Salto, la ciudad del milagro futbolístico uruguayo

En la segunda ciudad de Uruguay, donde nacieron Edinson Cavani y Luis Suárez, no hay equipos profesionales de fútbol. Una paradoja contra la que luchan Berta y Luis, los padres del delantero del PSG.

*Texto Abril Mejías Romhany / Laura Helena Castillo | Fotografías Abril Mejías Romhany.- El invierno ha sido largo en Salto. Y la costumbre al frío no quita el frío. Tito Nieves tiene una estufa enchufada que le apunta la cara con una luz, en medio del salón de su casa, donde todo parece estar acurrucado por el tiempo y no por el clima. Tito lleva 30 años comentando el fútbol en la ciudad. No narrando. Es distinto. “Yo no grito goles”. Es comentarista en la segunda ciudad más grande de Uruguay, después de Montevideo. En un lugar que no llega a 200 mil personas. Que no tiene equipos profesionales. Que puede presumir de la cercanía de Cavani y que debe aceptar la ausencia de Suárez, que se fue muy pequeño a Montevideo y no regresó. Tito lleva un jersey azul marino con el logo de la federación de Uruguay que no parece soportar que todavía falte un mes para el otoño. Arrinconada con un espejo se encuentra también una bandera de Uruguay alzada.

Hay más referencias al país que en un edificio oficial. Tal vez son restos del Mundial. Tal vez es la espera por la Copa América 2019. Tito dice que no es profesional. Que ni siquiera terminó la Secundaria. Que un día empezó a comentar y ya no paró nunca. Ahora lo hace en la emisora Turística 1410 AM. “Estoy capacitado, pero no estoy formado”. Tito se parece en algo al fútbol de su ciudad: es el amateur más profesional del mundo. Salto podría tener el fútbol amateur más profesional del mundo. La pasión por el deporte, por el fútbol, está institucionalizada, aunque el fútbol profesional, centralizado en Montevideo, no sepa mirar al río Uruguay ni al resto del interior del país. “Ahora se llevan a los gurises (niños) a los 13 años a Montevideo. Salto es una cantera notable”.

Salto podría tener el fútbol amateur más profesional del mundo. La pasión por el deporte, por el fútbol, está institucionalizada, aunque el fútbol profesional, centralizado en Montevideo, no sepa mirar al río Uruguay ni al resto del interior del país

LIGA LOCAL
En una casa amplia de la calle de Brasil funciona la Liga Salteña de Fútbol. Cada lunes, pasadas las 7 de la noche, los directivos de los equipos y de la liga se reúnen. Hoy hace mucho frío y el gerente de la agrupación, José Luis Sabarrós, tiene gripe. Muy abrigada y también con algo de malestar llega Berta Gómez, madre de Edinson Cavani, recién nombrada secretaria de la liga y primera mujer en la directiva desde 1911, año de su fundación. 36 clubes masculinos, 14 femeninos y 5.000 jugadores forman la liga salteña. Liga agraria, baby fútbol, amateur, comercial, de veteranos, municipal, de policías, fútbol 5, fútbol 7: todo en una región de 14.000 kilómetros cuadrados de extensión, con 110 mil habitantes, adosada al Río Uruguay, en la frontera con Argentina, a 500 kilómetros de la capital y al borde Sur del conti-nente americano. Todo traspasado por la añoranza de que Salto vuelva a tener un equipo profesional. Estela Andrade está sentada en las gradas de madera de un campito de la costa. Son las 6 de la tarde y hay una decena de niños practicando dentro de la luz amarilla del atardecer que viene desde Argentina. Milagros, de 12 años, y Jonathan, de 7, son los hijos de Estela. “Pasamos toda la semana en las clases de fútbol”, dice la madre.

Su familia, como la de muchos en Salto, invierte en los niños, en los pies de los niños: en la liga baby hay alrededor de 3.000 miembros. “Hacemos rifas, vendemos pasteles, organizamos eventos para recaudar fondos para los equipos y los jugadores”, dice la madre. Edinson Cavani y Luis Suárez son los ídolos de Milagros y Jonathan. En una ciudad que les hace reverencia, se reparten homenajes: Cavani tiene un mural y Suárez una estatua. Pero, antes de la fama de los delanteros del París Saint Germain y el F.C. Barcelona, Salto ya era una cantera respetada internacionalmente. De Salto eran Pedro Rocha, único uruguayo en jugar cuatro mundiales; José Leandro Andrade, “la maravilla negra”, campeón con Uruguay en 1930; Cristian Palacios, tricampeón uruguayo con el Club Atlético Peñarol o José Valle Perdomo, que levantó la Copa América en la Argentina de Maradona. La lista no es corta. “Salto podría hacer una selección mundial con salteños”, dice Gabriel Paique, periodista y extécnico de la selección juvenil del departamento de Salto.

ARMADORAS DE JUEGO
Sobre la nevera de Berta Gómez hay cinco versiones pequeñas de Edinson Cavani: tres con la camiseta del Napoli, una vestido de torero y otra del PSG, club con el que se acaba de convertir en el máximo anotador de su historia. “Hace 40 años que ando en el fútbol. Mi primer esposo jugaba al fútbol y mi segundo esposo también era jugador. Siempre he estado acompañando porque las familias lo que tienen en Salto es el fútbol”, dice Gómez, madre de Walter Fernando Guglielmone y de Edinson y Christian Cavani, todos dedicados al deporte. Además de ser la secretaria de la liga, también fue nombrada hace poco tesorera titular de la Organización del Fútbol del Interior. Berta es Berta y su agenda telefónica. “Tengo muchos contactos en el mundo del fútbol. Nos encontramos en aviones y hoteles. En Rusia, durante el Mundial, me encontré con el presidente de Peñarol y con un dirigente de Nacional ‘¿Por qué el fútbol es tan cerrado en Salto?’, me preguntó uno”, cuenta en el sofá de la sala, decorado con muchos cojines de colores. El propósito de la madre de Cavani, peluquera de oficio, mediocampista familiar y voluntaria de causas sociales, es claro: llevar al fútbol profesional de Uruguay un equipo de Salto. “Me va a tomar mucho tiempo de trabajo, pero creo que tengo todas las herramientas en la mano para lograrlo”.

El propósito de la madre de Cavani, peluquera de oficio, mediocampista familiar y voluntaria de causas sociales, es claro: llevar al fútbol profesional de Uruguay un equipo de Salto. “Me va a tomar mucho tiempo de trabajo, pero creo que tengo todas las herramientas en la mano para lograrlo”.

También tiene un anhelo retroactivo: “Yo soñaba con jugar al fútbol, pero nunca me atreví”. Desde los 5 años María Italia Argaín tenía el mismo sueño que Berta. Y se atrevió. En el Club Remeros el viento es brusco y corta la cara. En una de las canchas de fútbol está Argaín, goleadora del Ceibal y profesora de las niñas del club. Las entrena sin ceder ante el clima y ellas responden con entusiasmo de verano. “Estaba mal visto que una niña jugara al fútbol. Lo que más me chocaba era que hubiera papás diciendo que cómo es posible que le dieran plaza a una niña. Ahora veo a las que entreno y me da envidia. Es hermoso ver que se pierde ese tabú”, dice Argaín. El fútbol femenino en Salto, y en casi todo Uruguay, ha crecido gracias al apoyo institucional y el esfuerzo de las mujeres: 12 de los 36 equipos de la liga salteña tienen sección femenina.

CUANDO LLUEVE
A las 7 de la mañana del domingo llega este mensaje: “Buen dia. Llovió toda la noche y sigue lloviendo en Salto. Toda la actividad futbolística fue suspendida”. Todos los partidos progra-mados fueron aplazados para preservar los campos porque el dinero no sobra para repararlos. Un par de horas más tarde llega otro: “¡Te estaba por escribir! Acaban de confirmarse dos juegos a las 14:30 y 15:30. En las categorías sub 14 y sub 15. Salto y Tacuarembó por el campeonato del Interior. Para ir al estadio Dickinson toman el bus en calle Brasil y las deja en la puerta del estadio. El boleto es solo 10 pesos nuestros. Cuarto de dólar”. Los envía Eleazar “Chito” Silva, periodista deportivo del Diario El Pueblo. Pese al riesgo, hoy se cumplirá el ritual de la pelota, porque los muchachos de Tacuarembó ya viajaron hasta Salto. La lluvia no frenará la dedicación de una ciudad con la pelota. El Dickinson es el estadio más grande de Salto capital y del Departamento.

En las gradas aún mojadas hay algunas personas y mucho mate. Los jugadores, aún adolescentes, vienen en su mayoría de la liga baby fútbol y, probablemente, dentro de poco harán maletas para jugar en Montevideo. “El baby fútbol es la obra social más grande de Uruguay. Incluso más que la escuela pública porque los padres de clase media llevan a sus hijos a la privada. Acá agrupamos al que anda a pie, a caballo y en 4x4”, dice Germán Fernández, presidente de la Liga Salteña de Baby Fútbol. “Lamentablemente el Estado no reconoce el trabajo que hace-mos. Estamos sacando adelante a base de venta de torta frita, pollo y rifas. Esto está levantado por las madres de los muchachos, por las mujeres”, añade. En el otro lado de la ciudad, frente a la amplia plaza 33, Fabián Bochia, secretario general de la Intendencia, enumera las labores que hacen desde el sector público pero termina dándole el mayor crédito al empeño íntimo de las familias: “Tratamos de ayudar con la infraestructura, la iluminación, el vestuario de algunos equipos… También con los jueces, los médicos, los viajes… Si, por ejemplo, sacamos las luces de las calles para cambiarlas a LED se las damos a los cuadros para sus estadios. Pero estos son equipos hechos del esfuerzo de sus padres”.

» EMBLEMA El Estadio Ernesto J. Dickinson es el más grande de la ciudad uruguaya.

La distancia entre Salto y Montevideo se ha estiramdo porque la ruta de avión entre las dos ciudades fue cancelada. Solo queda viajar por tierra, como hace Carlos H. Medina, narrador de partidos, jugador e hincha, todos los días: vive en Concordia, Argentina, y trabaja y habita su entrega al fútbol en Salto. “El fútbol en Uruguay es muy pobre económicamente. En el interior todo es a base de pulmón. Aquí hay papás que consiguieron máquinas niveladoras para el suelo de los campos donde juegan sus hijos y algunos hablan de ir comprar cesped para canchas profesionales en Montevideo”. #HinchasQueJuegan es la etiqueta que usa en redes sociales el Nacional Club de Fútbol, club emblemático fundado en 1915, pero bien podría ser el eslogan de la ciudad. “Nuestra idiosincrasia es de competencia local. Ha sido muy difícil armar un equipo para competir profesionalmente. Los costos de traslado son muy altos y el retorno económico es muy corto.

 “El fútbol en Uruguay es muy pobre económicamente. En el interior todo es a base de pulmón. Aquí hay papás que consiguieron máquinas niveladoras para el suelo de los campos donde juegan sus hijos y algunos hablan de ir comprar cesped para canchas profesionales en Montevideo”

Se ha intentado el patrocinio privado pero no ha sido fuerte”, dice José Luis Pertusatti, miem-bro de la directiva. Pertusatti camina sobre el recuerdo de la lluvia reciente, en un pasto que es lodo y también es verde. “Todo esto se inunda cuando llueve”, dice. Y con “todo esto” se refiere a los campitos de la ribera. Se refiera al Atahualpa, por ejemplo, donde asegura que jugó Cavani du-rante sus años de baby en el Nacional y donde, el fin de año de 2017, volvió: “No había nadie y estuvo caminando la cancha, tal vez recordando”. Luis Cavani, padre de Edinson y Christian -también jugador que decidió quedarse en Salto-, fue una de las figuras del Nacional y, después, técnico del primer equipo. El “gringo Cavani” vive ahora a las afueras de Salto. Vive en once hectáreas, con más animales que personas: siete perros, cinco caballos, cuatro terneros y 16 ovejas. No le gusta viajar. No le gusta que lo reconozcan en la calle. Luis está cansado.

 

» FRÍO Fútbol y mate, dos rituales salteños en un domingo de lluvia.

No importa que haya dejado de llover por un momento y que un atardecer anaranjado atraviese los ventanales de su casa. Está al lado de su amigo y también exjugador Roberto Mezza y de Pipilo, incondicional de la familia. Tiene una chimenea enfrente y arriba hay un cuadro de su hijo celebrando un gol. Esa tarde, Luis no está contento con el fútbol. “Todos los años viajan a Montevideo decenas de jugadores. Van 50 y vuelven 48. Van varios Cavani y Suárez, pero los dejan tirados, los malogran y hacen sentir que no valen nada”, lamenta. Ni siquiera mira hacia la capital con grandeza, donde fue entrenador de fútbol: “Si vas a un partido de la primera división de fútbol de Danubio contra Defensor van al estadio 300 personas.

» MATRIARCAS Las madres son el soporte del fútbol amateur: organizan rifas, comidas y eventos para financiar los cuadros.

O todo nuestro fútbol va a ser amateur o van a quedar 4 o 5 profesionales. Así se va a ir terminando todo. Lo que está faltando es la materia prima, que es la plata”. La plata es un problama también para otros: el 22 de agosto de 2018 la FIFA intervino la Asociación Uruguaya de Fútbol, porque el proceso electoral para ocupar el cargo de presidente no cumplía con los requisitos de transparencia exigidos. El fútbol no da dinero. No siempre. “En Salto hay jugadores pobres, equipos pobres y comi-sionistas ricos”, dice Cavani senior sentado frente a la fogata que intenta engañar al invierno. •