siglo, producida por Elías Querejeta, afirma que “el fútbol le gusta, quizá, más que la vida”- el futuro de la ferretería fue el mismo que el de sus dos negocios españoles: la quiebra. Mientras, Öcsi, como le llamaban sus amigos y familiares cercanos en Hungría, seguía jugando a las cartas con sus amigos en la trastienda, según el documental. Puskas, que en el Real Madrid ganó tres Copas de Europa y cinco ligas, acabó siendo entrenador. Sus aventuras como hombre de negocios duraron poco y se recicló a través de los banquillos. Un verano, con una barriga que ya no le dejaba ver los pies que le habían convertido en leyenda, andaba por un campus en Australia dando clases junto a Denis Law y George Best. Al terminar un día de entrenamiento, el ex delantero del United contó a la prensa de la época que “todos los jóvenes se estaban riendo de Puskas” llamándole “viejo gordo”, hasta que los profesores les habían retado a “golpear diez veces el larguero” desde fuera del área. “Los jugadores jóvenes han elegido como rival a Puskas y Law les ha preguntado que cuántas veces haría diana el viejo gordo. Han contestado que menos de cinco”.

“El viejo gordo -soltó Best- ha acertado las nueves primeras. Para la décima ha levantado el balón, se lo ha llevado de los hombros a la cabeza con dos toques, lo ha preparado con la espuela y lo ha metido por la escuadra con un cañonazo rozando el larguero. Todo el mundo se ha quedado en silencio hasta que un chico ha preguntado cuál era su nombre. Le he contestado que Mr. Puskas”. •