El gesto de Marcelo: The show must go on (o quizás no)

«Contento por marcar, pero más contento por ver los cambios en el mundo. Es el momento, debemos usar el poder que tenemos y empezar a hacer cambios reales», reivindicaba Marcelo al marcar al Eibar en plena pandemia.

Fotografía Pierre-Philippe Marcou

Guille Galván A principios de 2020 el Comité Olímpico Internacional confirmó que en los Juegos de Tokyo no se permitiría ningún tipo de manifestación o propaganda política, religiosa o racial en las instalaciones del área olímpica. La propia organización se reservaba las medidas disciplinarias para cada caso. Es difícil imaginar un periodo con más propaganda, patrocinios, muestras de fe y connotaciones políticas que unos Juegos. Marcas, empresas de telecomunicaciones y países enteros hacen despliegue del potencial desarrollado en los últimos cuatro años para el asombro del planeta. El COI no siempre se ha llevado bien con la libertad de expresión, no quiere líos con la política, al menos, con la que no es la suya. Desde sus orígenes se ha visto enzarzado en extrañas paradojas. No tuvo problemas en celebrar en el 36 los juegos en un Berlín repleto de simbología nazi pero se escandalizaba con los puños en alto de John Carlos y Tommie Smith en el podium de México 68 -a quienes forzaron a abandonar la villa- o con los brazos cruzados del etíope Feyisa Lilesa tras cruzar la meta de la maratón de Río 2016..

El COI no siempre se ha llevado bien con la libertad de expresión, no quiere líos con la política, al menos, con la que no es la suya. Desde sus orígenes se ha visto enzarzado en extrañas paradojas.

Visto todo lo que mueve y genera hoy el deporte profesional, a día de hoy, es cualquier cosa es menos apolítica. Pero la política se la quedan ellos, dejando a los deportistas la oportunidad, en todo caso, de ser solidarios. Madrid, un anodino 14 de junio. Marcelo marca en Valdebebas el tercer gol de la victoria sobre el Eibar. El lateral brasileño decide arrodillarse como gesto de protesta por el asesinato de George Floyd y poco más tarde comparte la imagen en su cuenta de Instagram, acompañada por el siguiente texto en inglés: “Contento por marcar, pero más contento por ver los cambios en el mundo. Es el momento, debemos usar el poder que tenemos y empezar a hacer cambios reales”.

Los cambios reales a los que se refiere no son una campaña institucional contra gritos racistas en los estadios, sino que la policía norteamericana deje de matar a gente por su color de piel. Si bien el guiño fue repetido en esos días por diferentes deportistas de varias disciplinas, convirtiéndose casi en una estampa de la cultura pop, no es frecuente verlo en una competición tan encorsetada en lo simbólico como La Liga, que, más allá de apoyos a compañeros lesionados o celebraciones variopintas, no suele destacar por las declaraciones personales, y menos en un club como el Madrid.

 

En un deporte sin público, de estadios vacíos, sin más mirada que la de la televisión, que no es poca, cada gesto se teje para ser juzgado en miles de kilómetros a la redonda. Ya no se juega para los ojos del entrenador como cantaba Lou Reed en Coney Island, Baby. Da lo mismo que se haga en un campo desangelado del extrarradio que en el espectacular plató de basket montado en Disney. Ninguno de sus actores pertenece a sus canchas, al contexto en donde se juega. Sin embargo, todos son capaces de lanzar mensajes que enganchen emocionalmente en cualquier rincón del globo. Por primera vez, quien paga su ticket en la grada es prescindible para que el show continúe, y quizás esa misma razón esté facilitando que los deportistas hagan cosas que antes no solían hacer. La pregunta es, ¿hubiera hecho Marcelo lo mismo en un Bernabéu lleno? ¿hubiese sido silbado por su propio público? Probablemente, sí. Ambas cosas. Al Madrid se viene a jugar al fútbol y no a leer libros de política, le recriminó Mendoza a Valdano nada más fichar por el club. Apenas un mes después de esta foto, la NBA se reanudaba en la burbuja de Orlando con la intención de concentrar los últimos partidos de la fase regular y los playoff.

 ¿hubiera hecho Marcelo lo mismo en un Bernabéu lleno? ¿hubiese sido silbado por su propio público? Probablemente, sí. Ambas cosas. Al Madrid se viene a jugar al fútbol y no a leer libros de política, le recriminó Mendoza a Valdano nada más fichar por el club. 

La vuelta sorprendía por la inclusión de diferentes eslóganes en las camisetas de los equipos en torno a la campaña Black Lives Matter en donde se reclamaba justicia social y cambios en el sistema educativo en favor de la igualdad racial. Hasta ahí todo normal, algo parecido a lo que hizo la Premier en junio. Sin embargo, tras un nuevo asesinato por violencia policial en Milwakee, los Bucks se negaron a jugar y la competición paró con el consenso de la propia NBA, las franquicias y los jugadores en uno de los mayores plantes que se recuerdan en el deporte profesional. Tras ellos, la liga de béisbol, la de fútbol, la de baloncesto femenino se unieron al boicot histórico por la brutalidad policial.

A su vuelta, baloncestistas y equipos se comprometieron a pasar de lo emocional a lo político, siendo conscientes del gran peso que tienen, no solo en el deporte, sino en toda la cultura norteamericana y planteando un abanico de medidas concretas en relación a sus propios eslóganes: códigos QR en las retransmisiones para la solicitud de votación en las próximas elecciones o la cesión de sus pabellones como centros electorales con el objetivo de hacer presión para endurecer la ley contra los abusos racistas.

La liga de béisbol, la de fútbol, la de baloncesto femenino se unieron al boicot histórico por la brutalidad policial. A su vuelta, baloncestistas y equipos se comprometieron a pasar de lo emocional a lo político, siendo conscientes del gran peso que tienen, no solo en el deporte, sino en toda la cultura norteamericana y planteando un abanico de medidas concretas en relación a sus propios eslóganes

Los deportistas estadounidenses recordaron al mundo, en un escenario global, sus problemas locales y culturales. ¿Por qué en España se permite un mensaje solidario pero está mal visto uno político? Supongo que por la distancia. Nos quedan demasiado cerca las muertes de los temporeros en Almería, en las costas Mediterráneas, los fallecimientos de inmigrantes en los CIES, o los insultos a los gitanos. Quizás quede demasiado cerca como para que sus denuncia sea solidarias y “no políticas”, quizás aun lleve tiempo que una competición se plante ante estos abusos sociales, quizás no pase nunca, ni los jugadores tengan obligación de hacerlo. Lo que parece claro es que, si siguen así las cosas, el COI puede preparar buenas cortinillas para ir cortando la emisión del satélite de los próximos Juegos Olímpicos cada vez que algún atleta proteste.