¿Te reíste de la derrota del Barça en Roma? ¿Gritaste con Buffon? La ciencia llama a lo tuyo: 'Schadenfreude'

La semana de Liga de Campeones ha dejado un nuevo cruce 'memes' y tuits que han ardido en las redes. No han sido en su mayoría para celebrar la victoria de un equipo sino para disfrutar de la derrota del máximo enemigo. Esta reacción obedece al nombre de síndrome de 'Schadenfreude' y la ciencia nos lo explica.

"Dime qué se siente"

Ronaldo Luiz Nazario de Lima.

Texto Javier Salas Ilustración Denís Galocha.- Esas palabras de Ronaldo —“el verdadero”, según Mou— todavía resuenan en el ‘timeline’ de Twitter de millones de fanáticos argentinos. El exfutbolista brasileiro se mofaba de los albicelestes, derrotados por Neymar en un amistoso, y así servía fría su venganza tras las carcajadas argentinas por el 7-1 encajado por los de Scolari contra Alemania. “Alegrarse de las derrotas ajenas es antideportivo”, nos dirá un moralista. “Es fútbol”, responderá un fanático. “No, es humano”, zanjaría un científico. Eso de disfrutar de las derrotas ajenas, deportivas o no, de las cagadas, las caídas, los fracasos de los demás, es terriblemente humano y tiene un nombre en alemán: ‘schadenfreude’. Un concepto que sólo tiene nombre propio en ese idioma y que está muy estudiado en la ciencia. Se ha comprobado que vive agarrado a nuestros genes casi con la misma fuerza que las ganas de reproducirnos. Y no siempre es un sentimiento frívolo. Alemania, agosto de 1936. Un niño alemán asistía junto a su padre a cada jornada en el Estadio Olímpico de Berlín para disfrutar de las pruebas de los Juegos. El pequeño, asqueado con el trato que el régimen de Hitler daba a los judíos como él, tomó partido visceralmente en contra de sus compatriotas: vivía cada victoria del equipo ario como un mazazo. “Desafortunadamente, muchos atletas alemanes lo hicieron tan bien como para conseguir un buen puñado de medallas. Yo me las tomaba todas como insultos personales”, describiría más tarde este niño, el reconocido historiador Peter Gay.

Pero las victorias extranjeras en el corazón de Alemania le proporcionaban grandes satisfacciones. Gay recuerda con especial emoción la victoria de EEUU en los relevos 4x100 femeninos: “Una de las mayores alegrías de mi vida”. Gay no iba con EEUU, sino contra Alemania. La Alemania nazi. Como ven, este caso de ‘schadenfreude’, desearle una rabieta a Hitler, quizá sea uno de los sentimientos más sanos de la historia. No obstante, no merece la pena perder el tiempo en debates morales, porque forma parte de nuestra naturaleza y desde que somos muy críos. Un estudio reciente mostraba que incluso niños de dos años disfrutan con el mal ajeno en un experimento algo retorcido. Los menores veían de lejos a su madre leyendo un libro, una lectura que se arruinaba al caerle un vaso de agua en las hojas. Después, veían a su madre leyéndole el libro a otro niño desconocido, y volvía a caer el vaso estropeando el momento. La alegría de los críos iluminaba sus caras al ver que ‘el otro’ no podría seguir disfrutando de sus madres. Esta satisfacción maliciosa también ha sido estudiada en el fútbol. Uno de los trabajos más completos se realizó observando las emociones de aficionados holandeses ante el comportamiento de la selección alemana en el Mundial de 1998 y la Eurocopa de 2000.

Desearle una rabieta a Hitler, quizá sea uno de los sentimientos más sanos de la historia. No obstante, no merece la pena perder el tiempo en debates morales, porque forma parte de nuestra naturaleza y desde que somos muy críos.

La reacción de los aficionados ‘oranje’ permitió comprobar que, lógicamente, los más futboleros disfrutaban más de las derrotas germanas. Pero más llamativo todavía fue comprobar que las derrotas del otro provocan más satisfacción cuanto más hegemónicos parecen ante nosotros, cuando nos amenaza un sentimiento de inferioridad. Esto es algo de lo que ya habló incluso Nietzsche, que consideraba la ‘schadenfreude’ más probable cuando jugaba en el terreno de los intereses propios. Nos hace gracia ver a alguien tropezar, pero nos morimos de gusto si el que tropieza es nuestro jefe déspota. El filósofo alemán creía que se trata de una “venganza imaginaria” que se activa con más fuerza cuando nos sentimos en desventaja. Es por eso que hay rivalidades futbolísticas que viven instaladas en una perpetua ‘schadenfreude’ aunque ni siquiera jueguen en la misma división. Lo más llamativo es que ver caer a nuestro archirival es un sentimiento tan poderoso que afecta a nuestro comportamiento más allá de la esfera deportiva. Incluso afecta al modo en que invertimos nuestro dinero.

Un estudio analizó la ‘schadenfreude’ entre los ‘tifosi’ de la Roma y la Lazio, los equipos de la capital italiana, y su influencia en el mercado de valores, ya que ambos clubes cotizan en bolsa. Durante la semana, las acciones suben si el equipo ha ganado, lógicamente, pero suben todavía más si el otro ha perdido.

 

REDES
En la primera imagen se muestra el tuit de Guti tras la derrota del Barça ante la Roma. A continuación, uno de los 'memes' mas virales con la imagen de Messi y el montaje con la camiseta de Manolas, autor del tercer gol romano.

E incluso las derrotas propias se compensan con las del rival. Uno de los estudios más renombrados sobre ‘schadenfreude’ en el deporte se realizó entre aficionados al béisbol. Unas neurocientíficas estadounidenses observaron mediante resonancias el cerebro de fans de los Boston Red Sox y los New York Yankees, la mayor rivalidad de este deporte, para ver cómo reaccionaban ante las derrotas de los otros. A los sujetos estudiados se le activaba en el cerebro el área de recompensa —la misma que se activa con el sexo o al comer chocolate— al ver perder al rival, ya sea contra su propio equipo o contra terceros. Y con más determinación cuanto más débil era su contrincante, es decir, cuanto más inesperada era la derrota.

Ser antimadridista o antibarcelonista, lo más común en España, sería en realidad una forma de cosmopolitismo porque en realidad estás apoyando a todos los equipos del mundo

También en EEUU estudiaron si el dolor en el equipo rival producía este regodeo malsano analizando las reacciones ante lesiones en el equipo rival. A los seguidores de los equipos de baloncesto de Duke y Kentucky, en efecto, las lesiones de un rival le provocaban alegría. Y lo que es más sangrante: la satisfacción surgía independientemente de la gravedad de la lesión, ya fuera una leve torcedura o una pierna rota, los enemigos deportivos disfrutan con el daño físico del contrincante. Hay una realidad más poderosa y noble, cuando hablamos de ‘schadenfreude’ futbolística. Ser antimadridista o antibarcelonista, lo más común en España, sería en realidad una forma de cosmopolitismo porque en realidad estás apoyando a todos los equipos del mundo… salvo a uno. De este modo, puedes empatizar con bávaros, hermanarte con londinenses, abrazar italianos… Desear la derrota del otro te convierte en ciudadano del mundo. •