Ric Fernández: «Cuanta más gente odie el fútbol moderno, mayor esperanza de vida para la pachanga»

'Distrito Pachanga. Crónicas de un partido sin balón' es una mezcla de literatura de viajes, ensayo geopolítico, reivindicación emocional del fútbol y diario personal. Es decir, todo lo que puede tener el mejor libro del verano.

Diego Barcala.- Hay que estar bastante convencido del poder de la pelota para plantearte jugar una pachanguita en un atestado vagón de un tren en lndia antes de un accidente, con unos monjes tibetanos, atravesando sin rumbo Mongolia o en el feudo de Hezbolá en Beirut. Ric Fernández (Santander, 1982) lo hizo durante un tiempo indeterminado de su vida y ahora ha decidido contarlo para delicia de todos los que han podido acceder a 'Distrito Pachanga. Crónicas de un partido sin balón' (Editorial Libros del KO), que puede adquirirse con la suscripción a Líbero.

El libro pertenece al género de la literatura de viajes, también al ensayo geopolítico y también se parece a un diario personal. A través del empeño de Ric por organizar partidillos de Vietnam a España aprendemos sobre tribus fronterizas, poblaciones explotadas y las miserias de la violencia militar en medio mundo. Pero también hablamos de amor, que es lo que le llevó a Ric a verse detenido por la milicia de Hezbolá tratando de explicar que él solo quería jugar al fútbol.

El libro narra mil aventuras, algunas de riesgo y miedo, y siempre con un tono alegre. Parece un guion de Spielberg e Indiana Jones. Por ejemplo, ¿por qué te viene a la mente el Maracanazo en un calabozo de Hezbolá?
El Maracanazo tiene algo de quimera. La mayoría de los jugadores de aquella selección uruguaya iban abocados al destino de una derrota tan probable como necesaria. Sin embargo, en algunos de ellos, como el capitán Obdulio Varela, se escondían, agazapadas, semillas del “todo es posible”. Así íbamos nosotros para Dahiye, el bastión de Hezbolá, después de escuchar a muchas personas diciendo que era imposible jugar ahí. Contra todo pronóstico, Uruguay remontó, y yo jugué una pedazo de pachanga. La única diferencia, si nos ponemos quisquillosos, es que ellos ganaron un mundial y a nosotros nos secuestraron.

No pones referencias temporales. ¿Es a propósito como una radiografía atemporal del mundo que visitaste o trata de evitar que el libro caduque? Por ejemplo, ¿ya se había producido la explosión del puerto de Beirut cuando estuviste ahí?
Muy a propósito. El libro no trata de describir periodos ni coyunturas concretas, sino transmitir esa idea genérica, amplia y casi eterna, de cómo la pachanga puede articular relaciones, conectar personas y rescatar historias, más allá de lo que cuenten esas personas y sus historias. Esa decisión, casi estratégica, de atemporalidad, se fue mascando a medida que se alargaba el proceso de escritura y edición, y veíamos que los contextos cambiaban, pero no las dinámicas sociopolítico-culturales de los lugares que se describían. Así que aprovecho el concepto para que quien lo lea pueda unirse al viaje desde el inicio, sintiendo que las cosas aún están por pasar.

NEPAL» El autor improvisando una pachanga en un templo.

Me fascina la empatía que produce en el lector tus impresiones del viaje. Necesito saber qué pasó con Valentina. ¿Es tu mujer actual? ¿Nunca más se supo de ella? Fue una cosa platónica. Y aprovechando: ¿qué es más universal en el mundo, el fútbol o ligar?
No haré como Antonio Banderas, cuando se cabreaba cuando le preguntaban por Melanie Griffith y no por sus películas. Lo de Valentina fue tal y como se describe, un flechazo a primera vista; tanto que, aparte de transformar el distrito y forzarme a ir hacia atrás (de vuelta al Líbano, cuando estaba a punto de cruzar de Palestina al Sinaí), hoy va ella a recoger a nuestras dos hijas a la guardería. Lo platónico, a veces, se convierte en algo tan real como la dedicatoria de un libro.

«Solo me atreveré a decir que el amor es, probablemente, mucho más universal que el fútbol, pero mucho más ingrato, porque cuando tu equipo pierde, tu jugador falla o tu balón da al palo, resulta mucho más sencillo no tomártelo como algo personal»

Aparte, y como no sé muy bien lo que significa la palabra ligar, solo me atreveré a decir que el amor es, probablemente, mucho más universal que el fútbol, pero mucho más ingrato, porque cuando tu equipo pierde, tu jugador falla o tu balón da al palo, resulta mucho más sencillo no tomártelo como algo personal.

Es inevitable pensar en la literatura de viajes lo difícil que es salir de ahí para el viajero. ¿Cómo retomas la vida normal, el alquiler de tu casa, la visita a los familiares el fin de semana, la vida corriente de los amigos de siempre...?
Con 18 años cogí la mochila para irme a estudiar fuera, y tras varios exilios laborales de supervivencia, encontré en la acción humanitaria una vocación que me permitía sentirme activo y descubrir otras formas de vivir, sin sentir nunca que fuera algo temporal. Así que mi vida “normal” ha sido siempre en movimiento, llevándome las raíces de viaje, y por supuesto, pachangueando allá donde estuviera. 

MONGOLIA» El autor jugando con unos niños.

(Te regalo un bonus track: un año después de acabar Distrito Pachanga, estaba echando un tres contra tres con guerrilleros kurdos en la cima de la montaña de Sinjar, en Irak, mientras veíamos, abajo, los pick-up de ISIS cargando morteros. Ahí hay material para Distrito II).

En Líbero le damos muchas vueltas al fútbol y a veces tengo dudas de fe. ¿Qué es para ti el fútbol?
¿Sabes cuando vas con un colega por la calle, caminando, hablando de lo que sea, y de pronto ves con el rabillo del ojo que hay un tapón de botella caído en el suelo, e instintivamente, sin plan ni motivo, estiras la punta del pie y haces un girito de tobillo Kiko-Isco-Recoba style, para tirarle un cañito a tu amigo? La alegría de conseguirlo, y el fracaso de sufrirlo, son, somos, el fútbol.

¿Qué le dirías a los que creen que el fútbol es 20 millones por un lateral derecho random, una afición celebrando un Balón de Oro o entradas a 50 euros mínimo en primera?
Que sigan creyéndolo: que el fútbol no es todo Mediaset, derecho mercantil y Neymar en Arabia. Cuanta más gente odie el fútbol moderno, mayor esperanza de vida para la pachanga. La Superliga no está hecha para todos. El Mikasa, quizás, tampoco. •