Bernardo de Salazar.- A primeros de octubre de 1948 comencé mi segundo año escolar. Todos los sábados nos entregaban las notas y las primeras fueron buenas. Mi madre me premió con un álbum de cromos de futbolistas y los primeros sobres que los contenían. Creo recordar que cada sobre costaba 25 céntimos con cuatro cromos en su interior. En el álbum había tres páginas dedicadas a cada uno de los 14 clubs que componían la primera división y dos dedicadas a las ‘viejas glorias’ de nuestro fútbol.
Yo había asistido a varios partidos de la temporada anterior y el fútbol me apasionaba para jugarlo y verlo. Por tanto el regalo materno me pareció maravilloso. Poco a poco iba rellenando los huecos, 17 jugadores por equipo y el escudo correspondiente a cada club. Además junto a cada hueco había una pequeña biografía del futbolista en cuestión.
Pero llegó el fin de curso y me faltaba un cromo para completar la colección. Era el de Alfredo Pizzinato, delantero centro y extremo del Español, con un texto que decía: “Italiano. Edad, veintinueve años. Delantero centro y extremo izquierda, indistintamente. Jugó con el equipo de Italia en la Olimpiada de Berlín. Defendió varias temporadas los colores del Ambrosiana, y formó ala con el famoso Piola, también internacional. Durante la guerra formó en el ejército de su país. Después pasó a Luxemburgo, donde actuó de entrenador. Después pudo llegar a España y enterado el Español logró hacerle contrato a partir de la temporada 1948-49, cuando llevaba un año y medio sin actuar”.
Y pasaron los años; diversas mudanzas y cambios de situación, pero el viejo álbum lo conservé como un preciado tesoro. Nunca me apareció Pizzinato en una alineación españolista, ni entre los jugadores italianos campeones en los Juegos Olímpicos de Berlín: Venturini, Foni, Rava, Baldo, Piccini, Locatelli, Frossi, Marchini, Scarabello, Bertoni, Biagi, Cappelli, Negro y Gabriotti. También aprendí que Ambrossiana había sido el nombre del Inter milanés durante el mandato fascista y que el gran Piola nunca había jugado en el Ambrosiana y siempre de delantero centro en Lazio, Juventus o Novara, por lo que era imposible formase ala con nadie.
NUNCA OLVIDÉ A PIZZINATO
Y llegó el siglo XXI con la expansión de las comunicaciones. Un buen día ¿por casualidad? entré en una página titulada ‘Pericos on line (Històries blanc i blaues)’. Con las firmas de Jordi Puyaltó y Xavier Boró se cerraba un artículo titulado ‘Alberto Pizzinato: el fichaje más increíble de la historia del Espanyol’. ¡Y reproducía el cromo que me faltaba desde casi 60 años antes!
Me costó poco localizar a Jordi y comenzó una amistad entrañable entre nosotros. Hablábamos el mismo idioma y era un experto historiador perico, con un museo particular maravilloso del equipo de sus amores. ¡Y me consiguió el cromo de Pizzinato!
Pero ¿quién fue Pizzinato?
A principios de agosto de 1948 apareció en la frontera hispano-francesa un personaje sin equipaje alguno que pretendía asilo político en nuestro país. Fue trasladado a Figueras donde fue interrogado por la policía antes de trasladarle a la cárcel Modelo de Barcelona. En su declaración expresaba ser futbolista internacional de la ‘squadra azzurra’, olímpico en Berlín, compañero de Silvio Piola y exiliado de Italia por sus simpatías mussolinianas. Alguien filtró la noticia a la directiva del Real Club Deportivo Español que presidía Francisco Sáenz y 24 horas después el jugador italiano era puesto en libertad, y acogido en el club blanquiazul. Tanto el Gerona, entonces en segunda división, como el Barça llegaron tarde.
El 12 de agosto Pizzinato era portada en ‘Mundo Deportivo’: ‘Pizzinato delantero centro italiano fichó por el R.C.D. Español’.
El artículo daba cuenta de sus antecedentes futbolísticos y de sus vicisitudes hasta firmar con el club de Sarriá, que le suministró alojamiento en su viejo chalet, bajo los cuidados de la familia de Crisanto Bosch, antiguo internacional españolista. Era necesario recuperarle físicamente, pues se encontraba desentrenado, pero también desnutrido. Descanso y solomillos para empezar.
También Marca, el otro diario deportivo existente entonces, publicó la noticia. Lo hizo el 15 de agosto y en portada, por supuesto. Un jugador anticomunista de categoría acogido en la España reserva espiritual de Occidente.
El mes de agosto transcurría apaciblemente para la estrella italiana. La familia Bosch le trataba a cuerpo de rey y algunas mañanas Pizzinato salía al césped de Sarriá para corretear sin demasiado esfuerzo. Agosto es un mes caluroso y la humedad lo hace más acusado. Eso sí, la paella, la tortilla y pan con tomate, los filetes y grandes cantidades de fruta iban redondeando la figura escuálida del italiano.
El 21 de agosto de nuevo Mundo Deportivo le mencionaba en su portada: “Los blanquiazules entrenan – Se cerraron ya los fichajes con las altas de Abeijón, Camer, Valle, Panadés y Pizzinato’. Pizzinato engordaba e incluso se anunció en la prensa la posibilidad de que actuase en Granollers durante la segunda parte del amistoso concertado por el Español para el 28 de agosto. En esos días, Ediciones Deportivas ALG le retrató para su próxima colección de cromos. Era la futura estrella españolista.
Pasaban los días y Pizzinato rehuía pelotear sobre el césped de Sarriá con las figuras españolistas, Trías, Teruel, Parra, Casas, Rosendo Hernández, Artigas... incluso con los recientes fichajes o los habituales suplentes. Pedía paciencia y más paciencia porque después de tanto tiempo inactivo no podía defraudar. Pero la paciencia se le agotó a su entrenador Pepe Espada. A mediados de octubre le ordenó alinearse en el partidillo de los jueves y el italiano no tuvo más remedio que confesar la verdad. Nunca jamás había sido futbolista.
A mediados de octubre le ordenó alinearse en el partidillo de los jueves y el italiano no tuvo más remedio que confesar la verdad. Nunca jamás había sido futbolista.
Y de Pizzinato nunca más se supo. No hay noticia alguna en la prensa de entonces. ¿A petición de la directiva españolista? ¿Por vergüenza propia de los medios que habían aireado la noticia? En realidad todos habían quedado en ridículo. No eran tiempos de fáciles comunicaciones, pero a nadie se le había ocurrido llamar a la Federación Italiana o a las oficinas del Inter para confirmar la existencia de un futbolista llamado Pizzinato.
A mí por lo menos me sirvió para conseguir la amistad de un personaje entrañable llamado Jordi Puyaltó, hoy directi- vo del R.C.D. Espanyol de Barcelona.
CASO ZAKARÍAS
Un caso similar se produjo en Francia durante el verano de 1954. En esta ocasión utilizando el nombre de un jugador de fama internacional. El 30 de julio se presentó en las oficinas del Lille un hombre joven, moreno, mal trajeado y que con un fuerte acento extranjero solicitó ser recibido por el presidente del club. “Soy Zakariás, medio izquierda del equipo de Hungría. Después de la Copa del Mundo he escogido la libertad. Quiero jugar en Francia y particularmente en Lille, en el equipo campeón de este maravilloso país”. Louis Henno, presidente del L.O.S.C. (Lille Olympique Sporting Club), agradablemente sorprendido, le invitó a comer en el Moulin d’Or y cerró el trato. El día siguiente en la sede del LOSC tuvo lugar una urgente rueda de prensa. Más de treinta periodistas asistieron a la misma. Henno, ante la sorpresa general, anuncia un fichaje sensacional. Se levanta, descorre una cortina y presenta a un hombre con voz trémulamente triunfal: “Este es József Zakariás, compañero de Puskás y Bozsik en la selección húngara subcampeona del Mundo”.
Sensación en la sala. Varios periodistas y fotógrafos felicitan a Louis Henno por un fichaje tan sensacional y el misterio en que se han desarrollado las negociaciones. El joven húngaro relata su fuga del ‘paraíso comunista’ en com- pañía de otros dos internacionales cuyos nombres oculta y que espera que la federación magiar no ponga pegas a su ‘transfer’. Sólo se escucha una voz discordante. Es la del jugador Jean Paul Desrouseaux: “He visto la final de Berna y este hombre no se parece a Zakariás”. ¡Ah! Pero, cómo dudar del presiden- te Henno...
Varios días después tiene lugar la presentación del húngaro en el primer partido de la pretemporada en Cany. En el vestuario, Zakariás transmite confianza a sus compañe- ros, entre ellos los delanteros internacionales galos Vincent, Strappe y Douis: “Estad tranquilos, no me adelantaré para marcar goles. Eso queda para vosotros. Yo jugaré para ordenar vuestro juego”. Jean Vincent se sorprende al ver la manera tan personal que tiene de anudar los cordones de las botas. Mu- cho más cuando comienza el encuentro y el húngaro corre de un lado para otro, en sentido opuesto al del balón. Dos horas después tres gendarmes le detienen dentro del vestuario y un coche policial le conduce a la comisaría.
Apenas cuatro días había durado la aventura del falso Zakariás.
EL FENÓMENO DE FERNÁN GÓMEZ
Maravillosa tarde primaveral en Madrid. Aquel 29 de abril de 1956 el Estadio Metropolitano presenta un magnífico aspecto. Los aficionados asisten al encuentro que enfrenta al Newcastle inglés con el Club Atlético de Madrid para rendir homenaje a Juan José Mencía, que se retira después de una década consagrada a defender los colores rojiblancos.
Cuando los jugadores madrileños saltan al campo, sorprende una figura desgarbada que cierra la fila. Se dirigen hacia una de las porterías para realizar el entonces clásico pe- loteo de calentamiento. El jugador pelirrojo participa en ello dando muestras de no tener mucha idea del manejo del balón. Y suena una voz: “Es Fernando Fernán Gómez, el actor”. Du- rante el descanso del partido vuelve a pelotear con algunos de los suplentes y la gente se divierte con sus intervenciones. Al final gana el Atleti por 4-1 y se conoce que el homenajeado ha cedido el beneficio de su homenaje al Asilo de Ancianos de Rebonza (Sestao).
El madrileño cine Lope de Vega abrió sus puertas el 10 de septiembre de 1956 para el estreno de una película titulada ‘El Fenómeno’. Su estrella principal era Fernando Fernán Gómez. El argumento trataba en clave humorística de una absurda confusión. Un científico de la Europa del Este llega a España y es confundido con una estrella del fútbol soviético. Se ve obligado a saltar al césped y participar en un encuentro. Marca goles con la nariz o el trasero que se consideran ‘genialidades’. Tal vez el guionista sabía de los casos de Alfredo Pizzinato o József Zakariás.