Tonino, el cuidador de Sarrià

Un paseo nostálgico por los restos en forma de recuerdos del mítico estadio del Espanyol junto con el hombre que se encargó de mimarlo durante 36 años, el jardinero Tonino Fernández.

Francesco Luti.- Nos citamos una mañana de una primavera perezosa en la Plaza de España de Barcelona. Tonino Fernández lleva unos cuantos años jubilado pero recuerda aquellos tiempos felices con entusiasmo. Se presenta a la cita con su gorra al estilo norteamericano y unas gafas sutiles que enseguida desvelan unos ojos azules muy vivos mientras lucha con el móvil para apagarle el sonido. Fichado por el Real Club Deportivo Espanyol (entonces todavía Español), empezó su itinerario laboral blanquiazul en 1973. Aguantaría 36 años como encargado del Estadio de Sarrià. Nos revela anécdotas y algún secreto a medias de los que se descubre solo décadas más tardes. Sostiene Tonino que Javier Clemente, en la inolvidable Copa de la UEFA del Español de 1987-1988, le pidió que después del entreno del Milán de Sacchi en Sarrià, la noche anterior al partido de vuelta (el Español había logrado la victoria en la ida en Milán), se pusieran manos a la obra para reducir de 75 a 73 metros la anchura del rectángulo verde.

Sostiene Tonino que Javier Clemente, en la inolvidable Copa de la UEFA del Español de 1987-1988, le pidió que después del entreno del Milán de Sacchi en Sarrià, la noche anterior al partido de vuelta (el Español había logrado la victoria en la ida en Milán), se pusieran manos a la obra para reducir de 75 a 73 metros la anchura del rectángulo verde.

Dice que trabajaron incansablemente casi toda la noche y que tuvieron que picar la cal (¡no el yeso!) de las rayas laterales, volver a añadir césped y encima marcar con yeso. Nadie se enteró y el Espanyol empató el partido y pudo seguir su camino hacia la final con el Leverkusen. Tonino dice que “otro que tenía sus cosas” era Santamaría, técnico uruguayo que se quedó varias temporadas en el banquillo de los pericos, y que durante un cierto periodo quiso que se levantaran los travesaños de las porterías en unos centímetros, es decir que se contaran los 2,44 centímetros de altura para medir, a partir de la punta de la hierba y no del suelo. La portería se quedaba así 3 centímetros más alta. “Es que en casa atacamos más y tenemos más posibilidad de marcar goles”, le explicó el técnico que también sería seleccionador de la roja en el Mundial de España. Y fue precisamente en aquel 1982 donde la gloria llegó a la historia de Tonino y sus compañeros.

EQUIPO» Tonino al volante en la primera imagen y el resto del equipo de mantenimiento manos a la obra.

Junto a otros trabajadores del Espanyol fueron contratados por la FIFA para preparar el campo de Sarrià para acoger tres partidos decisivos del Mundial. Con él estaban Isidro Toribio Pavón, Carmelo Ruíz y Manolo Espinosa. Como los cuatro chicos de Liverpool, los cuatro de Sarrià: Isidro a ocuparse de los cortacéspedes. Sanitarios y tareas de carpinteros para Manolo; Carmelo con funciones de lampista, y, finalmente, Tonino, el pivote que pasaba la cal para que tuviera un espesor de entre 8 y 12 centímetros, y lo hacía pisando una cuerda tiesa de banderín a banderín.

Aquella cal que el Doctor Socrátes pulverizó dejando a Dino Zoff sentado, para el primer empate en el partido que para muchos ha sido el mejor de la historia de los mundiales. Tonino recuerda aquellos días en Sarrià con orgullo y con la satisfacción de quien hizo bien su trabajo: “No hubo ninguna queja”. La Barcelona de aquel verano, de los más cálidos del siglo, era una fiesta de colores. Tonino y sus compañeros llegaban pronto al estadio para cambiarse en un trastero contiguo al patio donde unas horas más tarde aparcarían el bus las selecciones contendientes.

La Barcelona de aquel verano, de los más cálidos del siglo, era una fiesta de colores. Tonino y sus compañeros llegaban pronto al estadio para cambiarse en un trastero contiguo al patio donde unas horas más tarde aparcarían el bus las selecciones contendientes.

A unos metros se ubicaba el vestuario de los visitantes que en el Italia-Brasil tocó a los brasileños: amplio, espartano, sin armarios, apenas unas perchas y unas estanterías, con los bancos de madera, una sauna y un jacuzzi. Un lujo para aquel 1982. Los jugadores se verían las caras unos metros más allá, separados por una red que impedía el contacto físico, pero no el intercambio de miradas hasta subir al campo. A las siete de la mañana del 5 de julio de 1982 Tonino recogió las llaves en el bolsillo y traspasó la valla de entrada entre grada del Gol Sur y la Tribuna. Hacía fresco aquella mañana, y todavía llevaba puesto el chándal de la FIFA. Enseguida llegaron los compañeros y cada uno fue directo a su tarea. Todos trabajaron alegres por las felicitaciones de Havelange y de Ramón Glariana, supervisor de la FIFA unos días antes por haberse inventado un corte de césped inédito en la historia de los mundiales. Había sido idea de Isidro inventarse los dibujos: para el Italia-Argentina un rectángulo en forma de espiga, y para el partido entre suramericanos, una serie de rombos que se ampliaban a partir del centro del campo.

Había sido idea de Isidro inventarse los dibujos: para el Italia-Argentina un rectángulo en forma de espiga, y para el partido entre suramericanos, una serie de rombos que se ampliaban a partir del centro del campo.

Pero aquel día, para el partido clave entre Italia y Brasil, el cuaderno de Isidro reservaba un dibujo distinto que en el césped se trasformaría en unas tiras en diagonal de un metro de anchura. Realizarlo significaba hacer todo artesanalmente y con una maquinita cortacésped muy básica, paso por paso. Horas y horas y terminar antes de comer. Los italianos pidieron a Tonino mojar el césped antes de que se abriera el ingreso al público. Tonino asegura que lo mismo le habían dicho los argentinos el día en que Brasil los derrotó.

Continúa Tonino describiendo que las dos selecciones llegaron casi al unísono a hora y media del comienzo, anticipándose al árbitro Klein, que pitaría este partido trágico y feliz para el fútbol, según como se mire. Cinco horas después ya no quedaba nadie en el estadio. Los jugadores italianos fueron a festejar a Sant Boi, en la piscina del Hotel Castillo, y los brasileños a llorar en su masía de concentración en Sant Quirze de Safaja. Han pasado 37 años desde que Tonino cerró el candado de Sarrià. Como 37 eran sus años en aquellos días. Allí donde se erigía el estadio, desde 1997 hay un parque en medio de cinco bloques de edificios entre la Avenida General Mitre, la calle Doctor Fleming y la calle Ricardo Villa.

HAVELANGE» Tonino, con chándal a la izquierda, observa la satisfacción del presidente de la FIFA al respecto de las instalaciones a su cuidado.

Ninguna placa conmemorativa ni un monumento votivo, tan solo un pequeño cartel verde que apenas nos recuerda que en aquel espacio se encontraba el Estadio Sarrià y que ahora estamos pisando los Jardins del Camp de Sarrià. Eso sí, al menos la placeta se llama Ricardo Zamora, en homenaje a la leyenda españolista. Y llegados hasta aquí, con Tonino que dudaba en acompañarme, para distraerle de recuerdos nostálgicos le pregunto:

¿Qué ha cambiado hoy en el cuidar un campo?
Cuando yo entré había todo tipo de jardineros contratados: había que pinchar, había que sembrar a mano, resegar a mano, y se abonaba a mano…Y entre seis hombres tardábamos una semana en arreglar un campo, mientras hoy en un día, con el mismo tractor vas cambiando, en un par de horas puedes pinchar un campo, y en tres o cuatro recoges, luego siembras y echas la arena o lo que quieras, y finalmente se pasa la estera y ya está. Tonino sigue hablando de los tipos de césped, de que antes solo había el raigrás y la festuca, y la poa, pero que ahora hay unas 20 clases de híbridos, sigue.

Ninguna placa conmemorativa ni un monumento votivo, tan solo un pequeño cartel verde que apenas nos recuerda que en aquel espacio se encontraba el Estadio Sarrià y que ahora estamos pisando los Jardins del Camp de Sarrià

Es preciso y se acuerda muy bien de lo que fue su oficio. Acaba contando: “Hoy se utiliza también un sistema mixto: es una red, una malla, que tiene natural y artificial, y que tiene sus ventajas y sus desventajas: se conserva más pero luego si hay que airearlo, si se endurece, y le pasa mucho la máquina, el problema es que parte de la red la puedes ir cortando cuando pinchas...”.

La mañana se ha ido, algunos adolescentes se cruzan en nuestro camino. Hay quien saca una pelota. Seguro que saben, por sus edades, quiénes pisaron el césped de Sarrià, le comento a Tonino medio en broma, y le añado: “Sería como ir en la República Checa a hacer pícnic a Slavkov u Brna sin saber que se llamaba Austerlitz”. “Sí, aquel Italia-Brasil fue una auténtica batalla. He visto muchos partidos bonitos en Sarrià en mi vida, pero aquél fue sin duda el mejor”. •