Para ser portero

Ser portero es una cuestión de soledad y vuelo. Basta con ser un chiquillo que siga con la mirada la trayectoria del balón. Actitud. Esa es la conclusión del músico Guille Galván tras analizar esta histórica foto de Xavier Miserachs.

*Texto Guille Galván | Fotografía Xavier Miserachs.- En mis primeros días de facultad pedí cita para charlar con uno de los profesores de la carrera. Fui a su despacho porque quería preguntarle qué es lo que debía hacer un chaval de 18 años para convertirse en guionista. Para ser guionista, afirmó el catedrático con la seguridad de un confesor, solo tienes que hacer una cosa: escribir guiones. El tiempo y tu destreza ya dirán si puedes dedicarte a ello profesionalmente pero, de momento, ponte a escribir. No iba yo preparado para semejante perogrullo y, aunque en los años siguientes puse empeño en desarrollar su consejo, nunca terminé de adquirir esa habilidad. Y en contra de lo que dice la canción, el tiempo tampoco se puso de mi parte para poder vivir de ello. Recordé la anécdota cuando vi la estirada de este niño.

¿Qué hay que hacer para ser portero? ¿Llevar guantes y rodilleras? ¿Un jersey con el uno en la espalda? ¿Entrar en la Masía? Si alguna vez se dio esta pregunta, espero que el maestro le dijese al niño que ya era portero aunque él no lo supiera.

Parece sacado de una secuencia de El cielo sobre Berlín pero se trata del carrer de Guipúscoa de Barcelona a principios de los sesenta. Y me imagino al muchacho preguntándole a alguien ¿Qué hay que hacer para ser portero? ¿Llevar guantes y rodilleras? ¿Un jersey con el uno en la espalda? ¿Entrar en la Masía? Si alguna vez se dio esta pregunta, espero que el maestro le dijese al niño que ya era portero aunque él no lo supiera. Porque uno es portero si es capaz de volar como este chiquillo mientras sigue con la mirada la pelota de costado. Da igual si lleva el uniforme reglado o el del colegio de los curas.

Da igual si la portería está hecha de tres palos de madera, es de metal o si lo que sugieren los palos son mochilas, sudaderas o pedruscos. Da igual si llegas a jugar alguna vez más allá del equipo del barrio. El acto es lo que te convierte en arquero, no el contexto. El portero es un resorte natural con heridas en las rodillas, un péndulo que nace en los ojos y acaba siempre en la pelota. Al portero le gusta estar solo, entrena apartado, piensa sin el bullicio de los demás, celebra los goles imaginándolos de lejos antes de festejarlos en su propia área...

*Texto completo en Líbero 26:

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