Diego Barcala.- La entrevista se produce semanas antes del desastre de la Dana. La catástrofe ha revolucionado la vida pública en la Comunidad Valenciana y sería impensable mantener una charla con cualquier persona relevante en Valencia sin preguntar por ello. Por eso no aparecen las inundaciones en la conversación con Daniel Parejo (Madrid, 1989), que sin duda es una persona destacada en la ciudad. Vive en el norte, apenas a media hora de su club desde hace cinco años, el Villarreal.
Su fútbol es el último símbolo de un Valencia campeón y la ciudad se lo agradece a cada paso. De hecho, aparecen noticias cada cierto tiempo de una hipotética vuelta a Mestalla que parece más un deseo que una realidad. El anhelo de ver al Valencia competir no es lo último que simboliza su fútbol. El canterano del Real Madrid ha construido una carrera brillante en el fútbol profesional gracias a un talento contracultural y mucha personalidad. El juego inteligente, una dosis de riesgo máximo y la fe ciega en el pase han caracterizado su manera de entender este deporte. Una cabeza rápida y un pie al que el balón obedece más que al resto que se forjaron desde la infancia, cuando pasaba horas en las calles de Coslada, un municipio del sur de Madrid.
Nuestro objetivo en esta entrevista es repasar toda tu carrera, casi desde los campos de tierra. ¿Tú has jugado mucho en arena?
Hombre, sí, mucho.
¿En la Ciudad Deportiva antigua del Real Madrid?
*No, a mí esa ya no me tocó. Pero con rivales sí, por ejemplo en el campo del Puerta Bonita. Yo hice el año de la ciudad deportiva en Las Rozas, Alcobendas, antes de irnos a Valdebebas.
Vamos a empezar antes. ¿Cómo empezaste a jugar?
Yo empecé a jugar como todos los niños a los que les gusta jugar al fútbol. Yo era uno más, de los que estaba todo el día en la calle. Creo que se ha perdido un poco, igual porque los padres somos más cuidadosos o cómo ha evolucionado la vida. Antes era más salvaje, estábamos todo el día en el parque con la pelota, en la arena, en el césped, veías a dos chicos y jugabas con ellos. Todo en torno a la pelota y la calle. Ahora como padre me parece difícil dejar a un niño de 9 años en la calle solo.
¿Cómo era el sitio exacto que recuerdas de esa calle?
Yo jugaba entre dos portales. Vivíamos en una casa pequeñita, tendría unos 70 metros y éramos mis padres, mi hermana y yo. Jugábamos abajo en el portal de casa. Sobresalía un muro con el que hacíamos una portería y al otro lado del portal era la otra portería.
Me pitaban 40.000 en Mestalla y me daba igual. A la siguiente pelota hacía lo mismo. A lo mejor me ha servido para crecer como futbolista y lo que me ha llevado a ser quien soy es mi forma de jugar
Algún cristal has roto.
Sí, alguno. Y problemas con muchos vecinos mayores que nos pedían que no jugáramos. Eso creo que sigue existiendo.
Luego ya jugaste en clubes, he visto uno que se llamaba La Espinilla en Coslada.
Sí, era un club de barrio, el campo se llamaba Rodamientos y lo llamábamos Anfield Roda. Y fui porque mi padre jugó ahí. Empecé con 6 años. Antes de esa edad no se podía jugar, jugaba con ficha falsa con niños más mayores. Teníamos un Ford Scort gris en el que llevábamos a varios compañeros. Algunos iban en el maletero, eso ahora sería inviable, pero así cabíamos todos. Cuando llovía jugábamos embarrados y metíamos cartones en el maletero para no manchar. Fue una experiencia bonita, yo creo que eso ya no pasa. Jugar con mayores me ayudó mucho. *
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