Texto Esteban Granero.- Xabi llegó bastante tarde, tras el enésimo culebrón del verano y para poner la guinda al pastel de Florentino. Después de Kaká, Benzema y Cristiano Ronaldo, Xabi era el último engranaje de una maquina perfecta, ese que está medio escondido en el interior pero sin el que nada funciona como es debido.
Todo el madridismo celebró su llegada con emoción. Yo no.
Hacía apenas un mes que se había hecho realidad mi sueño de jugar en el primer equipo del Real Madrid. Mis buenos partidos en pretemporada y algunos goles me habían colocado por delante de Van der Vaart, Lass, Diarra y Gago. Sneijder había volado a Milán y Guti… Bueno otro día hablamos de Guti. El caso es que la llegada de Xabi amenazaba evidentemente mis intereses dentro del equipo. Yo había visto cómo él sólo había conseguido dar sentido a un equipo como el Liverpool hasta el punto de hacerlo campeón de Europa y recordaba perfectamente aquella rosca en Anoeta que casi quita al Madrid la liga del 2003. Por aquel entonces, como es lógico, me parecía una batalla desigual, y más aún cuando pisó por primera vez el vestuario con los pies de Gatsby y me sorprendí mirándole con los ojos de Ripley.
Mis miedos resultaron no tener demasiado fundamento. Afortunadamente el fútbol tiene un lenguaje propio y ahí nos encontramos enseguida. Es muy fácil jugar con Xabi y a partir de entonces jugamos mucho juntos. Tengo suerte de poder decir que todos los días aprendí de él. Fueron tres años salvajes dónde nuestro Real Madrid consiguió poner en jaque la hegemonía culé de los años anteriores, culminados con aquella gran liga de 2012.
Tengo suerte de poder decir que todos los días aprendí de él. Fueron tres años salvajes dónde nuestro Real Madrid consiguió poner en jaque la hegemonía culé de los años anteriores, culminados con aquella gran liga de 2012.
Nunca he entendido que en los deportes de equipo como el fútbol se den premios individuales. Atenta contra la esencia del juego y contra el equilibrio de Nash (por qué no). Y creo que si tuviéramos que destacar a un futbolista por encima del resto deberíamos valorar como merecen a los verdaderamente determinantes. A esos que no se pueden sustituir por otros. Esos engranajes sin los cuales no funciona nada. Ya sabéis lo que digo.
Yo, por si acaso, sigo intentando comportarme en el campo, ya sea en los entrenamientos o partidos, como creo que lo haría Xabi.
Artículo de Esteban Granero incluido en Líbero 14. Disponible a domicilio aquí.