Pedro Zuazua.- Cuando jugaba en categoría infantil, soñaba con marcar un gol. Era algo lógico para un lateral izquierdo diestro al que el equipo del colegio le hizo ficha porque su madre, una tarde de septiembre, llamó a la madre del entrenador para preguntarle si no había manera de que el chaval entrara en el equipo. Que qué más le daba, fue el argumento definitivo de una conversación en la cumbre: de madre a madre.
Al día siguiente, en el entrenamiento, lo pasé regular. El entrenador, que no sabía muy bien cómo justificar mi fichaje, se dedicó a alabarme en cada acción en la que tocaba el balón. Mi mente se debatía entre el asombro por el poder de una madre y la vergüenza de pensar que aquello estaba siendo un poco descarado. Cuando acabamos de entrenar, me avisaron de que debía pasar por el despacho. Allí estaban el míster y su ayudante, que me preguntaron si no tenía ganas de ir al baño. Les dije que no. Me insistieron y claro, me entraron ganas. Habían colocado la ficha -un papel anaranjado y rectangular- colgando de la cisterna. A mí aquel humor más bien malo me importó bastante poco. Recuerdo la alegría con la que salí de aquel despacho, el viaje en autobús y la llegada a casa. El subidón fue tan potente que, aquel primer trimestre, aprobé todas las asignaturas. Sería la última vez que lo haría en tres años.
El entrenador, que no sabía muy bien cómo justificar mi fichaje, se dedicó a alabarme en cada acción en la que tocaba el balón. Mi mente se debatía entre el asombro por el poder de una madre y la vergüenza de pensar que aquello estaba siendo un poco descarado.
Debuté ese mismo sábado. Mi aportación se redujo a unos cuantos saques de banda -hay que ver lo difícil que es sacar de banda- y un par de despejes. Ese día nació en mí una sensación desconocida: la del miedo permanente a que te cambien. Es una sensación que -supongo- compartimos los que no somos muy buenos, y que consiste en pasarte todo el rato que estás en el campo pensando en si te cambiarán en el descanso o si esperarán a la segunda parte. Una filosofía de vida como otra cualquiera.
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