¿Qué significa ser un equipo?

En la semifinal del Mundial, a diez minutos del final, Pedro podría haberle dado el balón a Torres para sentenciar. La imagen del Niño reprochándole su individualismo es la imagen de un mundo en descomposición, el principio del fin del estado de derecho y la democracia occidental.

EL EQUIPO

Pablo Moro.- En la clase de baloncesto de mi hija de 9 años hay cinco alumnas. El destino tiene a veces esas cosas, encaja ciertas piezas. Pero a pesar del número perfecto, por culpa de la pandemia no pueden formar un quinteto titular de leyenda y tienen que jugar cada una con un balón. Usan, pues, cinco balones. Cinco balones para diez manos sospechosas de poder cargar con millones de virus ansiosos por contagiar. ¿Existe una imagen más triste y desasosegante que la de un equipo de baloncesto de cinco niñas con un balón cada una? No pueden pasarse la pelota. No pueden coger el rebote. No pueden taponar. No pueden jugar. Así que, supongo, aunque ella no me lo ha confirmado (ahora mismo me mira por encima del hombro con el ceño fruncido mientras escribo esto; descubre que su padre habla de ella por ahí, a sus espaldas) que no ensayan técnicas de pase, ni de recepción, ni de desmarque, porque para qué. Son un equipo sin pizarra, un equipo indefenso, desarmado, un equipo al que no dejan ser equipo. Se apuntó porque yo le insistí, convencido de la conveniencia de compartir el juego, de que el deporte de equipo, le ofrecería unos valores importantes, decisivos, para su futura vida adulta. Pero aún no ha podido disfrutar del compañerismo, la solidaridad, la unión; ni siquiera ha podido reconocer un atisbo de lo que significa ser parte de algo más grande que uno mismo.

Aún no ha podido disfrutar del compañerismo, la solidaridad, la unión; ni siquiera ha podido reconocer un atisbo de lo que significa ser parte de algo más grande que uno mismo.

Cuando me lo contó recordé rápidamente un comentario clásico del fútbol cuando en un equipo aparece un jugador dispuesto a desempeñar un rol no menos legendario: el de chupón. Del chupón se dice, como todo el mundo sabe, que le hacen falta dos balones, uno para sí mismo y otro para el resto de sus compañeros. Porque incluso al individualista más procaz le hace falta un grupo con el que compararse. No se trata de que juegue él solo, si no de que él juegue, en favor de sus propios intereses, aparentando que lo hace por el bien común, mientras los demás se organizan y preparan estrategias con las que batir al rival conjuntamente. En el contraste con la comunidad está su propia definición. El chupón la chupa porque los demás no lo hacen. Rompe los valores de la bondad futbolística para representar la vanidad, el egoísmo, la autosuficiencia y el despotismo. El chupón es el fracaso del proletariado y la clase trabajadora, el individualismo extremo, el instagramer, el liberalismo del regate, la finta y el puñetero balón de oro, fucking best player of the world. En la semifinal del mundial de Sudáfrica frente a Alemania, con 1-0 en el marcador, a diez minutos del final Pedro podría haberle dado el balón a Torres para sentenciar. (Minuto 10.20, vía Diario AS):

En la semifinal del mundial de Sudáfrica frente a Alemania, con 1-0 en el marcador, a diez minutos del final Pedro podría haberle dado el balón a Torres para sentenciar.

La imagen del Niño saltando y agitando los brazos reprochándole su individualismo es la imagen de un mundo en descomposición, el principio del fin del estado de derecho y la democracia occidental. A veces hay chupones que consiguen cosas sorprendentes, claro, incluso tienen destellos gracias a los cuales logran que su equipo se lleve el partido. Los hay hasta simpáticos, como lo era Onésimo, pero Onésimo jugaba en el Rayo Vallecano. Eso no era un chupón, era la luz brillante de los elegidos para la utopía. Por fortuna, la historia ha defenestrado a los chupones dentro del mundo futbolístico y deportivo en general, pero ese desprecio se ha convertido poco a poco en una pose cosmética que esconde ahora una tolerancia que tiene más de inmovilismo social que de triunfo. Y eso que el baloncesto, en concreto, es un deporte muy proclive a la aparición de chupones. De hecho, el que tal vez sea el mejor jugador de la historia, Michael Jordan, era un chupón de libro. Pero el juego de la canasta se decide muchas veces en los últimos segundos del partido, con lo que contar con un fuera de serie al que darle la bola para que se la juegue no deja de ser una solución natural. Es la comunidad la que suele tomar esa decisión a través de un sistema democrático tácito.

El juego de la canasta se decide muchas veces en los últimos segundos del partido, con lo que contar con un fuera de serie al que darle la bola para que se la juegue no deja de ser una solución natural. Es la comunidad la que suele tomar esa decisión a través de un sistema democrático tácito.

El baloncesto es como la antigua Grecia del gobierno de los mejores. Hay que pasársela a Will. Sin embargo, el fútbol implica un desarrollo, una partida de ajedrez en la que hay que modelar una victoria conjunta: cada pieza es importante. Incluso las que se sacrifican, lo hacen por un bien común. Por eso se parece más a la realidad que nos gustaría. Esa en la que jugamos con un mismo balón y marcamos en la misma portería o canasta o lo que sea. El materialismo y el fútbol nos han enseñado que la sociedad es un conjunto de relaciones entre individuos y no al contrario. Sin pase no hay juego. Sin equipo la vida no tiene sentido. Ojalá mi hija y sus compañeras lo descubran cuando puedan pasarse la pelota y tejer una jugada que acabe en canasta. Esa será para la humanidad, permitidme la hipérbole, una victoria mucho más importante que cualquier vacuna.