Rafa Pons: «El Barça gana cuatro a cero y yo pienso espera, espera, espera…»

Un Barça- U.D. Las Palmas de fondo en un bar de Madrid es el mejor escenario posible para entrevistar a Rafa Pons (Barcelona, 1978). Culé de manual, lleno de filias y fobias, “PreocuPons”, como le llaman sus amigos, repasa las vicisitudes de la música, el fútbol, la tele o los amigos.

Entrevista realizada en la primavera de 2016

Fotografía Lino Escurís

Guille Ortiz.- Rafa Pons se pone un sombrero de cuero negro y pide voluntarios para acabar el concierto con la banda. Dos chicas muy jóvenes se lanzan sobre los tres escalones de acceso y se colocan, confiadas, muy cerca del cantante, justo a su derecha. En los tiempos del Búho Real, ellas dos habrían valido para llenar el escenario pero hoy Galileo está reventado y poco a poco la gente sube y sube y sube... universitarias junto a cincuentones, chicos con cubata en la mano y chicas concentradas en la coreografía. A los dos minutos, está todo lleno. Rafa apenas tiene espacio para tocar la guitarra y de Joan Berenguer y Eloi López directamente no se sabe nada, solo el eco lejano del teclado y la batería. Lentamente, comienza Malaputa y todos mueven sus brazos en el aire haciendo un círculo para acabar imitando el baile de la mayonesa. Madrid es una fiesta, el segundo hogar de un catalán con padre madrileño.

En poco más de dos meses estará de vuelta, tres jueves seguidos en Libertad (7 de abril), Juglar (14 de abril) y de nuevo el Búho (21 de abril), algo más recogido, familiar, de poner los pies en la tierra. El día siguiente es más duro, como siempre pasa en estos casos. Rafa llega a La Latina con cara de sueño, que no de resaca. Se acostó relativamente pronto pero no consiguió dormir. Una mezcla de adrenalina y preocupación por el catarro intestinal de su hijo de un año y medio. A las 10.00, una reunión, y a las 16.00, nuestra entrevista. ¿Por qué a las 16.00? Porque a esa hora juega el Barça y ninguno de los dos nos lo queremos perder. Pasamos la primera parte entre charlas y risas y decidimos empezar a grabar en el descanso, es decir, que nos pasamos la segunda parte preguntando y respondiendo sin mirarnos a los ojos, los dos echando vistazos furtivos al televisor de un bar donde da la sensación de que el triunfo del Barcelona contra Las Palmas no es muy bien recibido. De vez en cuando, los dos nos quedamos en silencio y Messi falla un pase de gol o Araujo pierde una ocasión clarísima. Cuando el corazón vuelve a su sitio, la entrevista continúa...

Siempre he tenido el recuerdo de tus conciertos como los más divertidos de cualquier cantautor, ¿por qué crees que conectas tan fácilmente con el público?
Hay una vocación de entretenimiento en los conciertos. A mí el tipo de artista que siempre me ha gustado es el que tiene vocación de entretener. En mi repertorio convive el humor con temas más jodidos y, aparte, creo que somos una generación muy hecha a codazos, desde abajo, así que ves que viene un tipo que ha traído a dos amigos y tu obligación es convencerlos de que repitan. Incluso ahora que vas a los conciertos y ves que todo el mundo está cantando las canciones o tu percepción es que todo el mundo las está cantando, siempre hay un tío callado para el que seguramente sea la primera vez y al que hay que convencer de que vuelva.

Ayer, sin ir más lejos, me vi rodeado de chavales y especialmente chavalas que apenas tenían 20 o 25 años, es decir, que cuando tú empezabas con el Mal te veo, tendrían unos 10 o 15. ¿Hasta qué punto resulta estimulante?
Hombre, es una alegría brutal porque quiere decir que el proyecto sigue vivo y sigue avanzando. Pero es que a mí me encanta comunicarme y que me entienda todo tipo de gente. Me gusta hacerme entender no solo con la gente que piensa como yo. Siempre ha habido una vocación de claridad que también tengo en la vida. Soy de los que cuando alguien no me entiende me pongo muy nervioso. La gente joven de hoy no es muy distinta de mí, que tengo 37 años o de la gente de 50. En toda generación hay gente inquieta y eso está muy bien porque a lo mejor al principio yo me relacionaba con gente que era mayor que yo y ahora me relaciono con gente más joven... Y te das cuenta de que no hay tanta diferencia. Por ejemplo, cuando yo tenía 15 años también escuchaba canciones de tíos de 40 o de 50. Escuchaba canciones de Kiko Veneno o de Joaquín Sabina que a mí me valían para mis novias de entonces.

Sin embargo, la mayoría de las referencias de tus canciones son generacionales y no lo digo solo por tu adoración a Julia Roberts, ¿los que nacimos en los setenta o primeros ochenta nacimos ya nostálgicos? Nacimos viejos. Creo que somos la primera generación que se hizo vieja: hemos crecido con pesetas, hemos tenido que llamar a casa de los padres de una piba en vez de mandarle un mensaje al móvil, internet era una cosa que funcionaba pero que no estaba tan presente en nuestra vida... Muchos hemos hecho BUP y COU, los últimos en hacer BUP y COU... Y eso es algo que te conecta mucho más con gente de 50 años que con gente de 20.

¿Tiene eso que ver, por ejemplo, con que el gran programa de música de los últimos cinco años, Cachitos de hierro y cromo, sea una recopilación de canciones principalmente ochenteras y noventeras?
El tema es que no está nada claro cuáles van a ser los ‘oldies’ de dentro de 20 años. Hay una parte negativa en eso pero también una parte positiva, porque creo que los chavales son mucho más desprejuiciados que nosotros. Nosotros teníamos mucha confianza en el mainstream. A lo mejor apostabas por un tío más contracultural y te comprabas un disco, pero si luego no triunfaba, y eso quería decir que no salía en la tele o en las radios, lo abandonabas con mucha facilidad. Eso a los jóvenes de ahora les importa tres cojones. Tú eres famoso si eres famoso en tu grupo de colegas. La gente canta las canciones de artistas más pequeños en sitios más pequeños como si estuviera en el Palacio de los Deportes. Se pasan canciones, se bajan discos... No tienen esa sensación de desconfianza cuando uno no sale en la tele y no le conocen. Si a sus amigos les gusta, les vale. La gente al final busca la música y la encuentra.

Incluso en el fútbol te gusta mitificar, te recuerdo en la barra del Libertad, 8 enumerando jugadores desastrosos que han pasado por el Barcelona en los últimos 20 o 30 años y la mayoría ni los recuerda. ¿Cuáles son tus favoritos de la lista?
A ver, no tienen que ser desastrosos, porque muchos no lo son. Me refiero a gente que si hubiera un homenaje a ex jugadores del Barça, el segurata de la puerta tendría que mirar la lista porque no los recuerda. Por ejemplo, Frédéric Déhu o Patrick Andersson... Christanval... hay muchos: Coco, Sorín... Pero no lo digo porque fueran malos: por ejemplo, Albertini era un tío buenísimo que lo ganó todo con el Milan y jugó con el Barcelona, pero estoy seguro de que la mayoría de la gente no se acuerda. Otro tío más reciente que estoy convencido de que la gente no se va a acordar de que jugó en el Barcelona es Martín Cáceres, que ahora está en la Juventus y titular de la selección uruguaya.

Esto de ganar todo el rato casa muy mal con la nostalgia...
Pues sí, ideológica o estéticamente quizá debería ser del Atleti (risas). A ver, si el fútbol fuera algo en lo que uno milita, pues igual yo me habría borrado, pero afortunadamente el fútbol es algo irracional y emocional y yo me hice del Barça por el cole y también era del Barça cuando Gaspart y Serra Ferrer, ojo. Lo que pasa es que es verdad que ser del Barça te lo pone fácil en cuanto a la estética futbolera, el gusto por hacer las cosas bien, que siempre lo han intentado incluso cuando ha salido mal.

En el número pasado hablábamos con Dani Mateo, un ilustre barcelonista que ha hecho su carrera en Madrid. ¿Ser del Barcelona en Barcelona puede ser a veces demasiado aburrido?
Evidentemente. Yo tengo amigos del Espanyol, al que a lo mejor le ha faltado alguna idiosincrasia más allá de llevarle la contraria al Barcelona. Igual si hubieran ganado aquella UEFA... Pero yo entiendo que tiene que ser agotador. De todas maneras, a mí  lo del Barça me ha servido para socializar mucho en muchos lugares de España e incluso de fuera de España. Aquí pasa una cosa que no pasa en otros países, que es que mucha gente es del Sporting o del Celta pero luego también es del Barcelona o el Madrid... Y eso te sirve para tener algo en común con mucha gente de muchos sitios.

En los últimos años, han salido una serie de cantantes barceloneses, urbanos, a lo Marsé, quizá encabezados por Dani Flaco y tú, ¿Por qué el canallismo no ha triunfado tanto allí como en otras grandes ciudades?
Sí, en Barcelona es todo un poquito más cool, ¿no? A ver, existe una Barcelona que ha quedado un poco diluida por el fenómeno post-olímpico y que quedó un poco olvidada. Lo que dices tú de Marsé, pero también de Mendoza, la del barrio chino, la Barceloneta cuando era un barrio de pescadores. Lo que es una ciudad con puerto, vaya. Es verdad que se ha olvidado un poco el rollo de los barrios, el puterío, el Paralelo, el Molino... Era un poso cultural atorrante, gracioso y lúdico que quizá no ha tenido mucha continuidad: Sabino Méndez o Loquillo, con sus canciones de los ochenta, y poco más. Todas las películas de quinquis, por ejemplo, eran de Barcelona.

Y hablando de grandes ciudades, tu gran amor, Buenos Aires... ¿De dónde surge la historia?
Pues empezó por un amor musical y se convirtió en un amor personal. De ahí es mi mujer y ahí nació mi hijo aunque ahora vivamos aquí. De todas formas, el amor nace, como le pasa a mucha gente de aquí, porque estás a 12.000 km. y estás mucho más cerca que en países que están al lado. A veces no es tan fácil porque tienen una influencia más italiana que española, pero es todo muy cómodo y muy atractivo para nosotros.

¿Todo lo que se dice de la pasión de los argentinos por el fútbol es cierto? ¿Tienes alguna anécdota al respecto?
Pues a ver, es que yo soy muy futbolero, y me gusta mucho enredarme con la gente y me acuerdo que estuve con Marwan una vez y le preguntábamos a la gente qué opinaba de Maradona como seleccionador y tal... Y todo el mundo muy educado, pero te lo dejaban claro: “Oiga, si usted se va a meter con Maradona, yo le bajo del taxi a hostias” (risas). Es que a veces desde el mundo de la cultura se cree que el fútbol es el opio del pueblo y que mueve muchas pasiones muy cerriles, pero yo estoy más con lo de Galeano, que el fútbol es lo más importante de lo menos importante.

En Argentina, el fútbol está en todos lados. Buenos Aires es la ciudad con más canchas de más de 10.000 espectadores del mundo. Y no te digo ya en la provincia. Te giras y ves a chavales jugando al fútbol en cualquier lado, en medio de la carretera si hace falta. Son de su equipo y lo apoyan a muerte, en lo bueno y en lo malo. También ven mucho fútbol internacional, porque la Champions les pilla a las tres de la tarde, por ejemplo. Es una locura.

El otro día te arrancaste con un elogio a los pagafantas incluyendo ni más ni menos que al Chapo Guzmán, ¿Por qué los cantautores no tienen fama precisamente de pagafantas sino de todo lo contrario?
A ver, lo de la fama... Tú escuchas la mayoría de las canciones de cantautores y a todos los dejan, todo son desgracias. Pero sí es verdad lo que se dice de la “erótica del escenario” y tal... No sé, es que hay tipos de artistas muy distintos. Tú ves un concierto de U2, que me encantan, y son la leche, pero no es lo mismo que uno de Bruce Springsteen que puede estar en medio de uno de sus conciertos de tres horas y tocar mal un acorde o que se fastidie algo y lo dice, se ríe y la gente le vitorea aún más. No sé si con U2 pasaría lo mismo si se estropeara una de las máquinas. Yo, por ejemplo, no puedo vender ningún tipo de perfección porque a mí me ha pasado de pisar un cable y darme un golpe con el palo del micrófono, o saltar del escenario en un festival de poesía, ahí con Marwan o Benjamín Prado. ¡Y romperme un pie delante de todo el mundo! ¡Y además el festival se llamaba Acróbatas, no te lo pierdas! Si yo me hago el estupendo y vendo algo parecido a la perfección, es que sería muy ridículo. De ahí quizá la afinidad con los patosos, con los pagafantas... es que la gente no siempre es igual. Hay veces que yo he sido Messi en una conquista y otras veces he sido... pues, no sé, pon el jugador que quieras.

No, no, ponlo tú.
A ver, es que no quiero que se enfade, porque esto es una revista de fútbol, igual lo lee y no quiero que se lo tome a mal, pero yo en mi vida he tenido una gran filia y una gran fobia, de las de darle la coña a todo el mundo... Y con Gabri no podía. Jugaba mucho y yo no lo entendía, me ponía muy nervioso. Luego, mi gran filia fue la de Pedro, pero desde que jugaba en Segunda B, que le veía en Barça TV, y luego me dio mucha rabia que cuando empezó a salirse, la prensa de Barcelona que siempre que pone a cada jugador como si fuera a ser el nuevo Messi, de Pedro decían “bueno, no va a ser un grande pero será muy luchador” y a mí eso me jodía mucho. Me acuerdo cuando jugó las semifinales del Mundial contra Alemania, que lo bordó el tío, me empezaron a llegar mensajes de todo el mundo, en plan “¡Qué razón tenías!” (risas).

Aparte de la música y el fútbol, da la sensación de que tu otra gran pasión es la telebasura ¿De dónde viene esa fascinación por Gandía Shore o Mujeres y Hombres...?
A ver, a mí me gusta todo lo audiovisual. Te diría que yo soy más cinéfilo que melómano. Y me gusta mucho la televisión, claro... Y también creo que nuestra obligación si cantamos canciones de nuestro tiempo es saber por dónde van los tiros. Además, el arte parece siempre algo muy solemne. En esta gira me gusta desmitificar expresiones muy absurdas del tipo “os voy a regalar una canción”, ¡Cabrón, pero si esa gente ha pagado una entrada para verte, qué les vas a estar regalando nada! (risas). Desdramatizar un poco, vaya. No digo que haya que verse MYHYV pero al menos saber que existe. De hecho, creo que una vez en Twitter cerré ya el círculo porque le pregunté a la RAE si a Mujeres y hombres y viceversa no le sobraba la primera y. Me dijeron que no, por cierto. No sé, la poesía está en todos lados: en Gandía Shore hay una frase brutal. Hay un tío cachas ahí llorando y se le acerca otro y le dice: “Venga, tete, no llores, que tienes un corazón más grande que el puto brazo” (risas de nuevo). Esa frase me pareció una maravilla surrealista. Es que hay veces que lo que le pides a algo es que te distraiga, sin más. Yo tenía amigos que salían de ver Independence day y te decían “es que es una americanada”. ¡A ver, gilipollas, en el cartel sale el ovni, la bandera, la Casa Blanca, se llama Independence day... ¿Qué esperabas?, ¡Dios mío, cómo han jugado con tu mente! A mí me encanta Franzen pero también puedo ver estas cosas.

Tu canción más popular probablemente siga siendo Malaputa, pero nunca la has metido en ninguna canción, ¿de dónde salió esa historia?
Pues la canción tiene ya muchos años, de mi época de las maquetas y tal. En realidad, me hacía gracia que el estribillo no dijera nada más, como la de “voy persiguiendo la luna...”, que es la repetición de eso todo el rato durante dos minutos y a la gente le encanta. Un día estábamos en L´Astrolabi, en el barrio de Gràcia, y mi amigo Alfonso Mora se inventó una coreografía de la nada delante de las 50 o 60 personas que cabían ahí, la cosa salió en YouTube y en 2007, cuando sale mi primer disco, me doy cuenta de que incluso en Madrid se me acerca la gente a decirme: “Oye, que me he aprendido la coreografía de Malaputa...”. La gente es muy divertida, tío.

Los chicos la suelen cantar con rabia, recreándose, pero luego ves la gente que sube al escenario a hacer la coreografía y la mayoría, con diferencia, son chicas. ¿Cómo crees que ellas entienden la canción?
Las tías se cagan de risa, la entienden perfectamente. A ver, si ahí el personaje patético es el tío: es un eyaculador precoz que supone que la tía con la que está no le quiere, pero de todas maneras sigue con ella porque le conviene. Cuando la tía no aguanta más, le deja, se va con otro y el tío se convierte en un putero y un pajero... No sé, la gente lo ha entendido siempre perfectamente.

A mí siempre me ha recordado a Joaquín, el necio, de Albert Pla, que es de un tío que dice unas barbaridades sobre los negros que al final el que lo escucha se da cuenta de que el que es un bárbaro de verdad y un gilipollas es el propio narrador.
Pues sí, es ese rollo, y me encanta que me digas esto porque es una de mis canciones favoritas de Albert Pla.

¿Te empieza a pasar eso de que te cansa cantar las viejas canciones?
Pues no, me sorprende pero no. Supongo que me gusta gustar (risas). Me gusta cuando la gente se sabe las canciones nuevas, claro, pero no tengo ningún problema con las antiguas.

A menudo decimos que se ha perdido el romanticismo en el fútbol, pero, ¿alguna vez fue romántico?
Pues no entiendo mucho el argumento, supongo que cuando hablan de los tiempos románticos se refieren a cosas como que antes cuando uno llevaba el siete era porque era el titular y se lo había ganado y ahora los números se reparten más para vender camisetas y tal... Me parece muy melodramático, la pasión sigue estando y el romanticismo está en la afición de la gente, en los cuentos de Casciari sobre el fútbol... Yo me he abrazado con gente a la que no conozco, y he discutido con gente en los bares... Cuando nació mi hijo en Argentina fue justo el día que eliminaron a España del Mundial.

El mío nació cinco días antes, cuando Holanda nos metió cinco...
Joder, no se llevan nada. A ver, el mío nació a las 9 de la mañana y el partido contra Chile era a las 3 así que me bajé a verlo (risas).

¿Y la música? ¿Qué queda del romanticismo en los tiempos del reggaetón y el twerking?
Yo creo que tiene que existir de todo. Si voy a una discoteca no quiero escuchar determinadas cosas. Eso ha pasado con el mainstream, que todas las canciones son iguales, o que en las radios o las teles siempre sale la misma gente. A mí es que me parece de puta madre que exista el reggaetón o que exista Bisbal. No es mi rollo, pero me parece muy bien que exista. Con mi mujer comparto algunos gustos y otros no, y está perfecto. Y hay cosas que escucho yo, rollo Extremoduro, que a ella no le gustan, no son su lenguaje.

¿Cómo era lo que decía Luis Ramiro, que te llamaban “preocuPons”? ¿De dónde viene eso?
Pues es que yo soy muy hijo único, muy mirado, como que tengo que tenerlo todo arreglado de antemano, me agobio mucho. Soy muy lanzado con un micro pero en la vida real soy muy parado. O por ejemplo, el Barça necesita un punto para ganar la liga, juega contra el Valladolid, va ganando 4-0 en la primera parte, y me manda Luis Ramiro un mensaje en plan “está todo hecho” y a mí me sale contestar “espera, espera, espera...”.

¡El famoso “encara patirem”!
Pues sí, el punto este fatalista catalán, de sufridor. El caso es que a veces, con mis amigos de Madrid, a lo mejor hablamos de ir a un sitio y yo soy el que siempre se pone en plan padre y dice “bueno, pero busquemos un hotel y reservemos con tiempo, no vaya a ser...” (risas). Y un día, Benito, un muy buen amigo, me dijo: “Bueno, bueno, bueno, el PreocuPons”, y se quedó así la cosa.

Siempre pedimos un once inicial a nuestros invitados. En esta ocasión, te pediremos por favor que nos des once nombres de cantautores que estén ganándose la vida en los circuitos y a los que admires.
Pues pongo a Marwan de portero porque tiene ese punto de papá, de proteccionista, de tipo que nos cuida a todos... Y luego en defensa me quedo con Proyecto Jass, Alejandro Martínez, Daniel Mata En El Callejón del Gato y Diego Ojeda, que está haciendo un curro de puta madre; a Andrés Suárez y El Niño de la Hipoteca los meto de centrocampistas con Lucas Masciano en la media punta... Y delante, pues Vicky Gastelo, que es una de tantas mujeres que lo hacen mil veces mejor que nosotros y que merecerían estar en la lista, a Luis Ramiro, que es como mi hermano, y por supuesto a Andrés Lewin, que nos dejó hace muy poco y aún le recordamos.

Luis Ramiro siempre decía que Andrés y Patricio eran los grandes genios de vuestra generación...
Sí, siempre lo decía, y lo decía en vida, que es cuando hay que decirlo. Con Andrés yo siempre tuve ese punto de que a lo mejor no éramos los mejores amigos del mundo pero nos teníamos mucho cariño porque los dos queríamos mucho a Luis.

Y un entrenador así rollo Luis Aragonés, experimentado, de otra generación.
Pues a Robe Iniesta (risas). No sé, es como el anti-coach, ¿no? Pero estoy convencido de que podría decirle a cada uno una frase que le rompiera directamente la cabeza.