Señor ministro: la cabeza del fútbol no solo sirve para despejar a córner

Pep Guardiola dedicó la victoria del City a los líderes independentistas encarcelados y el ministro portavoz del Gobierno le ha dicho que no hable de lo que no sabe. Desde 2012 hemos defendido que el fútbol se exprese con libertad. Lo razonamos en este editorial tras la Diada de hace cinco años.

Líbero.- Pedíamos y contribuíamos en el primer número de Líbero a coger las solapas del fútbol para extraerlo del armario y llevarlo a las bibliotecas. Una definición de este espectáculo como práctica estética, que ama el arte y que tiene pleno derecho para formar parte de la cultura de un país. Lo que reclamamos ahora es que se otorgue voz intelectual a los protagonistas de este deporte. Pongamos una grabadora y un altavoz a los futbolistas y entrenadores que ocupan nuestra diversión y comparten nuestras vidas. Hay politólogos que defienden que el lugar de España donde más cómoda galopa la libertad de expresión es en los estadios.

A lo largo de la historia, los ciudadanos han expresado en las gradas pensamientos libres ajenos a los intereses mediáticos. Algunas veces con mensajes censurables por su desagradable incitación a la violencia pero en otras ocasiones aprovechando el escenario para expresar opiniones mayoritarias que no se ven expresadas en los cauces tradicionales de información.

Pep Guardiola, utilizó en la pasada Diada [Este texto es de septiembre de 2012] su figura pública para apoyar una causa política. En este caso, la independencia de Cataluña. Las reacciones que suscitó el posicionamiento del entrenador catalán reflejaron el poco respeto que el fútbol tiene en la vida pública. De entre todas las opiniones arrojadas sobre el suceso, la más dolorosa fue aquella tan repetida que defiende que el deporte y la política no deben ser nunca mezclados. ¿Por qué se puede utilizar una novela para denunciar una supuesta injusticia social y no un evento deportivo? ¿Qué experiencia vital tiene un joven escritor que no tenga un entrenador de 41 años, como Guardiola?

Los que censuran la voz de los deportistas deberían fijar sus prohibiciones hacia la violencia, el odio, el fanatismo o la irracionalidad. Pero nada impide a un futbolista usar la cabeza para algo más que para despejar. Los aficionados al fútbol nos hemos acostumbrado a que nuestros héroes son seres que no hablan. El franquismo contribuyó a que el deporte fuera manipulado como una distracción de lo evidente. Jugadores como Pahiño tenían vetada la selección por leer a Dostoievsky. Las censuras actuales que los clubes aplican a sus asalariados jugadores caminan en esa dirección. Como trata de demostrar esta publicación, que pregunta a los grandes futbolistas gallegos sobre Galicia, el fútbol, como actividad cultural, debe ocupar un lugar en la vida pública similar al que ocupan el resto de artes.

Se puede estar de acuerdo o no con Guardiola pero no se le puede impedir que exprese sus ideas, sean estas cuales sean, siempre que no inciten a la vulneración de los derechos humanos.

Se puede estar de acuerdo o no con Guardiola pero no se le puede impedir que exprese sus ideas, sean estas cuales sean, siempre que no inciten a la vulneración de los derechos humanos, por su mera condición de hombre de fútbol. Decía Lluís Llach que en momentos duros, el silencio que expresaron artistas contemporáneos a él como Julio Iglesias, ante la situación política, era un signo de mayor compromiso que ponerse frente a la Policía en una manifestación.

El fútbol no es el opio del pueblo. El miedo a la palabra, el temor al poder de las palabras, sólo lo tiene aquel que no sabe leer. Hablemos de fútbol pero aprovechemoslo para arreglar la vida.