'Suplentes en el campo, titulares en mi corazón', por Javier Aznar

Me gustan esos jugadores sin afán de protagonismo. Aquellos que están listos para la batalla. Los que se meten en un edificio en llamas por orden del entrenador y logran salir de ahí con un bebé, con el perro del vecino y con un título debajo del brazo.

Javier Aznar.- Si algo nos une a todos por igual en esta feria de vanidades llamada sociedad, tal vez sea el hecho de que nadie, nunca, bajo ninguna circunstancia, quiere ser suplente. Ya sea como profesor, en una mesa electoral o en el equipo de fútbol 7 con tus amigos más matados de la oficina: ser suplente es aburrido y además suele acarrear un estigma del que nadie se libra. Es llevar un cartel en la frente que grita al mundo: “Los hay mejores”. Sentimos nuestro ego un poco dañado y anhelamos, y de qué manera, ese puesto de titular. Exigimos nuestra cuota de protagonismo. Como solía decirme un amigo: ‘Yo de titular aunque sea camino al patíbulo’. 

Ningún niño sueña con ser el tercer portero de un equipo. Nadie quiere ser el astronauta que se queda en el cohete mientras el resto de la expedición pisa por primera vez la luna. Nadie se esfuerza para conformarse con ser la rueda de repuesto del coche, esperando en el maletero su momento de gloria.

SUPLENTES» Ilustración de Damián Lluver ¡o @pint0rcito

Es inherente al ser humano querer siempre un poco más. Si por un error administrativo a mí me convocaran por accidente para ir al siguiente Mundial con la selección española, estaría quejándome por no ser titular al segundo partido. Al tercero ya empezaría a filtrar información a la prensa y daría mis primeros pasos para iniciar un motín contra el seleccionador mientras tomo yogur de macedonia en el comedor del hotel de concentración. No soy una excelente persona. *

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