Piterman y Ali Syed, ¿qué podía salir mal?

El Racing de Santander vive hoy el hundimiento fuera del fútbol profesional donde vivió en las últimas décadas la irrupción de los propietarios y empresarios más grotescos del fútbol español. Prisión y huidas en El Sardinero.

Aser Falagán.- “Son como medusas. No tienen ni cerebro ni dientes”. Dmitri Piterman, el presunto millonario que compró una participación en el Racing hacia el cambio de siglo, era un renovador del idioma. Así fue como definió a sus opositores, entre ellos Tuto Sañudo, aquel mítico central ochentero que le presentó sus respetos a un Hugo Sánchez en forma de tacos (de aluminio) e improperios.

Piterman vestía con camisetas de tirantes anacrónicas para la época y su edad, pero le gustaba lucir pose. Exatleta, exalumno de Berkeley, ucraniano nacionalizado estadounidense y con acento de soviético de Stranger Things, le gustaba llamar la atención mientras presumía de una fortuna que, en realidad, era de su mujer india y dirigía el Palamós de Segunda B como su cortijo. ¿Qué podía salir mal? Los pocos meses que presidió el Racing (en Santander estuvo mucho más, e incluso cuando se hizo con el control del Alavés, viajaba muchas veces a diario desde su casa en Maliaño a Vitoria) destruyeron el proyecto deportivo y dinamitaron la cohesión social, aunque reforzaron el vínculo de aficionado de a pie con un club al que rescatar del dislate.


BANQUILLO» Piterman celebra un gol acreditado a ras de césped.

Pasaron los años (algo más de un lustro), pero el Racing, lejos de quitarse, siguió jugando para bingo. Si Piterman era un tipo algo mazado (menos de lo que él creía), con pose de portero de discoteca de 'Corrupción en Miami', siete años después aterrizó en el aeropuerto de Parayas, que ahora se llama Seve Ballesteros, un señor a medio camino entre un malvado de Mortadelo y Filemón y sátrapa de novela negra: Ahsan Ali Syed.

Éste era un indio, presuntamente millonario, que compró el Racing quién sabe con qué dinero, (quién sabe si con el del Racing) y después, ni lo pagó. Decía ser amigo de la familia real de Bahrein y armó un tocomocho intercontinental apadrinado por Francisco Pernía, el presidente con el que el club jugó la UEFA y que ahora está condenado a prisión. Nunca se supo a qué se dedicaba, porque por presumir, presumía hasta de tener pozos de petróleo, sociedades de capital riesgo y todo tipo de negocios. Llegó a Santander rebotado, después de haber huido de Londres dejando a deber incluso el alquiler del piso, tras intentar la misma jugada con el Balckburn, y diez años después nadie sabe aún explicar muy bien lo que fue aquello.

Como Ali, Piterman era un tipo polifacético. Lo mismo dirigía un apartahotel en Palamós que salía desnudo en la portada de Interviú, desmantelaba el proyecto de Setién en el Racing o se volvía a Estados Unidos para que su hijo se presentara al Congreso.

Lo de Piterman en 2004 sí; aquella fue una jugada maestra del propietario del Racing. El club estaba en pérdidas y como no recibía apoyos, le vendió un 25% del capital social y le permitió ser presidente durante unos meses. El ucraniano, que había hecho lo mismo en el Palamós, creyó que aquello era el FIFA (por la época, el PC Fútbol es mejor comparación) y se autoproclamó pequeño emperador del Sardinero. Su título de presidente-entrenador provocó las risas y sorpresa del fútbol español y la dimisión inmediata del director deportivo y del entrenador, que no iban a tragar con eso. Se llamaban Quique Setién y Manolo Preciado.

Como Ali, Piterman era un tipo polifacético. Lo mismo dirigía un apartahotel en Palamós que salía desnudo en la portada de Interviú, desmantelaba el proyecto de Setién en el Racing o se volvía a Estados Unidos para que su hijo se presentara al Congreso con el mismo éxito que tuvo el padre en el fútbol.

Lo de las medusas quedó en el imaginario popular en verdiblanco antes de que su mujer, Milanendra Vikramsingh, para más señas, le cerrara el grifo cuando debía comprar otro paquete accionarial (ya se habían dejado unos 300 millones de pesetas que se perdieron como lágrimas en la lluvia). Por el camino, Tuto Sañudo había ingresado en un selecto club, que ganó en miembros cuando se fue a Vitoria a hacer con el Alavés lo mismo que había intentado con el Racing. Allí, llamó subnormales y borrachos a los aficionados. A Ronaldo, Robinho y Roberto Carlos, monos. También les tildó de niñatos por la mofa que había significado su gesto tras un gol y, en eso, tenía bastante razón, pero no en su incontinencia desbordante. Con otros buscó una relación más íntima: “Ojalá que mis hijos se follen a tus hijas”, le espetó Dmitri –así lo escribía– a otro exjugador de Racing y Alavés, aunque esté formado en La Masía: Lluis Carreras.

Eso sí: Dimitri no engañó. No fue un trilero. Al contrario, anunció sus planes desde el primer día, se acreditó como fotógrafo o como utilero para poder sentarse en el banquillo mientras otro ponía el carné UEFA Pro y, al final, salió escaldado camino a Vitoria, donde alguna vez la Ertzaintza lo tuvo que sacar escoltado de Mendizorroza. En aquella época, por cierto, consultaba algunas dudas legales a un abogado cuyo nombre quizá le suene a alguien: Javier Tebas Medrano.

La llegada de Ahsan Ali Syed fue incluso más espectacular. Apareció por el aeropuerto con su presunto avión privado (después, un documento hizo sospechar que lo había pagado el propio Racing), serigrafiado con el rimbombante nombre de Western Gulf Advisory; como en una aventura de los agentes de la Tía. Así llegó Míster Alí, rebautizado pronto como un Míster Marshall de atrezzo, para rescatar de la ruina a un Racing con el que iba a hacer todo lo contrario, porque aquello terminó en proceso concursal.

Por el camino tuvo tiempo de hacer la gira completa: recepción tumultuosa, dispositivo de seguridad privada para hacerse ver como alguien importante y visita a los políticos de turno. No se lo quiso perder Íñigo de la Serna. El entonces alcalde de Santander, que ya se imaginaba ministrable, le recibió en el Ayuntamiento. No iba a ser menos que el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, que dejó otra frase para la historia en la sede social del club en los Campos de Sport. “Le he mirado a los ojos y he comprobado que no solo es un hombre rico; es un hombre rico y sabio”. Algo debió fallar en el proceso de ósmosis cognitiva, porque en realidad era un vendedor de humo. Hasta le abrieron tiendas en el centro de Santander, como Galerías Preciados al Che Guevara; solo que el Che llevaba menos escolta. “Llevadme a la casa de Botín; que quiero comprarla”, dicen también que dijo. Ojo, spoiler: Emilio Botín conservó su casa.

No iba a ser menos que el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, que dejó otra frase para la historia en la sede social del club en los Campos de Sport. «Le he mirado a los ojos y he comprobado que no solo es un hombre rico; es un hombre rico y sabio».

A todo esto, el Gobierno de Cantabria andaba por ahí porque tenía una acción de oro que se había reservado tras rescatar el club… de su anterior propietario y de Piterman. Pero había elecciones y se quería quitar el muerto de encima. Así fue cómo se pasó del ucraniano, que salía a correr con sus futbolistas en los entrenamientos y hacía poses de culturista en las concentraciones, a un pseudomagnate chaparrete que aseguraba ser amigo, hermano, compadre y carnal, o como se diga eso en inglés de India, de la familia real de Bahrein. Todo un personaje que, en plena Primavera Árabe, juraba en un inglés con marcado acento que allí no pasaba nada, sin importarle que el Telediario abriera esos días con imágenes de los tanques en las calles del principado.

Hay quien aún está convencido de que era un intermediario de la familia real de Bahrein, aunque lo único que hizo el principado fue emitir una orden internacional de captura contra él, y que todo se fue al traste con la Primavera Árabe. Otros sospechan que compró el Racing con el dinero del Racing y, además, no lo pagó (esto último es un hecho). El caso es que su extraña y oscura biografía, llena de lagunas y acusaciones de estafa, ya invitaba a poca credibilidad después de que llegara apadrinado por Francisco Pernía, recientemente condenado en firme por administración desleal.

El último truco de Míster Alí no fue el de la estampita, sino de Houdini. Como llegó, se desvaneció sin que en Santander se volviera a saber nada de él ni se viera un solo céntimo, pero dejando el club en un limbo societario muy beneficioso para quienes después okuparon, con ka, la presidencia. Años después, reapareció en un extraño portal web. Se había dejado barba y había pasado de magnate internacional a gurú religioso; una especie de Paulo Coelho esotérico, como esotérica fue su presidencia. Mientras, Piterman sigue a sus negocios de regreso a Estados Unidos. Los suyos, los de su mujer o los de ambos. Hasta puso en marcha una franquicia en una liga menor, pero aquello le duró un año. Seguro que al acordarse del Racing sonríe en su casa de California, convencido de que Alí le hizo bueno. Él sabrá.

*¿Te ha gustado? Este artículo forma parte de la edición 37 de Líbero. Suscríbete para recibir los regalos del pack y así apoyas a que Líbero pueda seguir publicando artículos como este.