'No es una estrella, es un punto y aparte', por Guille Galván

Han ganado cada paso al tiempo que aguantaban las bromitas en los pasillos de su propia Federación con aquello de que “el fútbol femenino ni es fútbol ni es femenino”. Su lucha deja discurso, orgullo e identidad.

Guille Galván.- Tommie Smith y John Carlos en el podium de México 68, la Democracia corinthiana de Socrates, la Selección Española femenina de fútbol. El puño cerrado en alto para decir que se acabó, para convertir su estrella en un punto y aparte. Sin caer en la trampa de qué gesto fue más icónico, todos tienen en común algo, sacar al deporte de los límites de la cancha y abrir una ventana al mundo y la vida.

Hay fotos, que más que poner un lazo al presente, representan una brecha temporal, un barranco en la línea de lo establecido. Gestos que envejecen de golpe toda una sociedad y que marcan el comienzo de una nueva etapa, como esas instantáneas de algún álbum pasado que te da vergüenza mostrar y das la vuelta cuando hay visitas. La de Rubiales agarrando a Jenni Hermoso será la última de una época y quizás ésta sea la primera de otra. Un fútbol de chiringuito de coñac avinagrado, de Brummel y sobaquera, de gracieta fácil, de despachos de dietas, abusos, favores y mofas en los pasillos

La de Rubiales agarrando a Jenni Hermoso será la última de una época y quizás ésta sea la primera de otra. Un fútbol de chiringuito de coñac avinagrado, de Brummel y sobaquera, de gracieta fácil, de despachos de dietas, abusos, favores y mofas en los pasillos.

El fútbol vive de su historia, a veces tan grande que pesa sobre los hombros y acaba en nostalgia de una institución que lo quiere todo: la gloria y el dinero. Nació en los partidos del domingo, el día libre de los trabajadores de las fábricas inglesas y acabó en retransmisiones diarias. Mezclando ocio con minicápsulas de serotonina que consumimos en el móvil para comprobar en un descanso de la oficina qué ha hecho el Inter de Miami o un equipo nefasto al que ni siquiera pones nombre de la Liga Árabe. Los carruseles deportivos han abrazado la comida basura sin remilgos, en jornadas completamente fragmentadas donde no sabes si estás siguiendo tu Liga o una competición interestelar de muñecos Marvel adictos al fentanilo. Como aficionado me importa una mierda y me hace estar cada vez más lejos. Nos generan la necesidad, no de disfrutar de un partido, sino de acumular números y consumir resúmenes*.

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