Paula Figols.- Salma Paralluelo Ayingono -campeona del mundo con 19 años, la benjamina de la selección española y elegida mejor jugadora joven del Mundial- podría ser la protagonista de una película. Las primeras escenas transcurrirían en el Camino de Cabaldós del barrio de San José de Zaragoza, un barrio popular, con descampados, un parque, un campo de fútbol y una pista de atletismo. Ahí se ha criado Salma, en una familia humilde, de padre español y madre ecuatoguineana.
Hoy es una estrella mundial. Cuentan quienes la conocen desde pequeña que su éxito es una combinación mágica de talento y trabajo, de humildad y ambición. Salma empezó corriendo.“Tendría 6 años cuando su padre la trajo a nuestro club de atletismo, porque le gustaba correr. Era muy pequeña. A los pocos días, participó en una carrera en el Parque Grande de Zaragoza y ganó con una diferencia enorme sobre la segunda. Desde niña se le veía un talento físico y un gen competitivo únicos. Era una superdotada. Era buena en todas las pruebas: carreras, vallas, saltos, lanzamientos...”, recuerda Ricardo Gimeno, su primer entrenador, del Club Atletismo San José.
SALMA» Con el trofeo a mejor jugadora joven del Mundial.
Poco después, dijo en casa que también quería jugar a fútbol. “Salma y yo empezamos juntas en el Intersala de fútbol sala. Éramos benjamines y nos ponían a jugar con chicos más mayores. Después nos pasamos al San José de fútbol. Éramos las únicas dos chicas en un equipo de chicos. Estábamos muy integradas con ellos. Salma destacó desde el principio. Después, en categoría cadete, cuando ya no podíamos seguir jugando con chicos, nos fuimos al Zaragoza Club de Fútbol Femenino”, cuenta Elena Valejo, su amiga del barrio, su cómplice en el campo, hoy jugadora de Osasuna. Cuando coinciden en Zaragoza, buscan un hueco para quedar. *