'Por qué jugar en Arabia Saudí es contradecir a Maradona'

Tanto la Real Federación Española como los equipos participantes, han declarado más de una vez su compromiso bien en sus estatutos, códigos éticos, o planes de responsabilidad, estar a favor de la igualdad entre el hombre y la mujer, contra cualquier tipo de discriminación y a favor de los derechos humanos.
Alberto Senante | Amnistía Internacional.- Como un profeta revelando un mandamiento más de esa religión llamada fútbol, el día de su retirada, Diego Armando Maradona sentenció “la pelota no se mancha”, suplicando así que sus errores (léase adicciones, desplantes, insultos o maltrato) no empañaran “el deporte más lindo del mundo”. En 2019 la Real Federación Española de Fútbol, presidida por Luis Rubiales, tomó la decisión de jugar la Supercopa en Arabia Saudí, uno de los países con el historial en derechos humanos más oscuro del planeta.


La Federación la presentó como “la Supercopa de la igualdad”. Pero por si alguien pensaba que su continuidad estaría condicionada a algún cambio en las políticas saudíes, en junio de 2020 se anunció que el acuerdo se podría prolongar hasta 2029. Es decir, carta blanca a las autoridades saudíes a cambio de billetes verdes con aroma de petróleo recién sacado.

Si alguien pensaba que su continuidad estaría condicionada a algún cambio en las políticas saudíes, en junio de 2020 se anunció que el acuerdo se podría prolongar hasta 2029.

Así, con este acuerdo se arrastra a los principales clubes españoles a convertirse, año tras año, en las esponjas y el jabón para blanquear al cruel régimen saudí, encabezado por el príncipe Mohammed bin Salman, quien hace unos años pudo pensar que si organizaba Grandes Premios de Fórmula 1, torneos de tenis con 3 millones de dólares a repartir, o compra clubes de fútbol como el Newcastle, desde fuera dejaríamos de ver a su país como lo que es: una dictadura cruel, donde las mujeres son tratadas como seres de segunda, donde la homosexualidad está castigada con la flagelación, los migrantes trabajan en condiciones inhumanas, y quien osa cuestionar el régimen públicamente tiene todas las papeletas de acabar en la cárcel, a veces también con latigazos en el cuerpo. Debieron creer los líderes saudíes que si pagaban la cuenta de los juegos que distraen a los occidentales tal vez nos olvidaríamos un ratito más de la guerra que lleva seis años devastando a la población en Yemen. Y lo peor es que, visto lo visto, quizás tengan razón.

Ante la celebración de la Supercopa esta semana creo que nadie espera sacrificios como el de Johan Cruyff, que se negó a jugar el Mundial de Argentina, en el apogeo de su carrera, para mostrar su rechazo a la dictadura militar de ese país. Ni que ninguno de los futbolistas arriesgue tanto como aquellos atletas estadounidenses cuando levantaron el puño en los Juegos Olímpicos de México 68 para reclamar que se respetaran a sus derechos, o tomen la iniciativa como el jugador de fútbol americano Colin Kaepernick, quien decidió arrodillarse al sonar el himno de Estados Unidos en protesta por las actuaciones racistas de la policía en su país.

Estos días Athletic, Atlético, Barça y Madrid se jugarán la Supercopa. Desde Amnistía Internacional, hemos pedido a estos clubes un gesto muy sencillo: lucir un brazalete violeta, símbolo de la lucha por la igualdad de derechos para las mujeres, un colectivo que sufre de manera especial la falta de derechos en Arabia Saudí. Creemos que nadie puede estar en desacuerdo. Además, tanto la Real Federación Española como los equipos participantes, han declarado más de una vez su compromiso bien en sus estatutos, códigos éticos, o planes de responsabilidad, estar a favor de la igualdad entre el hombre y la mujer, contra cualquier tipo de discriminación y a favor de los derechos humanos.

Pues bien, ahora tienen una gran oportunidad para ponerlos en práctica, y no jugar en un país como Arabia Saudí ajenos a todo lo que sucede fuera del estadio, como si no pasara nada, guardando un silencio tan atronador como cualquiera de sus estadios celebrando un gol en el último minuto. Si no lo hicieran, da igual quien gane esta Supercopa, está claro que no le habrían hecho caso a uno de los profetas del este deporte, y el torneo se jugará con una pelota tan manchada que seguirá ensuciando a nuestro fútbol mucho tiempo después de que termine la final. •