Diego Barcala.- En Fonciello (Llanera) hay más vacas que niños. Unas bellísimas reses mastican en el prado frente a la casa de la madre de los Cazorla. Es una típica casa de parroquia asturiana. Con su tejado de tejas marrones, el color vivo en la fachada y una pista que nos dice que ahí pasan cosas relacionadas con el fútbol. En el coqueto jardín descansan arrinconados unos cuantos balones desconchados, probablemente destrozados por los hijos del 8 del Real Oviedo. Un vecino me orienta para encontrar el parque al que me ha mandado hace 20 minutos Santi Cazorla durante la entrevista en el Carlos Tartiere para explorar alguna pista que me haga entender su infancia. “Hay un parque en el que sí que pasé muchas horas”, reconoce sorprendido por mi propuesta de encontrar algo que me explique cómo consiguió dominar de esa manera las dos piernas.
El parque efectivamente es un campo de fútbol rural. Dos porterías rojiblancas de fútbol sala junto a unos columpios evocan una infancia feliz. Es fácil imaginar a Santi y su hermano cuatro años mayor echar horas de portería a portería en este piso irregular que debería haber fortalecido los tobillos de nuestro protagonista, que tanto le han hecho sufrir. A los costados de las cuatro casas de Fonciello ya empieza la Asturias moderna, un centro comercial, la autopista de La Plata y Llanera con su Polideportivo Santi Cazorla. Fonciello está a 20 minutos del Tartiere, lo que he tardado en llegar desde que me he despedido del futbolista. Dos horas antes aparecía con su característica sonrisa por la sala de prensa. La entrevista se produce después del partido contra el Real Madrid, en el que calentó bastante, quizá demasiado, la banda. Y antes de los tres puntazos frente a la Real Sociedad en la que jugó la decisiva media hora final.
Estás fino. ¿Cómo consigues mantener el peso en este paraíso gastronómico que es Asturias?
Cuesta, sobre todo ahora en verano.
Ya que estamos, dinos una comida asturiana que te guste y recomiéndanos un restaurante.
A mí me encanta el cachopo, y la fabada. No me lo puedo permitir por la dieta pero siempre que puedo, me encanta, pero normalmente no puedo, quizá un día esporádico, pero de normal no me lo permito. Y un restaurante… si tengo que elegir un cachopo te digo el de El Regueral, un restaurante que está en mi pueblo, en Llanera, te diría que fueras ahí.
Algo pasa en Asturias para que todos los extranjeros que pasan por el Oviedo se queden.
Es verdad, Jerkan, la viuda de Dubovsky, Jankovic…
La hermana de Prosinecki tiene un bar en Oviedo.
Algo les atrapa, es verdad. Se vive bien.
Empecemos por tu infancia. Eres de Fonciello, que son cuatro casas. ¿Cuál es tu primer recuerdo de jugar al fútbol?
Delante de casa con mi hermano, teníamos praos ahí con vacas y ahí poníamos nuestras porterías. Montábamos un partido donde fuera y luego ya, pues bueno, con los pocos vecinos que éramos, la gente joven que nos juntábamos, también echábamos algún partidillo en un parque que está cerca. En los praos nos pasábamos prácticamente todo el día.
FONCIELLO» El campo donde Cazorla jugaba de niño.
Tienes un hermano cuatro años mayor, la edad perfecta para dos niños enfermos por el fútbol.
Sí, mi hermano se dedicó también toda su vida al fútbol, más en amateur, pero bueno, era un enfermo del fútbol también desde pequeñito, teníamos nuestras piquillas, como todos los hermanos, y los ratos juntos que pasábamos eran divertidos.
El objetivo de esta entrevista es saber el secreto de tu dominio de las dos piernas. ¿Es talento natural o te pasaste la infancia trabajando con la zurda?
Yo lo trabajé mucho. Si es verdad que desde niño tuve la suerte de defenderme bien con las dos piernas. Ya desde chiquitín, cuando empecé a jugar al fútbol con 7 años, ya la pierna mala la manejaba entre comillas bien, en comparación a otros niños. Pero luego yo lo trabajé muchísimo. Los entrenadores de aquella época me inculcaron mucho trabajar la pierna mala. Empezar a dar pases con las dos piernas contra un muro, estar tú solo ahí, quedarte solo y empezar a practicar y así mejorar. Y a base de eso fui perfeccionando la pierna mala.