Laia Cervelló.- Era octubre de 1998. Las clases habían empezado apenas hacía un mes y, viniendo de familia deportista, habían elegido para ella el karate. Le quedaba un mes para cumplir los 6 años y decidió tomar un camino que cambiaría el resto de su vida: Se escapó del tatami donde debía realizar sus extraescolares para ir al campo de fútbol a suplicar ejercitarse al que sería su primer entrenador. Cumpliendo con el carácter rebelde de cualquier portera que se precie. Entonces Sandra Paños no lo sabía ni era consciente, pero acababa de tomar la decisión que determinaría su futuro. Pienso en esta anécdota contada por la propia futbolista en su documental mientras me acerco a la mítica tienda de ‘Soloporteros’ en Barcelona, ‘Futbol emotion’, ubicada en uno de los centros neurálgicos de la ciudad: el Born.
Quedan escasos días para la final de la Champions que el Barça debe jugar contra el Olympique de Lyon. Los éxitos de las azulgrana en las últimas dos temporadas y el récord mundial de asistencia a un partido de fútbol femenino batido por partida doble en el Camp Nou en el mes previo convierten la cita de Turín en el foco mediático de la prensa nacional. La expectativa es máxima y viene cargado de emoción e ilusión por el cambio de dinámica sociodeportiva que la acompaña. Es imposible no notarlo en los ojos azules de Sandra, quien mira con auténtica devoción los guantes blancos que lucirá en la señalada fecha, con un pulpo parando un balón que ha diseñado con destreza su compañera Mapi León.
Cómo una niña que escapó de un tatami para irse a un campo de fútbol con 5 años ha terminado jugando tres finales de Champions.
Nunca me pongo a mirar atrás. Va todo tan rápido, que no te da tiempo ni a celebrar, ni a disfrutar. No me he parado a pensarlo. Creo que la gente de nuestro alrededor sí que es capaz de verlo desde esa perspectiva. Era algo de lo que yo soñaba. Mi mentalidad desde chiquitita era llegar a ser profesional, pero desconociendo que había la opción de llegar a ser profesional. He tenido la fortuna de estar en el momento adecuado para poder vivirlo y pelear por todo lo que pudiese llegar a conseguir. Esa niña lo soñaba, pero ni se lo imaginaba.
Siempre has vivido el deporte en casa, desde pequeña.
Mi padre ha sido futbolista y mi madre era atleta. He estado siempre muy relacionada con el deporte. A mis padres les encantaba que hiciéramos todo tipo de actividades físicas. Hacíamos tenis, karate y el contacto con el balón siempre ha estado porque iba a todos los partidos de mi padre, jugaba siempre con mi hermano y con mi hermana también… Al final es algo que me llamaba mucho la atención, mucho más que hacer artes marciales. Sabía que mis otros compañeros de clase estaban allí arriba jugando a fútbol y dije: Por qué no. Y probé, sabiendo que estaba esa dificultad porque las niñas no podíamos jugar. Subí y me encontré al que sería mi entrenador de esa época, Ferri. Ese día, al principio, no me dejaba entrenar. Yo insistí hasta que me dejó participar y luego fue uno de los que siempre me apoyó en el camino escolar. Le estoy muy agradecida. Gente mayor que te dé la oportunidad en un momento en el que la mentalidad era más cerrada era raro y lo he agradecido.
PULPO» Paños se ajusta el guante con el dibujo diseñado por Mapi León.
¿Te planteaste ser portera desde el principio?
El problema, y me ha pasado con historias de niños que han empezado siendo porteros, es que les han machacado tanto los compañeros y padres diciendo que cómo le habían podido marcar ese gol que no ayudan a que los niños quieran serlo. Las familias tienen cierto miedo de que las niñas o niños elijan esa posición porque es muy exigente, ya desde críos. Que haya tanta gente que prefiera meter goles que pararlos creo que va encaminado a eso. Yo no elegí estar en la portería. Estaba en el equipo de fútbol sala del colegio y no teníamos portera. Era la única niña que estaba en el equipo. De pequeñita era muy grandota y me dijeron que me pusiera. Se me dio súperbien y ganamos diferentes años la competición. Los compañeros estaban encantados conmigo, ayudándome en todo. Los padres me cuidaron como la que más y estuve muy a gusto. No quería separarme de ellos, quería seguir creciendo allí.
«Somos históricas, y eso poca gente lo va a poder decir. Si en un futuro sirve para que las niñas no tengan que pelearse por un convenio colectivo y que no se pongan pegas en este camino de todas, el trabajo está hecho. Espero que las generaciones venideras valoren todo lo que hemos hecho».
Dicen que para ser portera hay que tener un carácter especial, un poco como pasa con los baterías de las bandas de música.
Somos más alocadas normalmente. Vivimos las cosas diferente. Cuando la gente celebra, tú estás a no sé cuantos metros de la celebración. Cuando te meten un gol, aunque lo metan al equipo, te sientes tú responsable. Es difícil de gestionar a nivel mental depende de qué momentos. He llegado un poco tarde, pero lo estoy gestionando a nivel psicológico. Me parece necesario que los niños tengan una progresión y trabajen para aceptar el error. Me parece muy importante para que la evolución del niño o niña sea buena siendo portero.
También es importante para dicha progresión trabajo específico para la portera, algo que en el fútbol femenino ha tardado en llegar.
A nivel de entrenamientos, cuando empecé se ponía el padre de turno a ayudarte. O incluso el entrenador o segundo entrenador, el ayudante… Cuando tenía 15 o 16 años, entrenaba justo donde entrenaba el Hércules masculino. Su entrenador de porteros era conocido de mi padre y fui algún tiempo a entrenar con ellos. Pero no tenía ese seguimiento, iba cuando podía. Luego tenías que buscarte la vida con padres para que te ayuden a entrenar con más nivel. En la Selección, tuve a Manolo Amieiro que me enseñó muchísimo. En el Levante también tuve la posibilidad de tener entrenador de porteros todos los días. Al irme haciendo profesional me fueron acompañando personas específicas en la posición de portera que me ayudaron a mejorar.
«En cuanto a porteras siento que está subiendo mucho el nivel. Es lo bueno, porque se dice mucho que es la parte que queda por mejorar en el fútbol femenino español. A nivel físico no tenemos la envergadura de los hombres y tapar una portería de 7 metros por 2,44 es complicado».
¿Tenías algún referente en el que te fijaras?
Conforme iba creciendo y conociendo un poco más, me fijaba en lo que se veía por la tele. Cuando me fui haciendo mayor estaba Nadine Angerer, que ganó un Guante de Oro e incluso un Balón de Oro. Fue de las mejores porteras durante mucho tiempo. De fútbol masculino, me fijaba en los que estaban en la Selección Española, Iker Casillas o Víctor Valdés. Pero tampoco me paraba a ver en qué era mejor uno u otro. Cuando fui creciendo me di cuenta de que de todos podía sacar algo. Siempre los hay más completos, pero no me fijaba en uno solo. En cuanto a porteras siento que está subiendo mucho el nivel. Es lo bueno, porque se dice mucho que es la parte que queda por mejorar en el fútbol femenino español. A nivel físico no tenemos la envergadura de los hombres y tapar una portería de 7 metros por 2,44 es complicado. Se va consiguiendo mejorar y sí que veo mucha diferencia a lo que veía cuando era pequeña.
Cómo se gestiona el saber que juegas en un equipo que es tan superior al resto que sabes que en un partido te llegarán solo dos veces. ¿Te genera tranquilidad o presión porque esas dos veces son los únicos momentos en los que se te va a ver demostrar?
No sé si es presión, pero tienes que estar concentrada al máximo durante todo el partido. A lo mejor son dos acciones en las que, en una puedes hacer algo y en la otra no, pero no estás tan caliente para tomar la decisión adecuada y es duro a nivel mental. Por eso te decía, cuando estás tanto tiempo sin intervenir, que te lleguen una vez y encima te marquen, no es fácil de asimilar. Y puedes llegar a pensar que no estás ayudando al equipo, y es un error. Estás dando el 100% y a veces acertarás y otras fallarás, como las delanteras. Hay que aprender a vivir con ello. A nivel psicológico es difícil, pero al final te acostumbras y trabajas en que no te vuelva a pasar lo que te haya pasado o para estar lo mejor que puedas.
Has vivido todo el proceso, tanto con el Barça como con la Selección, de ver que jugabais contra Olympique de Lyon o Estados Unidos y parecía imposible ganarlas porque físicamente os atropellaban. En pocos años, jugáis contra esos mismos equipos y de repente el favoritismo está más repartido. ¿Cuándo te das cuenta de que algo ha cambiado en ese aspecto y como has vivido esa evolución?
Ahora coincide en que estamos muchas jugadoras que vinimos al Barça hace mucho. Las que menos yo creo que somos Patri Guijarro y yo, que llevamos 7 temporadas, y Aitana Bonmatí que subió del filial. Vinimos porque había un proyecto de conseguir lo que estamos logrando ahora. Desde ese primer momento evidentemente hemos cambiado mucho. Porque cada vez que te tropiezas, o sabes a lo que te quieres acercar como nos pasó en Budapest o sabes qué tienes que mejorar para conseguir a lo que quieres llegar. Pero todas teníamos la convicción de que eso podía llegar a pasar. Tuvimos que ir aceptando que para llegar a este lugar habría que sacrificar cosas, mejorar en la alimentación, el descanso y el trabajo físico para poder llegar a lo que queríamos. En cierta manera no es complicado, porque era algo a lo que queríamos llegar. En España el fútbol femenino está cambiando mucho. A nivel técnico-táctico, no tenemos mucho que envidiar a otros países. La diferencia era física. Y el físico es lo que más fácil se puede trabajar. Tiene su tiempo, pero se puede lograr. Habiéndonos acercado a nivel físico, pasa lo que está pasando, que los duelos son más igualados. No te sobrepasan tanto. El haber trabajado condicionalmente te hace llegar donde estamos. *
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